SOLEMNIDAD DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD - B
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La Doble Trinidad. Bartolomé Esteban Murillo (1618-1682). Natonal Gallery (Londres)¿Habéis pesado seriamente que nuestra vida cristiana empieza en el nombre de la Santísima Trinidad?

El sacerdote nos bautizó en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, pronunciando estas palabras cuando echaba el agua bautismal sobre nuestra cabeza. Y cumpliendo el mandato que Jesús dio a los Apóstoles y que hemos escuchado en el evangelio de hoy: Dios me ha dado autoridad plena sobre cielo y tierra. Poneos, pues, en camino, hace discípulos a todos los pueblos y bautizadlos para consagrarlos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo, enseñándoles a poner por obra todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin de este mundo (Mt 28, 18-20).

El prefacio de la misa de hoy nos explica el misterio de la Santísima Trinidad con estas palabras: En verdad es justo y necesario, es nuestro deber y salvación, darte gracias siempre y en todo lugar. Señor, Padre santo, Dios todopoderoso y eterno.

Que con tu único Hijo y el Espíritu Santo eres un solo Dios, un solo Señor; no una sola Persona, sino tres Personas en una sola naturaleza.

Y lo que creemos de tu gloria, porque tú lo revelaste, lo afirmamos también de tu Hijo, y también del Espíritu Santo, sin diferencia ni distinción. De modo que al proclamar nuestra fe en la verdadera y eterna divinidad, adoramos tres Personas distintas, de única naturaleza e iguales en su dignidad.

El catecismo de la Iglesia católica nos dice: El misterio de la santísima Trinidad es el misterio central de la fe y de la vida cristiana. Es el misterio de Dios en sí mismo. Es, pues, la fuente de todos los otros misterios de la fe; es la luz que los ilumina. Es la enseñanza más fundamental y esencial en la “jerarquía de las verdades de la fe”.(C. E. C.234).

Jesús nos ha revelado el misterio la Santísima Trinidad, que siendo tres personas iguales y distintas no son tres dioses, sino un solo Dios.

Cuando decimos que la Santísima Trinidad es un misterio, entendemos que lo creemos por la autoridad divina de Jesús y que a pesar de su continua revelación sigue siendo un misterio impenetrable. Dice san Agustín: Si lo has comprendido, no es Dios (Sermón 52, 6,16).

La Trinidad es un misterio en sentido estricto. El hombre creado no está preparado para penetrarlo. Recuerdo que una chica, hablando del misterio y del conocimiento de Dios me decía, que si ella pudiera entender todas las cosas de Dios ya no sería criatura sino que seria dios, porque su inteligencia sería infinita.

Misterio que nos hace captar la pequeñez de nuestra condición humana, comparada con la inmensa Grandeza de Dios.

Dios ha dejado huellas de su misterio en las obras de la creación y en la revelación del Antiguo Testamento. Pero la intimidad de Dios, en su ser como Trinidad santa, es un misterio inaccesible para la inteligencia humana abandonada a sus fuerzas.

En el Antiguo Testamento Dios reveló a los hombres su Unidad. Hay un solo Dios, creador y Señor de todas las cosas creadas. Dios dijo a Moisés: Yo soy el que soy. (Ex 3, 14).

Después, en la plenitud del tiempo, Jesús, el Hijo de Dios, con una pedagogía incomparable, revela que en Dios hay tres personas, iguales y distintas, que nosotros decimos la Santísima Trinidad.

Jesús habla muchas veces del Padre, durante toda su vida está refiriéndose al Padre.

Cuando Jesús, a la edad de doce años se quedó en el templo de Jerusalén, la respuesta que dio cuando lo encontraron fue esta: ¿No sabíais que yo debo ocuparme de los asuntos de mi Padre? (Lc 2,49).

El evangelista Juan escribe citando al mismo Jesucristo estas palabras: Salí del padre y vine al mundo; ahora dejo el mundo para volver al Padre (Jn 16,28). Padre, ha llegado la hora. Glorifica a tu Hijo, para que tu Hijo te glorifique a ti (Jn 17,1), y san Lucas dice de Jesús refiriéndose a la voluntad del Padre: No se haga mi voluntad, sino la tuya (Lc 22,42).

Los judíos querían matar a Jesús porque decía que Dios era su propio Padre, y se hacía igual a Dios (Jn 5,18).

También Jesús habla muchas veces del Espíritu Santo. En la última cena, Jesús dice a los discípulos estas palabras refiriéndose al Espíritu Santo: Yo rogaré al Padre para que os envíe otro Paráclito, para que esté siempre con vosotros. Es el Espíritu de la verdad (Jn 14,16).

Alberto Durero. Adoración de la Santísima Trinidad.Una anécdota

Recuerdo que una vez llamaron a mi puerta unos testigos de Jehová, cuando les pregunté si se habían bautizado en la Iglesia Católica me respondieron que sí. Entonces, les pregunté porqué la habían abandonado, y me respondieron porque la Iglesia Católica enseña cosas que no están en la Biblia, por ejemplo, la Trinidad. Yo les cité las palabras del evangelio de hoy, diciendo que Jesús habla claramente del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, que es la Trinidad, y que esto se encuentra en el evangelio. Ellos no supieron qué responder y se marcharon.

Para acabar recordemos que Jesús, que es igual al Padre y al Espíritu Santo nos ha dado a María, su madre, y podemos recibirle en la sagrada comunión.

 

Que paséis un buen domingo.

 

ORACIONES

Adoremos y glorifiquemos, llenos de alegría, al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo,
diciendo todos:

Gloria al Padre, y al Hijo y al Espíritu Santo.

Padre santo, danos el Espíritu Santo que nos enseñe a rogar como es debido; puesto que no sabemos.

    Que ayude nuestra debilidad y ruegue por nosotros.

Hijo de Dios, que rogaste al Padre que diera el Espíritu Santo de la verdad a vuestra Iglesia,

    Haz que se quede siempre con nosotros.

Ven, Espíritu Santo, comunícanos los frutos: del amor, el gozo, la paz, la paciencia, la bondad, la fidelidad, la mansedumbre, la fe, la modestia, la sobriedad y la castidad.

Padre todopoderoso, que enviaste a nuestros corazones el Espíritu de vuestro Hijo, que grita: Abbà, Padre,

    haznos dóciles al mismo Espíritu para que seamos herederos tuyos y coherederos con Jesucristo.

Oh Cristo, que nos enviasteis al Espíritu Santo que procede del Padre para que diera testimonio de ti,

    Concedednos que seamos también nosotros testigos tuyos ante los hombres.