Domingo Décimo séptimo Durante el Año Ciclo A

 

Muchos de nosotros, más de una vez, habremos visto alguna película con este título: "A la búsqueda del tesoro escondido", y hemos visto los peligros y las aventuras que los protagonistas pasan y la alegría que experimentan si lo encuentran. Generalmente suele ser un cofre con oro y piedras preciosas, o, con otras palabras, dinero. Pero, ya sabemos que todo no se puede comprar con dinero.

Hay Cosas Que No Se Pueden Comprar Con Dinero:

*     Con dinero podamos comprar placer, pero no amor.

*     Con dinero podamos comprar una persona, pero no un amigo.

*     Con dinero podamos comprar tranquilizantes, pero no paz.

*     Con dinero podamos comprar favores, pero no perdón.

*     Con dinero podamos comprar títulos, pero no honradez.

*     Con dinero podamos comprar bienestar, pero no felicidad.

*     Con dinero podamos comprar un hombre o una mujer, pero no una esposa o un esposo.

*     Con dinero podamos comprar una casa, pero no un hogar.

*     Con dinero podamos comprar tierra, pero no el cielo.

Sólo Amando A Las Personas Podemos Ser Siempre Felices

Hoy Jesús también nos habla de un tesoro escondido. Este tesoro, para nosotros es nuestro Dios. Nuestro Dios es un Dios que no se manifiesta abiertamente, sino que lo tenemos que descubrir.

Principalmente hay dos maneras para descubrir a Dios:

Contemplando la creación y meditando y descubriendo a la persona adorable de Jesús.

En este tiempo de vacaciones puedes descubrir a Dios en lo alto de una montaña, mirando el firmamento o contemplando la inmensidad del mar. Dios ha creado este mundo tan bonito para que nosotros lo disfrutemos.

Dice el Génesis: Y dijo Dios: ‑Que haya lumbreras en la bóveda celeste para separar el día de la noche, y sirvan de señales para distinguir las estaciones, los días y los años; que luzcan en la bóveda del cielo para alumbrar la tierra. Y así fue. Hizo Dios dos lumbreras grandes, la mayor para regir el día y la menor para regir la noche, y para separar la luz de las tinieblas. Y vio Dios que era bueno. Pasó una tarde, pasó una mañana: el día cuarto (Gn 1,14-19).

Dice el libro de la Sabiduría:(...) pues en la grandeza y hermosura de las criaturas se deja ver, por analogía, a su Creador (Sab 13, 5).

El papa san León Magno escribe: Siempre es cierto, queridísimos, que la tierra está llena del amor del Señor para cada uno de los fieles, y la misma naturaleza no enseña a dar culto a Dios. La tierra, el sol, el mar y todo lo que contiene dan fe de la bondad y de la omnipotencia de su autor, la belleza admirable de los elementos que le sirven exigen de parte de la criatura intelectual una justa acción de gracias (Sermón 6º de Quiquagésima).

Descubrir a Dios en la Persona de Jesús

Yo, personalmente, descubro a mi Dios en la persona adorable de Jesús. Su conocimiento me da un conocimiento de Dios.

Jesús nos dice en el evangelio: Entonces Felipe le dijo: ‑Señor, muéstranos al Padre; esos nos basta. Jesús le contestó: ‑Llevo tanto tiempo con vosotros, ¿y aún no me conoces, Felipe? El que me ve a mí, ve al Padre, ¿Cómo me pides que os muestre al Padre? ¿No crees que yo estoy en el Padre y el Padre en mi? Lo que os digo no son palabras mías. El Padre, que vive en mí, está realizando su obra. Debéis creerme cuando afirmo que yo estoy en el padre y el Padre está en mi (Jn 14,8-11).

Ver a Jesucristo es Ver al Padre. Conocer a Jesucristo es Conocer a Dios

Como la persona que encuentra un tesoro y está tan contenta por su hallazgo, así nosotros hemos de estar contentísimos por haber encontrado a Jesucristo.

Es Preciso Desprenderse de Muchas Cosas Para Encontrar y Seguir a Jesucristo

La otra parábola es la de la perla preciosa. Un comerciante que encuentra una perla preciosa y vende todo el que tiene para poderla comprar.

Para encontrar y seguir a Jesucristo hemos de desprendernos de muchas cosas. Jesús nos dice: Si alguno quiere venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo cargue con su cruz, y me siga (Mt 16,24).

Cada cual, según su vocación, ha de seguir a Jesucristo. No a todos nos pide el Señor la misma respuesta. Al joven del evangelio le dice: Si quieres ser perfecto, ve a vender todo lo que tienes y dáselo a los pobres; así tendrás un tesoro en el cielo (Mt 19,21). Este joven no fue valiente y no le siguió.

Desde los comienzos de la Iglesia han habido hombres y mujeres que han renunciado al gran bien del matrimonio para seguir al Cordero dondequiera que vaya, para ocuparse de las cosas del Señor, para tratar de agradarle (C.E.C.1618).

Lo que es importante es que amemos de verdad a Jesucristo. El que ama renuncia a muchas cosas por el amado. La esposa por el esposo, la madre por los hijos y los atletas por conseguir una corona que se marchita, como dice san Pablo: Los atletas se abstienen de todo con el fin de obtener una corona corruptible, mientras que nosotros aspiramos a una incorruptible (1Cor 9,25).

Vale la pena renunciar a muchas cosas por Jesucristo. Como dice el salmista:

Mi alma está unidad a ti
y tu diestra me sostiene
(Sal 62,9).

Santa Teresa decía: Quien a Dios tiene, nada le falta, sólo Dios basta.

Cristianos que me escucháis, buscad a Jesucristo, porque Él es la perla preciosa que os hará felices.