DOMINGO DE PENTECOSTÉS,
II
(sólo
texto, para imprimir)
Celebramos, hoy, la gran fiesta de
Pentecostés, la venida del Espíritu Santo. Una gran fiesta para nosotros los
cristianos
El Espíritu Santo es la persona a quien adoramos y glorificamos con el Padre y el Hijo. La Iglesia lo ha recibido del Señor y lo profesa en el Bautismo de sus nuevos hijos (Cat I.C., 691). De acuerdo con la descripción que los evangelistas hacen de Él, artistas de todos los tiempos han representado al Espíritu Santo como una paloma o con lenguas de fuego, como podemos contemplar en la vidriera del presbiterio.
San Mateo nos dice que, cuando Jesús fue bautizado por san Juan Bautista, "salió del agua y, mientras salía, se abrieron los cielos y vio al Espíritu de Dios que bajaba como una paloma y venía sobre él. Y una voz del cielo decía: Este es mi hijo amado, en quien me he complacido" (Mt 3, 16-17).De la misma forma, el Espíritu Santo baja y reposa sobre el corazón purificado de los nuevos bautizados.
Los
cristianos, por el Bautismo, somos templos del Espíritu Santo. En la primera
carta a los Corintios, san Pablo dice lo siguiente: "¿No sabéis que
vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo que habéis recibido de Dios y
habita en vosotros? Ya no os pertenecéis a vosotros mismos" (1Cor 6,
19). El Espíritu Santo es el don que nos ha dado Jesucristo resucitado y que la
Iglesia nos recuerda al principio de la Misa: "La gracia de nuestro
Señor Jesucristo, el amor del Padre y el don del Espíritu Santo estén con todos
vosotros
El Espíritu Santo es la persona que adoramos y glorificamos con el
Padre y el Hijo. La iglesia lo ha recibido del Señor y lo profesa en el bautizo
de los nuevos hijos. (Cat I.C. 691).
El ESPÍRITU SANTO FUENTE DE LA VERDADERA ALEGRÍA
El Espíritu Santo es como una mina de
diamantes de la que se pueden sacar muchos diamantes y mirarlos de diferentes
maneras y ángulos.
San
Pablo, en su carta a los Gálatas (5, 22), nos presenta como uno de los frutos
del Espíritu Santo, la verdadera alegría. No se trata naturalmente de una
alegría humana, transitoria y superficial, sino de la verdadera alegría que
llena el corazón de los cristianos que saben invocar con devoción al Espíritu
Santo.
Hoy os quiero presentar, con toda sencillez,
al Espíritu Santo como fuente de verdadera alegría siguiendo tal y como nos lo
presentan los evangelistas en sus diversas maneras de manifestarse.
El Espíritu Santo inspira alegría a María, a
Isabel y a Simeón.
Cuando
el ángel del Señor se apareció a aquella doncella de Nazaret, unida por acuerdo
matrimonial con José, las primeras palabras que le dirige son precisamente
estas. "Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo" (Lc
1,28). La palabra que usa Lucas en griego es "Jaire", que
quiere decir alégrate. Es motivo de alegría anunciarle si quería
concebir a Jesús por obra y gracia del Espíritu Santo. Estas palabras llenarían
de alegría a María.
María habiendo sabido por el ángel que su
prima Isabel esperaba un hijo, dejando Nazaret y su esposo José, fue a ayudarla
y después que Isabel sintió el saludo de María el niño saltó dentro sus
entrañas. Isabel quedó llena del Espíritu Santo. Entonces gritó en alta voz: Bendita
eres entre todas las mujeres y bendito
es el fruto de tu vientre. ¡Quién soy yo para que la Madre de mi Señor venga a
visitarme ? (Lc 1,39-43). Isabel siente la alegría de su hijito y llena del
Espíritu Santo saluda a la Madre que había concebido por obra y gracia también
del mismo. Espíritu Santo.
