Domingo
Veintiséis Durante el Año Ciclo
A
Dios
Nos Invita a Trabajar En Su Viña
Introducción
La
parábola que hemos escuchado se refiere literalmente al pueblo de Israel. Jesús
no es escuchado por los dirigentes que se tenían por buenos, pero es escuchado
por el pueblo sencillo, y muchos de ellos pecadores. El salmista dice: La
piedra que desecharon los arquitectos, es ahora la piedra angular. Es el Señor
quien lo ha hecho ha sido un milagro patente (Sal 117, 22-23).
Nosotros
hemos de ver esta parábola con la mirada propia de un cristiano y aplicarla a
nuestra vida cristiana. El Padre, Dios, envía a sus hijos, que somos nosotros,
a trabajar en su viña. Trabajar es promover la salvación de los hermanos.
Construir la Verdad, la Paz, la Justicia con Misericordia. Dios nos habla al
interior de cada uno, nos dice que somos sus hijos y nos infunde la vocación de
hacer el bien.
Concepto
De Padre y Madre
La
idea de padre es muy bonita, pero también lo es la de madre. Ahora se dice que
Dios es Padre y Madre a la vez, aunque en la Biblia no se encuentra la palabra
"madre" dedicada a Dios, pero sí sus cualidades.
Encontramos
en la Sagrada Escritura estas palabras: Como un hijo al que su madre
consuela, así os consolaré yo a vosotros (Is 66,13). ¿Acaso olvida una
mujer a su hijo, y no se apiada del fruto de sus entrañas? Pues aunque ella se
olvide, yo no te olvidaré (Is 49,15). Por eso, sin exagerar, el papa Juan
Pablo I afirmaba que Dios es Padre, y más todavía Madre.
Explicación
De La Parábola
Un
hombre tenía dos hijos. Se acercó al primero y le dijo: “Anda, hijo, ve a
trabajar hoy en la viña”. El respondió: “No quiero”. Pero después se
arrepintió y fue. Luego se acercó al segundo y le dijo lo mismo. El respondió:
“Voy, señor”. Pero no fue (Mt
21,28-30). El padre es Dios. Cuando Jesucristo nos quiere hablar de Dios, casi
siempre usa la palabra Padre, es el concepto que Jesucristo tenía de Dios, y el
que nos quiere transmitir. Cuando los apóstoles le pidieron que les enseñara a
rezar, la primera palabra fue Padre nuestro (Mt 6,9).
Hemos
de preguntarnos ¿creemos que Dios es nuestro Padre, que nos ama de verdad, y
que en prenda de este amor nos ha enviado a su hijo, Jesucristo? (Jn 3,16). Si
no hemos comprendido esta verdad fundamental no sabemos nada de nuestro
cristianismo.
Jesús
Nos Envía A Trabajar En Su Viña
La
segunda lectura es muy bonita y nos puede ayudar a comprender cómo tenemos que
trabajar en la viña del Señor. San Pablo dice: Dadme la alegría de tener
los mismos sentimientos, compartiendo un mismo amor, viviendo en armonía y
sintiendo lo mismo (Flp 2,2). San Pablo pedía a la comunidad de Filipos que
estuvieran unidos y que se amaran. Lo mismo os digo yo, como responsable de la
comunidad del Espíritu Santo, ahora que empezamos un nuevo curso.
No
hagáis nada por rivalidad o vanagloria; sed, por el contrario, humildes y
considerad a los demás superiores a vosotros mismos (Flp
2,3). Si aplicáramos esto a nuestra vida cristiana ganaríamos el cielo.
Siempre queremos ser los primeros, tener razón y considerar a los demás
inferiores a nosotros, en una palabra, nos falta la virtud de la humildad, nos
guían nuestros intereses: la envidia y la vanagloria.
Y
añade: Tened, pues, los sentimientos que corresponden a quienes está unidos
a Cristo Jesús. El cual, siendo de condición divina, no consideró como presa
codiciable el ser igual a Dios. Al contrario, se despojó de su grandeza, tomó
la condición de esclavo (Flp 2,6-7).
Continuamos
con la parábola. Dijo a uno de sus hijos: “Anda, hijo, ve a trabajar hoy
en la viña”. El respondió: “No quiero”. Pero después se arrepintió y
fue (Mt 21,29). El hijo lo volvió a pensar ‑ de sabios es rectificar
‑ y, aunque había dicho que no, fue. En nuestra vida a veces también
tenemos actitudes que no están conformes con la voluntad de Dios, y más de una
vez oímos la voz del Espíritu Santo, en nuestro interior, que nos dice que no
vamos bien, que hemos de rectificar, pero, como somos orgullosos, mantenemos
nuestro punto de vista, y nos decimos interiormente: He dicho que no y será
que no, y ¡basta! O quizás tenemos que perdonar a nuestro hermano que nos
ha ofendido, y nos falta la virtud de la humildad para perdonarlo o pedirle perdón.
El salmista dice: Un corazón quebrantado y humillado tú no lo desprecias (Sal
50,19).
El
otro hijo dijo que sí, pero no fue. Hablar es fácil. Dar ideas para que lo
hagan los demás es muy cómodo. En mi vida de párroco, veía que algunas
personas solían decir: Sí, tendrían que hacer esto o lo otro…Y
cuando les contestaba: ¡Muy bien!, entonces, encárgate tu, volvían la
espalda y no querían saber más.
Un
sabio de nuestros tiempos decía que se mide a la persona por la manera de
comprometerse y ser consecuente con sus compromisos, y ¡esto es cierto!
En
la vida una cosa es la teoría y otra, la práctica. En teoría todos somos
buenos, pero en la práctica nadie puede lanzar la primera piedra a la adúltera,
como nos dice el evangelista: Aquel de vosotros que no tenga pecado, puede
tirarle la primera piedra (Jn 8,7).
Permitidme
un inciso. Una vez leí que un médico recomendó a un jesuita ir a nadar. Como
que era muy sabio, cogió muchos libros sobre este tema y, después de mucho
estudiar se tiró al mar y se ahogó. Supongo que es un cuento.
Jesús decía: No todo el que dice:
¡Señor, Señor! Entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la
voluntad de mi Padre (Mt 7,21). En castellano se suele decir: Obras son
amores y no buenas razones. Teniendo en cuenta que al final de nuestra vida
seremos juzgados por algo más que palabras. Las obras son expresión del amor.
Acabemos
con esta conclusión práctica: nuestra vida ha de ir acompañada no sólo de
palabras, sino también de obras. El lenguaje de la vida es más importante que
el lenguaje de los labios, el amor se manifiesta en las obras.
Roguemos al Señor para que, cuando nos pida algo, no hagamos como el hijo que dijo que sí a su padre y después no fue.