SANTÍSIMA TRINIDAD (III)
El pasado domingo celebrábamos la fiesta de Pentecostés y hoy nos reunimos para
contemplar y meditar el misterio más grande de nuestra fe, el misterio de la
Santísima Trinidad.
¿Qué es un misterio?
Hablando
en un sentido general, un misterio es algo incomprensible. En un sentido
religioso es una verdad de fe que con nuestras fuerzas naturales no podemos
comprender, puesto que nuestra inteligencia no está preparada para comprenderlo. Si nosotros pudiéramos comprender todas las cosas de Dios
seríamos igual que Él. Dios es el creador y nosotros somos sus criaturas.
El hombre por la razón puede llegar a un conocimiento de Dios y solamente por
la revelación a los misterios propios de Dios.
La Santísima Trinidad un misterio revelado por Jesucristo
En
el día de hoy, no digo a Moisés que nos hable de Dios como decían los
israelitas. Sino que le pido a Jesucristo que nos hable de Dios y nos revele
algunas cosas de Dios que nosotros en realidad no podemos comprender. Cosas que
aceptaremos por ser reveladas la persona de Jesucristo, Hijo de Dios, que es el
camino la verdad y la vida (Jn 14,6).
Se explica de san Agustín que un día paseando por la playa vio a un niño, que
era un ángel, que intentaba poner toda el agua del mar en un hoyo que había
hecho. San Agustín le dijo que era imposible poner toda el agua del mar en
aquel hoyo, y el ángel le contestó que también era imposible que él
comprendiera el misterio de la Trinidad.
¿Qué es el misterio de la Santísima Trinidad?
El misterio de la Santísima Trinidad es que en Dios hay tres personas, iguales
y distintas, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. No tres dioses, sino un
solo Dios.
El prefacio de la misa de hoy nos lo explica de la
siguiente manera:
Es nuestro deber y es nuestra salvación, darte gracias siempre y en todo
lugar, Señor, Padre Santo, Dios omnipotente y eterno.
Que con tu único Hijo y el Espíritu Santo eres un solo
Señor, no una sola Persona, sino tres personas en una sola naturaleza.
Jesucristo compara a Dios con el padre del
hijo pródigo en aquella parábola tan bonita del padre de la misericordia o del
hijo pródigo. Cuando el hijo pequeño marcha de casa y vuelve, lo abraza, lo
besa, y hace preparar un gran banquete para celebrarlo porque “este hijo mío
estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y lo hemos reencontrado”
(Lc 15, 11-24).
El misterio de la Trinidad lo encontramos en san Mateo cuando Jesús envía a
predicar y bautizar a los apóstoles con estas palabras: “Me ha sido dado
todo poder en cielo y tierra Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes,
bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo y
enseñadlas a guardar todo lo que os he
mandado. Y sabed que yo estoy con
vosotros todos los días hasta el fin
del mundo” (Mt 28,19-20).
¿Quién es el Padre?
En el Credo decimos: Creo en un solo Dios, Padre todopoderoso, creador del
cielo y de la tierra, de todas las cosas visibles e invisibles.
Jesucristo ha revelado que Dios es Padre en un sentido desconocido. No lo es solamente
como Creador, es Padre eternamente en relación con su Hijo único, el cual
recíprocamente, sólo es Hijo con relación al Padre (C.I.C. 240).
Nosotros somos hijos de Dios por el bautismo, pero hijos adoptivos.
Y en un solo Señor, Jesucristo. Hijo Unigénito de Dios nacido del Padre
antes de todos el siglos.
Qué entendemos cuando decimos “nacido del Padre antes de todos los siglos”?
De
acuerdo con la Tradición apostólica, el año 325, en el primer concilio
ecuménico de Nicea, la Iglesia confesó que el Hijo es consubstancial al Padre,
es decir, un solo Dios con él. El segundo Concilio ecuménico reunido en
Constantinopla, el año 381, conservó esta expresión en la forma del credo de
Nicea y confesó al “Hijo Unigénito de Dios, nacido del Padre antes de todos los
siglos, Dios nacido de Dios, Luz resplandor de la Luz, Dios verdadero,
engendrado, no creado, de la misma naturaleza del Padre, consubstancial al
Padre” (C.I.C. 242).
¿Quién es la segunda persona de la Santísima Trinidad?
La segunda persona de la Santísima
Trinidad es el Hijo Unigénito de Dios. El Hijo encarnado es Jesucristo
de quien ya sabemos muchas cosas.
Permitidme
que os presente un pequeño resumen del Hijo hecho hombre, Jesucristo:
Jesucristo fue concebido por obra del Espíritu Santo, nació de Maria Virgen.
Padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado.
Bajó a los infiernos, resucitó al tercer día de entre los muertos.
Subió
al cielo.
El Catecismo de la Iglesia Católica dice:
Las
frecuentes afirmaciones del Nuevo Testamento según las cuales Jesús
"resucitó de entre los muertos" (Hch 3, 15; Rm 8, 11; 1 Co 15, 20)
presuponen que, antes de la resurrección, permaneció en la morada de los
muertos (cf. Hb 13, 20). Es el primer sentido que dio la predicación apostólica
al descenso de Jesús a los infiernos; Jesús conoció la muerte como todos los
hombres y se reunió con ellos en la morada de los muertos. Pero ha descendido
como Salvador proclamando la buena nueva a los espíritus que estaban allí
detenidos (cf. 1 P 3,18-19) (C.I. C. 632).
Subió al cielo, está sentado a la derecha de Dios, Padre Todopoderoso.
”La derecha del Pare” hay que entenderlo como una imagen que nos puede
ayudar.
De allí ha de venir a juzgar a los
vivos y los muertos.
Creemos en el Espíritu Santo,
Señor y dador de la vida.
Que procede del Padre y del Hijo, que con
el Padre y el Hijo recibe una
misma adoración y gloria.
Mediante el Bautismo, primer sacramento de la fe, la Vida, que tiene su
fuente en el Padre y se nos ofrece por el Hijo, se nos comunica íntima y
personalmente por el Espíritu Santo en la Iglesia
(C.I.C. 683).
El Espíritu Santo procede del Padre y del Hijo por “vía del amor” y, como
Dios,
es adorado. Solamente se adora a Dios. Y es además glorificado, pues le damos
gloria y honor por ser Dios.
En el evangelio del día de hoy Jesús nos dice: Todavía tengo muchas cosas
que deciros, pero por ahora sería una carga demasiada pesada. Cuando venga el
Defensor, el Espíritu de verdad, os guiará al conocimiento de la verdad entera
(Jn 16,12-13)
Será el Espíritu Santo quien vendrá y
nos guiará al conocimiento de la verdad entera. De ahora en adelante el
Espíritu Santo será nuestro Maestro. El Espíritu Santo nos dará a conocer a
Jesucristo.
Dice san Pablo: ¿No sabéis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo
que habéis recibido de Dios y habita en vosotros? (1 Co 9,6).
Plegaria
Venid, Espíritu Santo,
llenad mi corazón de la vuestra presencia.
Encended la llama de vuestro amor
para que sepa amar como Jesús.
Iluminad mi inteligencia,
para que conozca la grandeza de Dios
y la grandeza de las personas.
Fortaleced mi voluntad,
para que siga con fidelidad
el camino que me ha mostrado Jesús.
Que toda mi vida
esté empapada de vuestro amor
porque, ya aquí en la tierra,
viva una vida de comunión
con Dios y con los hermanos.
(Nuevas plegarias de Josep Codina y Farrés).
Que paséis un buen domingo de la Santísima Trinidad.