El
venerable anciano Simeón movido por el mismo Espíritu Santo, que le había
inspirado que no moriría antes de ver al Mesías y le había impulsado a ir al
Templo, saluda con alegría a la Madre de Jesús, llena del Espíritu Santo (Lc 2,
25-33).
El
mensaje de Jesús es un mensaje de alegría. Uno de los frutos y dones del
Espíritu Santo es el don de la alegría y Jesús concebido por obra y gracia del
Espíritu Santo, poseía este don de alegría en un grado superlativo
Cuando
los setenta y dos discípulos de Jesús vuelven de la misión de predicar que les
había encomendado Jesús, regresan llenos de alegría ( Lc 10,17) contentos del
fruto de su predicación. Jesús les dice: Alegraos porque vuestros nombres están escritos en el cielo (Lc
10,20).
Jesús
mismo orando, se llenó de alegría del Espíritu Santo y dijo: " Te
ensalzo Padre, Señor del cielo y de la tierra porque has revelado a los
sencillos todo aquello que has escondido a los sabios y entendidos” (Lc 10,
21).
Jesús
se dirige a sus discípulos invitándoles a alegrarse y vencer la tentación de la
tristeza que tienen, porque El debe marcharse. Esta es la condición establecida
por designio de Dios para la venida del Espíritu Santo. Os digo la verdad,
conviene que me vaya, porque si no me voy el Defensor no vendrá a vosotros, en
cambio si me voy os lo enviaré (Jn 16,7).
Será
el don del Espíritu Santo quien dará a los discípulos una alegría inmensa,
según la manera de hablar de Jesús después de haber invitado a los discípulos a
permanecer en su amor dice: "Os he dicho esto porque mi alegría sea la
vuestra y la vuestra sea completa” (Jn 15,11). Es el Espíritu Santo quien
da la alegría al corazón de los discípulos, la misma alegría de Jesús, alegría
de fidelidad y de amor que viene del Padre.
Cuando Jesús, el día de su Ascensión, sube al
cielo, el evangelista notó que los discípulos se volvieron a Jerusalén llenos
de una gran alegría (Lc 24,52).
Parece,
humanamente hablando, que tenían que estar muy tristes porque el Maestro los había dejado, pero no;
estaban llenos de alegría, notad, llenos de alegría, porque
tenían la promesa de Jesús que les enviaría el Espíritu Santo que les ayudaría
en la tarea que Él les había dado, de predicar a todo el mundo la buena nueva
del Evangelio.
El mismo san Lucas en el libro de los Hechos
de los Apóstoles hace notar que los discípulos de Jesús, cuando iban a predicar,
vivían llenos de alegría y del Espíritu Santo (Hec 13,52).
Esta
alegría se manifestaba en las reuniones de los primeros cristianos. Se había
creado un ambiente de gozo y alegría entre los Apóstoles y la comunidad
cristiana, formada de cristianos que llenos de alegría y entusiasmo abrazaban
la fe, recibían el bautismo y participaban de la Eucaristía. Eran constantes en
asistir al culto en el templo. En casa partían el pan y tomaban juntos sus
alimentos con gozo y sencillez. Alababan a Dios y eran bien vistos de todo el
pueblo (Hec 2,46-47).
Anécdota
Un
fruto del Espíritu Santo es la alegría. Yo recuerdo que unas de las personas
que he visto en mi vida más alegres, fue una religiosa. Cuando era seminarista
visitamos la leprosería de san Lázaro (en Barcelona) dónde había una religiosa,
llena de lepra y muy enferma y explicó que la alegría que sentía por estar unida a Jesús crucificado era un
don que el Espíritu Santo le había dado en su larga enfermedad.
Pregària
Que el Espíritu Santo en su fiesta de
Pentecostés nos haga sentir la alegría de ser cristianos y poder conocer y amar
a Jesús y a su madre, María, que lo concibió por obra y gracia del Espíritu
Santo.
Que
paséis un buen domingo