Domingo
Veintiuno Durante El Año
Ciclo
A
(Solo
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Jesús
hace una pregunta algo indiscreta a sus discípulos: ¿Quién dice la gente
que es el Hijo del hombre? (Mt 16,13). Con esta pregunta, Jesús quiere
saber qué dice la gente de Él. Ellos le contestan: ‑Unos que Juan
Bautista; otros que Elías; otros que Jeremías o uno de los profetas (Mt
16,14). Este era el concepto que tenía la gente de Jesús: un gran profeta, un
gran hombre. Concepto real, pero no completo. Jesús es más que Juan Bautista,
Elías, o Jeremías. Por eso, aunque sea de una manera breve, querría explicar
quién es Jesús para mí, sacerdote y responsable de esta comunidad del Espíritu
Santo.
Jesús,
Un Hombre Como Nosotros
En primer lugar, Jesús es el hijo de María. ‘Nacido de María Virgen’, decimos en el Credo. María es su madre, una joven sencilla del pueblo de Nazaret, prometida a un obrero, José, a quien amaba con todo su corazón. Jesús le estuvo sujeto hasta los treinta años y, al morir en la cruz, la encomendó a Juan Evangelista para que cuidara de ella.
Jesús
era un hombre como nosotros, menos en el pecado. Comía pescado, como vemos
después de la resurrección: ¿Tenéis algo de comer? Ellos le dieron un
trozo de pescado asado (Lc 24, 41-42); bebía vino, como en las bodas de Caná
(Jn 2,1-11), bebía agua, se la pidió a la Samaritana: Una mujer samaritana
se acercó al pozo para sacar agua. Jesús le dijo: Dame de beber (Jn 4,7);
dormía, como en la barca: Jesús estaba a popa, durmiendo sobre el cabezal, (Mc
4,38), y se cansaba, como nos cansamos nosotros.
Dice
el Concilio Vaticano II: El Hijo de Dios trabajó con manos de hombre, pensó
con inteligencia de hombre, obró con voluntad de hombre, amó con corazón de
hombre. Nacido de la Virgen María, se hizo verdaderamente uno de los nuestros,
semejante a todos a nosotros, excepto en el pecado
(Gs 22,2).
Jesús
Oraba
Muchas
noches las pasaba rezando. Oraba ya por nosotros, pobres pecadores. San Agustín
dice: Ruega por nosotros, ruega en nosotros y a Él rogamos. Ruega por
nosotros como sacerdote nuestro, en cuanto que es nuestra cabeza; a Él rogamos
como nuestro Dios.
Jesús
Hacía Milagros
Juan,
que había oído hablar en la cárcel de las obras del Mesías envió a sus discípulos
a preguntarle: ¿Eres tú el que tenía que venir, o hemos de esperar a otro?
Jesús les respondió: Id a contar a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los
ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los
muertos resucitan y a los pobres se les anuncia la buena noticia. ¡Y dichoso el
que no encuentre en mí motivo de tropiezo! (Mt
11,2-6).
Jesús
Hijo de Dios
Como
nos dice Pedro en el evangelio que acabamos de escuchar: Tú eres el Mesías,
el Hijo de Dios vivo (Mt 16,16).
En
la Transfiguración escuchamos la voz del Padre, que dice: Este es mi Hijo
amado; escuchadlo (Mc 9,7).
Es
El Crucificado
Este
hombre tan extraordinario, este Hijo de Dios, se dejó apresar en Getsemaní (Lc
22,39); fue acusado por los dirigentes religiosos de su pueblo (Lc 22,66):
recordad a Anás y Caifás; fue condenado a muerte por la autoridad romana,
Pilato (Lc 23,1); y él mismo cargó con la cruz hasta el calvario (Lc 23,26),
donde fue crucificado en medio de dos ladrones (Lc 23,33) y murió (Lc 23,44).
Pero
mi fe no está fundamentada en un Cristo muerto, sino en un Cristo resucitado: El
ángel se dirigió a las mujeres y les dijo: ‑Vosotras no temáis; sé que
buscáis a Jesús, el crucificado. No está aquí, ha resucitado como dijo (Mt
28,5-6). San Marco nos lo describe de este modo: Cuando entraron en el
sepulcro, (las mujeres) vieron a un joven sentado a la derecha, que iba
vestido con una túnica blanca. Ellas se asustaron. Pero él les dijo: ‑No
os asustéis. Buscáis a Jesús de Nazaret, el crucificado. Ha resucitado; no
está aquí. Mirad el lugar donde lo pusieron (Mc 16, 5-7).
Mensaje
De Jesús
La
persona de Jesús no es sólo admirable por su vida, sino también por su
mensaje. Cuando nació, los ángeles cantaban: ¡Gloria a Dios en las alturas
y en la tierra paz a los hombres que gozan de su amor! (Lc.2,14). En primer
lugar, dar gloria a Dios, y después ser portadores de la paz: Dichosos lo
que construyen la paz, porque serán llamados hijos de Dios (Mt 5,9). Y
sobre todo por su testamento: Os doy un mandamiento nuevo: Amaos los unos a
los otros. Como yo os he amado, así también amaos los unos a los otros (Jn
13,34).
Jesús
es mi Señor, mi maestro, mi amigo, me ha prometido que estaré eternamente con
él si cumplo sus mandatos.
Se
explica que, en una mesa de un café, un hombre que no creía preguntó a sus
compañeros, que ya sabía que eran creyentes: ¿Vosotros, qué sois? Uno
contestó: Yo soy católico; otro respondió: Yo soy practicante; otro dijo: Yo
estoy bautizado; y otro contestó: Yo soy cristiano y procuro reproducir en mí
la vida de Cristo, de tal manera que se pueda decir de mí lo que decía San
Pablo Ya nos vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí (Gal 2,20). Yo
querría poder repetir sinceramente estas palabras de san Pablo: Para mí la
vida es Cristo (Flp 1,21).
Para
acabar, podéis haceros esta pregunta: ¿Qué respuesta doy yo al Señor?
Acabemos con la
definición que hace san Pablo de Jesucristo en la carta a los Filipenses (Flp
2,5-11): Tened, pues, los sentimientos que corresponde a quienes está unidos
a Cristo Jesús. El cual, siendo de condición divina, no consideró como presa
codiciable el ser igual a Dios. Al contrario, se despojó de su grandeza, tomó
la condición de esclavo y se hizo semejante a los hombres. Y en su condición
de hombre, se humilló a sí mismo haciéndose obediente hasta la muerte, y una
muerte de cruz. Por eso Dios lo exaltó y le dio el nombre que está por encima
de todo nombre, para que ante el nombre de Jesús, doble la rodilla todo lo que
hay en los cielos, en la tierra y en los abismos, y toda lengua proclame que
Jesucristo es Señor, para gloria de Dios Padre
Que paséis un buen domingo.