Quinto Domingo de Cuaresma Ciclo A  
(solo texto para imprimir)

Nos disponemos a contemplar la actitud de Jesús ante la muerte de su amigo, Lázaro.

Si vais a Palestina y visitáis Betania, encontraréis la casa de la amistad, donde vivieron Marta, María y Lázaro.

Jesús vino a salvar a todos los hombres, sin distinción de personas, pero también tenía sus amigos íntimos: los discípulos y, como más íntimos, Pedro, Juan y Santiago. Lo mismo eran sus amigos Marta, Maria y Lázaro.

Como Jesús, todos necesitamos tener amigos, necesitamos de la amistad.

La casa de Lázaro era una casa amiga donde Jesús iba con frecuencia para descansar, hablar distendidamente y disfrutar de la compañía de los amigos y las amigas.

Lázaro se puso enfermo. Sus hermanas se lo comunicaron a Jesús diciéndole: Señor, tu amigo está enfermo (Jn 11,3). No le dicen que venga, ni que lo cure, sino sólo esto: ‘el que tu amas está enfermo’. Estas palabras eran suficientes para que Jesús hiciera lo que tenía que hacer, igual que, cuando una madre recibe el aviso que su hijo está enfermo, sabe muy bien lo que ha de hacer.

El evangelista subraya que Jesús amaba mucho a Marta, María y Lázaro.

Jesús, a los dos días de haber recibido le aviso, se puso en camino, y cuando llegó a Betania, Marta, con mucha confianza, y como regañándole, le dice: Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano. Pero, aún así, yo sé que todo lo que pidas a Dios él te lo concederá (Jn 11,21). La primera reacción expresa su sentimiento humano, y la segunda su fe en Jesucristo. Como si dijera, ya sé que quieres mucho a mi hermano y que harás lo que puedas por él.

Jesús le contesta: Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque haya muerto, vivirá, y todo el que esté vivo y crea en mí, jamás morirá. ¿Crees esto? Ella contestó: ‑Sí, Señor; yo creo que tú eres el Mesías, el Hijo de Dios que tenía que venir a este mundo (Jn 11, 25-27). ¡Qué acto de fe más bonito!

Entonces, Marta fue a decirle a María: El Maestro está aquí y te llama (Jn 11,28). María, de rodillas a los pies de Jesús, le hace la misma queja de Marta. El evangelista nos dice que Jesús se emocionó profundamente y preguntó: ¿Dónde lo habéis puesto?

Mientras iba al sepulcro, Jesús rompió a llorar

¡Un Dios que llora la muerte de su amigo! No tiene vergüenza de manifestar sus sentimientos de tristeza, y públicamente demuestra lo mucho que lo quería, de tal forma que los judíos decían: ¡Cómo lo quería!

También nosotros, ante la muerte del padre, o de la madre, de un hijo o de un amigo, hemos llorado, aunque creemos en la resurrección de los muertos y que volveremos a ver a las personas más queridas que la muerte nos ha arrebatado.

Jesús manda levantar la losa, y Marta observa que su hermano se está descomponiendo y que despide muy mal olor.

El que, al comienzo del mundo había creado al hombre para vivir sin pasar por la muerte, ahora, como consecuencia del pecado, se encuentra ante la muerte de un amigo que se descompone y huele mal.

Jesús, que es la vida misma, reacciona diciendo: Lázaro, ¡sal fuera! El hombre que estaba muerto vuelve a la vida por las palabras de Jesús. El muerto salió. Tenía las manos y los pies vendados y la cara envuelta en un sudario. Jesús les dijo: ‑Quitadle las vendas para que pueda andar (Jn 11,44).

¡Qué impresión! Jesús ya no llora; yo diría que sonreiría y los judíos que estaban allí, admirados, creyeron en Jesús.

Para acabar, quiero recordar una idea fundamental de nuestro cristianismo, recordando la resurrección de Lázaro y la del mismo Jesucristo, que es nuestra propia resurrección.

El Catecismo de lo Iglesia Católica (núm. 1014), hablando del sentido de la muerte cristiana, cita estas palabras de santo Francisco de Asís:

 

Y por la hermana muerte, ¡loado mi Señor!

Ningún viviente escapa de su persecución;

¡ay si en pecado grave sorprende al pecador!

¡Dichosos los que cumplen la voluntad de Dios!

(Cántico 2)

 

Y la liturgia de difuntos: La muerte, Señor, no destruye la vida de quienes creen en ti, tan sólo la transforma, y cuando se deshace la casa de la estancia terrenal, encuentran otra eterna en el cielo.

Jesús dijo a Marta que Él era la resurrección y la vida, y le preguntó si lo creía, y ella le contestó que sí, que creía que Él era el Hijo de Dios y el Mesías.

Hoy, también, el Señor nos hace la misma pregunta a nosotros: ¿Creéis que Yo soy la resurrección y la vida? Que nuestra respuesta sea: Sí, lo creo, y por eso celebraremos con tristeza vuestra pasión y muerte, y con alegría y gozo vuestra resurrección, en esta semana santa que ya está cercana.

Testamento Espiritual

De los escritos de Mn. Jaume Tobella y Llobet.

 

"Siempre me encuentro con Vos, Señor.

Con Vos estoy.

Os encuentro en cada persona.

Miro que mis acciones sean las vuestras,

que la gente vea con claridad mi fe en Vos.

Ya no querría buscar nada más que a Vos...

Os encuentro en la paz y soledad de los campos en Sant Esteve Sesrovires, cuando os escucho y os veo presente viendo las maravillas de la creación; Vos pasáis por las montañas y los campos verdes,

Vos regaláis al hombre la fruta,

y los pájaros se alegran cuando pasáis.

Os encuentro en las calles del Sagrado Corazón,

fangosos o llenos de polvo;

subiendo las escaleras oscuras y mugrientas;

os veo en una habitación oscura con un enfermo en una cama arrinconada.

Os veo en el niño que mira a su padre que busca trabajo y no encuentra,

y aunque mis ojos se llenan de lágrimas,

mi corazón confía en Vos y sabe del amor.

Os veo presente incluso en el hombre que ha perdido la luz de la fe,

y dentro de su corazón, solitario,

aún veo al hombre salvado.

Si, así lo afirmaría mil veces.

En la oración de cada día encuentro el trato íntimo con Vos y,

no obstante mis infidelidades y limitaciones,

Cristo ha sido y es mi amigo fiel.

Vivir con Cristo, Amigo...

Cristo no es una idea, es una persona.

En este tiempo último tengo una conciencia cada día más clara

que mi actitud ha de ser de servicio.

Ni un solo latido de mi corazón que no sea así...

Servicio a los hijos de Dios,

para dar a Cristo en el misterio redentor,

para la salvación del mundo.

En medio de la oscuridad,

veo la luz. ¡Estoy seguro!

 

Barcelona, el Sagrado Corazón, 14 de mayo de 1971.

 

Mn. JAUME TOBELLA l LLOBET, presbítero