DOMINGO SEGUNDO DURANTE EL AÑO  Ciclo A

Pasadas las fiestas navideñas, nuestra misión como cristianos continúa durante todo el año con la contemplación de la figura adorable, y siempre atrayente, de Jesús. Contemplándole y escuchándole despacio, nos vamos transformando en otros Cristos. San Pablo decía: Estoy crucificado con Cristo, y ya no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí (Gal, 9-20).

Este niño humilde, que hemos visto en la cueva de Belén, en las lecturas que acabamos de escuchar, recibe los nombres de SIERVO DE DIOS, LUZ DE LAS NACIONES, CORDERO DE DIOS e HIJO DE DIOS.

El nombre, para los judíos, significaba su personalidad y su misión. En los nombres del Señor también podemos ver su personalidad y su misión.

Jesús es el siervo de Dios, de quien está orgulloso el mismo Dios. El siervo es el que sirve a su amo. Jesús siempre está dispuesto a hacer la voluntad del Padre, aunque algunas veces no concuerda con la suya, como vemos en el huerto de Getsemaní: ‑Padre, si quieres aleja de mí esta copa de amargura; pero no se haga mi voluntad, sino la tuya (Lc 22,42).

Jesús es luz de las naciones. La misión de Jesús es una misión evangelizadora. Los pobres son evangelizados. Así lo dijo en Nazaret: El espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para anunciar la buena noticia a los pobres; me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y dar vista a los ciegos, a libertar a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor (Lc 4,18-19).

Dar a conocer el amor del Padre-Dios a los hombres.

Jesús es el cordero de Dios que quita los pecados del mundo. Quizás para nosotros, que no somos judíos, esta expresión de "cordero de Dios" no tiene el mismo significado y la misma fuerza que tenía para el pueblo judío. El cordero les recordaba el día en que sus padres lo sacrificaron en Egipto y, mediante este sacrificio obtuvieron la liberación. Para nosotros, cristianos, nos recuerda a Jesús, que se sacrifica en el ara de la cruz y nos quita los pecados.

Jesús es el Hijo de Dios. Igual al Padre e igual al Espíritu Santo. Los judíos lo querían apedrear porque se hacía Dios, y Jesús les replicó, aludiendo a sus obras, que ningún hombre podía hacerlo (Jn 10,31-38).

Jesús es la persona perfecta que nos viene a enseñar el camino de perfección y de santidad.

Nosotros, como Jesús, también tenemos que ser siervos del Señor. Como dice el salmista, siempre hemos de estar a punto para hacer la voluntad del Señor (Sal 39,2).

El cristiano, como Jesús, tiene que ser luz del mundo. Nuestra misión es igual que la de Jesucristo: dar a conocer a Dios a través de su mensaje de Jesús, que es un mensaje de amor. Este mensaje de amor se concreta en hacer la voluntad del Padre, que se manifiesta en los mandamientos de la ley de Dios, en la actitud de Jesús y en sus palabras.

Jesús es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Esto quiere decir que existe el pecado.

A nosotros, cristianos, yo diría, que nos falta valentía para confesar y defender la verdad. El respeto al "qué dirán" y el miedo, hacen que muchas veces callemos, cuando deberíamos hablar.

Un mal de nuestros días, es que todo parece natural y que nada es pecado; antes, por el contrario, todo era pecado, repito, ahora, nada es pecado. El pecado es carencia de amor a Dios y al prójimo. ¿No me diréis que el mundo es una balsa de aceite?

Finalmente, Jesús es el Hijo de Dios. Nosotros también somos hijos de Dios. Por el bautismo hemos sido hechos hijos de Dios. Él es nuestro padre y por Él somos un pueblo de santos y consagrados a Dios.

Los hombres creerán en Jesucristo si nosotros damos ejemplo y testimonio de nuestra fe.

Para acabar, os quiero repetir lo que hemos escuchado en la segunda lectura: Yo, Pablo, llamado a ser apóstol de Jesucristo, por voluntad de Dios a los consagrados por Jesucristo, al pueblo santo que él llamó, LA GRACIA Y LA PAZ DE PARTE DE DIOS, NUESTRO PADRE, Y DEL SEÑOR JESUCRISTO SEAN CON VOSOTROS.

Que paséis un buen domingo