Domingo Decimocuarto Durante el Año  Ciclo A

La palabra de Dios es rica en ideas y mensajes. Hoy, solamente os daré dos ideas del evangelio, porque espero que vosotros  volveréis a leerlo y podréis sacar muchas más.

Dios se Revela a los Humildes

Nos Invita a Seguirle

Dios se Manifiesta a Los Humildes

Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y prudentes, y se las has dado a conocer a los sencillos (Mt 11, 25).

Jesús da gracias al Padre porque la revelación ha sido dad a los sencillos y no a los sabios y entendidos. Si miráis el texto original no dice sencillos, sino niños pequeños. El niño pequeño reconoce su pequeñez y confía en su padre y en su madre. Esta tiene que ser nuestra actitud ante Dios: reconocer nuestra pequeñez. Jesús bendice al Padre porque ha querido que la fe sea un abrazo entre la grandeza de Dios y la íntima humildad del hombre.

Jesús dijo: Os aseguro que si no cambiáis y os hacéis como los niños no entraréis en el reino de los cielos. El que se haga pequeño como este niño, ése es el mayor en el reino de los cielos (Mt 18,3-4).

El salmista dice: El Señor se complace en sus fieles, en los que esperan de su amor  (Sal 146,11).

Si Dios no se revela a los sabios y entendidos es por su orgullo, no en su sabiduría. Jesús dijo: El que se ensalza será humillado, y el que se humilla será ensalzado (Mt 23,11).

Un ejemplo de un sabio y amigo de Jesús lo encontramos en Nicodemo. Era fariseo y doctor de la ley.

Seguir a Jesús

Imitar a JESÚS

Jesús invita a todos los hombres de buena voluntad. Algunos le siguen hasta la muerte, otros, le quieren seguir, pero no se determinan, otros, después de seguirlo una temporada, lo dejan. Como vimos después que Jesús expuso su enseñanza sobre la Eucaristía.

Desde entonces, muchos de sus discípulos se retiraron y ya no iban con él. Jesús preguntó a los doce: ¿También vosotros queréis marcharos? Simón Pedro le respondió: Señor, ¿a quién iríamos? Tus palabras dan vida eterna. Nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios (Jn 6,66-69).

Lo mismo pasa en nuestro mundo. La invitación de Jesús puede ser aceptada o no, porque el hombre es libre y Jesús respeta su libertad.

¿A quién Invita?

Jesús invita de una manera especial a todos, a los que están cansados y afligidos. Se complace en invitar hombres sencillos, como los apóstoles, que eran pescadores, pecadores, como Maria Magdalena, a los enfermos que cura y le siguen y a todos los que quieren seguirle.

¿A qué nos invita?

Aceptar mi yugo. Según el vocabulario bíblico, aceptar el yugo de Jesús significa seguirle en su enseñanza, en sus alegrías y penas, pertenecer a su escuela.

Jesús dijo: El que quiera venir en pos de mí, que renuncie a sí mismo, que cargue con su cruz de cada día y me siga (Lc. 9,23).

Promesa

Encontraréis en mí vuestro descanso. El trato con Jesús transforma el corazón, ya no considera el yugo como una carga pesada, sino como un amor que ayuda a soportar el peso.

¿Cómo es el que invita?

Haceos discípulos míos, porque soy benévolo y humilde de corazón.

Así es Jesús, manso y humilde de corazón.

El evangelista Mateo atribuye a Jesús estas palabras tan bonitas y sustanciosas del profeta Isaías:

Este es mi siervo, a quien elegí;
mi amado en quien me complazco;
derramaré mi espíritu sobre él,
y anunciará el derecho
a las naciones.
No disputará, ni gritará;
no se oirá en las plazas su voz.
No romperá la caña cascada
ni apagará la mecha
que apenas arde,
hasta que haga triunfar la justicia.
En él pondrán las naciones
su esperanza
(Mt 12, 16-21).

Promesa

Encontraréis vuestro descanso, porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera.

Recuerdo que cundo era seminarista, visitamos un hospital, se llamaba hospital de san Lázaro, donde había una monja enferma de lepra. Su cuerpo estaba transformado, casi no veía. Estuvimos un bueno rato hablando con ella y nunca, en mi vida, he visto una mujer tan conformada y alegre como ella. Era una mujer llena de fe y amor a Jesucristo.

Señor, te doy gracias, porque te he conocido, porque te amo y quiero amarte más todavía. Haz que yo también sea benévolo y humilde de corazón y te siga de verdad y de todo corazón.