Cuarto
Domingo de Pascua Ciclo A
La
fe es un don de Dios y, humanamente, se consigue por el conocimiento y por la
contemplación de la persona adorable de Jesucristo.
Frecuentemente
podríamos hacernos esta pregunta: ¿Quién es Jesucristo?, y sobre todo esta
otra: ¿Quién es Jesucristo para mí?
San
Juan de la Cruz dice: Jesucristo es como una mina con numerosa galerías de tesoros, en la
cual, por más que se cojas, los tesoros no se agotan nunca, nunca se acaban;
muy al contrario, en cada galería, por todas partes, se descubren filones
nuevos de riquezas nuevas
(Canto 37).
Una
respuesta a nuestra pregunta puede ser la que nos da el evangelio de hoy. Jesús
nos dice: Yo
Soy El Buen Pastor. El
Pastor que conoce, alimenta y quiere a sus ovejas.
Una
imagen de Jesús como buen pastor la podamos ver en estas palabras de Ezequiel: Yo
mismo apacentaré a mis ovejas y las llevaré a la majada, oráculo del Señor.
Buscaré a la oveja perdida y traeré a la descarriada; vendaré la herida,
robusteceré a la flaca, cuidaré a la gorda y robusta; las pacentaré como se
debe (Ez 34,15-16).
Para
nosotros, cristianos del siglo veintiuno, que vivimos en una gran ciudad y que
apenas sabemos lo que es un pastor, estas palabras de Cristo no tienen la fuerza
que tenían para los judíos. Ellos sabían muy bien cómo era un pastor. El
mismo Dios, en la Escritura, se presenta como pastor del pueblo de Israel.
David, Moisés y otros profetas fueron pastores. El salmista dice: El
Señor es mi pastor, nada me falta: en verdes praderas me hace recostar; me
conduce hacia fuentes tranquilas y repara mis fuerzas; me guía por el sendero
justo, por el honor de su nombre (Sal 22, 1-3).
Para
comprender las palabras de Jesús hemos de situarnos en el tiempo de Jesús, en
el momento en el que Jesús hablaba. En aquel tiempo había muchos pastores y
muchos rebaños. Al atardecer reunían las ovejas en un mismo redil, y a luz del
alba iban los pastores al redil y llamaban a sus ovejas, y estas reconocían la
voz de sus amos y les seguían.
Nosotros
sabemos que Cristo nos conoce. El Evangelio dice: Yo
soy el buen pastor; conozco a mis ovejas y ellas me conocen a mí (Jn 10,14)
Como el pastor conoce a las ovejas, Jesús nos conoce por nuestro mismo nombre:
Pedro, Juan, Montserrat, o como te llames. Cada persona es un modelo único,
original, cada persona es diferente, yo soy diferente de todos los demás; no
hay una copia igual. Un proverbio popular dice: ‘Cuando Dios crea una persona,
después rompe el molde’. El hijo puede parecerse al padre, pero, en realidad,
es muy diferente.
Nosotros
sabemos que Jesús, el buen Pastor, nos quiere, porque ha dado su vida por
nosotros. No hace mucho lo contemplábamos muerto en la cruz y le decíamos:
gracias, Señor, porque has muerto para que tengamos vida. Gracias, Señor,
porque vuestra muerte es una señal de vuestro amor.
Cuida
de nosotros
Creemos
en la providencia. Jesucristo dice: Fijaos
en las aves del cielo; ni siembran ni siegan ni recogen en graneros, y sin
embargo vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más
que ellas? (Mt 6,26-27).
Nos
defiende
Cuando
vienen los lobos y nos atacan. El hombre continuamente es atacado por el egoísmo,
por querer ser más que los demás, por despreciar a los otros y por la misma
sociedad en la que vivimos. El obispo de Segorbe, Juan Antonio Reig, dice: Lo
que preocupa más y más en el nuevo panorama de la cultura occidental, es que
al mal se le llame bien, y el pecado se presente como progreso y libertad,
queriendo que sea como un derecho individual garantizado por la misma ley.
San
Pedro dice: Vivid con sobriedad y estad
alerta. El diablo, vuestro enemigo, ronda como león rugiente buscando a quien
devorar. Enfrentaos a él con la firmeza de la fe (1Pe 5,8-9).
El
buen Pastor nos alimenta con su propia carne y sangre en la Eucaristía. Tomad
y comed, esto es mi cuerpo. Tomad y bebed, esta es mi sangre. La mayor
prueba del amor de nuestro buen Pastor, es que alimenta a sus ovejas, y lo
tenemos en la Eucaristía, como banquete, del cual participemos cuando vamos a
comulgar.
Del
mismo modo que el pastor conoce a sus ovejas, nosotros hemos de conocer al buen
Pastor, nos hemos de alimentar con su carne y sangre. Del mismo modo que la
comida se transforma en nuestro cuerpo, nosotros nos hemos de transformar en la
persona de Cristo. Todo cristiano ha de ser otro Cristo a la tierra.
Cristo
se lamentaba que había muchas ovejas que no pertenecían a su redil.
No
quiero ser pesimista pero sí realista. El nivel religioso baja cada vez más en
nuestra tierra. Todos somos responsables de lo que pasa. Si nosotros fuésemos
mejores, la sociedad sería mejor.
Cada
uno, según su vocación, ha de trabajar por dar a conocer a Jesucristo. Hay
diversidad de dones y hay diversidad de vocaciones.
En
el día de hoy roguemos para que todos nos sintamos responsables de las ovejas
que están fuera del redil, y también, de una manera especial, por los
sacerdotes y por las vocaciones religiosas, puesto que, este día, la Iglesia lo
dedica a rogar por esta intención.