DOMINGO
DÉCIMO DURANTE EL AÑO Ciclo A
(Solo
texto para imprimir)
Hoy,
siguiendo las lecturas de la misa, hablaremos de la vocación del apóstol san
Mateo, de la vocación de Abrahán y de nuestra propia vocación como
cristianos.
Vocación
de San Mateo
El
mismo evangelista san Mateo nos describe como siguió a Jesús: Cuando se
marchaban de allí, vio Jesús a un hombre que se llamaba Mateo, sentado en la
oficina de impuestos, y le dijo: ‑Sígueme. El se levantó y lo siguió (Mt
9, 9).
San
Mateo era un oficinista o administrativo, que cobraba los impuestos, era
publicano (Mt 10,3). Tenía un mal oficio, cobrador de impuestos, se le
consideraba pecador, como a los otros cobradores de impuestos.
San
Mateo es uno de los discípulos de Jesús que, por ser apóstol, estaba siempre
con él, escuchaba sus palabras y veía sus milagros. Por eso, más tarde, pudo
describir los hechos que realizó Jesús en su evangelio y que ahora tenemos.
Eusebio
de Cesárea escribe: Mateo, que primero había predicado a los hebreos,
decidió ir a otros pueblos, escribió en su lengua materna el evangelio,
anunciado por él; intentó sustituir con la escritura lo que ya no tenía después
de marcharse Jesús.
San
Ireneo de Lión dice: San Mateo, después de haber predicado a los hebreos,
publicó también en su lengua, un escrito evangélico, mientras que Pedro y
Pablo predicaban en Roma y fundaban la Iglesia.
Los
santos padres destacan tres características del apóstol Mateo: Su prontitud en
seguir a Jesús, cuando lo llamó y le dijo: Sígueme. Él se levantó al
punto y se fue con Jesús. Su generosidad: Abandonó todo: el puesto de trabajo,
el sueldo, las amistades y a sus compañeros recaudadores, que eran considerados
pecadores como él. Fue humilde, puesto que habla de sí mismo como de un
pecador.
He
aquí descrita, en pocas palabras, la vocación de Mateo. Me gusta darle las
gracias porque fue un discípulo aprovechado, escuchó bien lo que Jesús le decía
y lo describió de una manera admirable para nosotros los cristianos del siglo
veintiuno.
Vocación
de Abrahán
Abrahán
es un hombre de fe, hizo siempre lo que el Señor le mandó, confió en su
palabra. Dios le mandó que dejara su tierra, y él la dejó: Partió Abrahán,
como le había dicho el Señor (Gn 12,4). Le mandó circuncidar a sus
hombres, y Abrahán lo hizo aquel mismo día (Gn 17,11). Le prometió el
nacimiento de un hijo, cuando su cuerpo y el de Sara estaban ya sin vigor, y
Abrahán creyó contra toda esperanza, esperó y creyó tan firmemente que Dios
lo convirtió en padre de una multitud de pueblos, tal y como le había dicho: Así
será tu descendencia (segunda lectura, Rm 4,18).
La
prueba suprema: Dios quiso poner a prueba a Abrahán, y lo llamó: ¡‑Abrahán!
El respondió: Aquí estoy. Y Dios dijo: ‑Toma a tu hijo único, a tu
querido Isaac, ve a la región de Moria, y ofrécemelo allí en holocausto, en
un monte que yo te indicaré. Se levantó Abrahán de madrugada…. Y se encaminó
hacia el lugar que Dios le había indicado (Gn 22,1-3).
Abrahán
es un ejemplo de fe y de disponibilidad. Por su fe en Dios, en quien creyó, es
constituido padre de todos los creyentes.
Nuestra
Vocación Cristiana
Nuestra
vocación, como hijos de Dios por el bautismo, es la santidad.
San
Pablo nos escribe: Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que
desde lo alto del cielo nos ha bendecido por medio de Cristo con toda clase de
bienes espirituales. El nos eligió en Cristo antes de la creación del mundo,
para que fuéramos su pueblo y nos mantuviéramos sin mancha en su presencia.
Llevado de su amor, él nos destinó de antemano, conforme al beneplácito de su
volunta, a ser adoptados como hijo suyos por medio de Jesucristo (Ef 1,
3-5).
Jesús
nos dice: Vosotros sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto (Mt
5,48).
La
voluntad de Dios es que seamos santos e irreprensibles ante de sus ojos.
Permitidme que os subraye algunas ideas que todo cristiano ha de poner en práctica,
si quiere ser santo como Dios nos pide.
Vivir
de fe
Ejemplo:
Jesús alaba la fe de la mujer hemorroisa. La mujer, viéndose descubierta, se
acercó temblorosa a Jesús, se postró y explicó delante de toda la gente por
qué había tocado la túnica de Jesús y, cómo, al momento, había quedado
curada. Jesús le dijo: Hija, tu fe te ha salvado, vete en paz (Lc
8,47-48).
Sed
hombres y mujeres de oración
Jesús
se pasaba muchas noches orando. En la narración de la multiplicación de los
panes y del pescado, san Mateo dice: Después de despedir a la multitud, subió
al monte para orar a solas (Mt 14,23).
Alimentarnos
de la Eucaristía
El
que come mi carne y bebe mi sangre vive en mí y yo en él (Jn
6,55).
Poner
en práctica el mandato de Jesús
Mi
mandamiento es este: Amaos los unos a los otros, como yo os he amado (Jn
15,12).
Para
acabar, quiero recalcar estas palabras de Jesús: como yo os he amado.
¡Que
paséis un buen domingo!