Domingo Doce Durante El Año Ciclo A
Evangelizar
En
el evangelio que hemos escuchado, Jesús nos ha dicho: Lo que os digo en la
oscuridad, decidlo a la luz; lo que escucháis al oído, proclamadlo desde las
azoteas. Con estas palabras Jesucristo nos enseña que hemos de ser hombres
y mujeres evangelizadores, que hemos de llevar la buena nueva a todos los
hombres de buena voluntad.
En
la visita que el Santo Padre hizo a España, una de las cosas que nos recomendó
con mucha insistencia, es que hemos ser evangelizadores. Se habla mucho de que
España se está descristianizando, y entre todas las regiones de España, una
de las más descristianizadas es Cataluña. Cabe preguntarse: ¿Qué hacemos
para que Jesucristo sea conocido y querido, especialmente por nuestros
familiares y amigos, y por los emigrantes?
Cataluña
se está poblando de emigrantes. Tengamos presente estas palabras del libro del
Levítico: Si un emigrante se instala en vuestra tierra, no le molestaréis,
será para vosotros como un nativo más y lo amarás como a ti mismo, pues también
vosotros fuisteis emigrantes en Egipto. Yo soy el Señor vuestro Dios (Lv
19, 33-34).
Si
hemos de ser realistas, vemos que en este mundo en qué vivimos, hay muchas
personas que se declaran indiferentes al cristianismo, sordos a su mensaje,
insensibles a sus promesas. Antes, quizá, se odiaba a la Iglesia, hoy, es la
indiferencia, ¡que aún es peor!
Esta
constatación de nuestra sociedad, no puede dejar de interpelarnos a quienes nos
consideramos creyentes. Esta indiferencia puede ser debida, en gran parte, a que
los cristianos en la actualidad estamos presentando -con nuestra manera de
vivir, de pensar, de estar en la sociedad y en nuestra forma de presentar el
mensaje cristiano- un cristianismo insignificante, increíble y, quizá, anacrónico.
La
respuesta a esta indiferencia no ha de ser sólo de quejas y lamentos,
recordando tiempos pasados, así presentamos un cristianismo ‘descafeinado’,
acomodando el cristianismo a los gustos, a las modas del momento; por ejemplo,
aprobar las relaciones prematrimoniales, las parejas de hecho, los
anticonceptivos, etc. etc. Sino, al contrario, hemos de presentar un
cristianismo gozoso, pleno de alegría y fundamentado en el amor, sobre todo en
la persona adorable de Jesús.
No
todo es malo en el mundo actual. La Iglesia, desde sus inicios, y en su caminar
a través de los siglos, ha estado embellecida con la sangre del Cordero divino,
y con las virtudes de innumerables cristianos que, con el martirio o con su
ejemplo de vida cristiana, llenan el cielo.
No
tengáis miedo
La
siguiente idea que nos da el evangelio del día de hoy, es que no hemos que
tener miedo: No tengáis miedo de los hombres. Cuando obráis con una conciencia
recta, y procuráis hacer siempre la voluntad de Dios, no tengáis miedo que
hablen mal de vosotros, y os calumnien, o pongan dificultades en vuestro camino,
o se burlen de vosotros, o de otras cosas más, repito, no tengáis miedo de los
hombres. Jesús dice: Dichosos seréis cuando os injurien y os persigan, y
digan contra vosotros toda clase de calumnias por causa mía. Alegraos y
regocijaos, porque será grande vuestra recompensa en los cielos (Mt 5,
11-12).
Y
Jesús añade: No tengáis miedo a los que matan el cuerpo, pero no pueden
matar el alma. No; temed al que puede destruir con el fuego alma y cuerpo. La
Iglesia cuenta con una gran multitud de hombres y de mujeres que han dado su
vida por Jesucristo.
Jesús
recuerda a los que no son valientes, que tienen que tener miedo a quien puede
haceros perder el alma y el cuerpo al infierno. Esta palabra las hemos sacado
del diccionario cristiano.
Tened
Miedo
·
De las personas que siempre os halagan;
·
de poneros en peligro de pecar;
·
de no ser generosos;
·
de dejaros arrastrar por el
materialismo y el dinero.
No
tengáis Miedo de Dios
Jesucristo
nos presenta a Dios como un padre tan bueno, ¡y nos quiere tanto!… que es
imposible tenerle miedo. Todos sabemos que Jesucristo está con nosotros: Yo
estoy con vosotros todos los días hasta el final de este mundo (Mt 28,20).
La
última idea de este evangelio es que hemos de reconocer
a Jesucristo.
Reconocer
a Jesús ante los hombres, y no renegar de él para nada. Si nosotros lo
negamos, también Él nos negará delante de su Padre: Si alguno se declara a
mi favor delante de los hombres, yo también me declararé a su favor delante de
mi Padre celestial; pero a quien me niegue delante de los hombres, yo también
lo negaré delante de mi Padre celestial.
Confesar
a Jesucristo abiertamente o negarlo, es cuestión de estar o no estar en la vida
eterna. Ya veis qué importancia le da el mismo Jesucristo.
Pedro
le negó en el patio de Caifás, por miedo a las personas que lo rodeaban, pero
después se arrepintió, dio testimonio de Jesucristo ante sus amigos y enemigos
y dio su vida por Él.
Para
muchos de nosotros, el entorno ha sido la razón fundamental para negar a
Jesucristo y no demostrar que somos cristianos. ¿Cuántas veces hemos callado
cuando tendríamos que haber hablado?
Que
la gracia de Dios y nuestra propia sinceridad nos ayuden a imitar a Pedro,
demostrando que somos y queremos ser cristianos de verdad.