PRIMER DOMINGO DE ADVIENTO - Ciclo A
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Es primer domingo de Adviento y hoy comenzamos el año litúrgico.

Todavía resuenan en nuestros oídos estas palabras de san Pablo de la segunda lectura: Ya es hora de espabilarse. Ya es hora que despertéis (Rm 13, 11). La Iglesia nos lo recuerda porque muchas veces estamos adormilados, en lo que se refiere a las cosas de Dios. Es pues una llamada de atención. ¡Venga!, despertad, no durmáis más. A veces da la impresión de que la mayoría de los cristianos están, o estamos adormecidos, o que hacemos las cosas de una manera rutinaria, sin ninguna alegría, sin sentir el gozo de trabajar por el Señor.

Nuestras comunidades están medio adormecidas, es hora ya de despertar.

La otra invitación en este tiempo de Adviento es: Así que velad, porque no sabéis qué día llegará vuestro Señor (Mt 24, 42). Lo mismo vosotros, estad preparados; porque a la hora que menos penséis, vendrá el Hijo del hombre (Mt 24, 44). Son palabras de Jesús. Después pone esta comparación: Si el señor de la casa supiera la hora que el ladrón va a venir, no se dormiría, y acaba diciéndonos que estemos a punto, porque a la hora que menos pensemos vendrá el Hijo del Hombre.

01advent3_p.JPG (29455 bytes)Palabras claves para este tiempo de Adviento: Ya basta de dormir, despertad, estad siempre a punto.

Este domingo de Adviento tiene un sentido escatológico. La Iglesia quiere que, al preparar la venida de Jesús en la cueva de Belén, prepararemos y tengamos presente su última venida al final del mundo, en la que Cristo vendrá lleno de majestad y gloria para juzgar a vivos y muertos. Entonces separará a unos de otros, los de un lado oirán estas palabras: Venid, benditos de mi Padre, tomad posesión del reino preparado para vosotros desde la creación del mundo (Mt 25, 34), y a los otros: irán al castigo eterno, y los justos a la vida eterna (Mt 25, 46).

No podemos perder de vista este final. Es como un barco que se dirige al puerto de una ciudad; no puede perder la orientación, todos sus movimientos han de ir encaminados al puerto de la ciudad a la que desea llegar.

También puede compararse con el que desea escalar una montaña; no se ha de equivocar de camino, de lo contrario no llegará a la cima.

Nosotros somos peregrinos que vamos hacia la casa del Padre. No podemos perder la orientación, ni equivocarnos de camino.

Para no extraviarnos san Pablo nos dice: Revestíos de Jesucristo (Rm 13,14). ¡Qué metáfora más bonita!

Que Cristo esté siempre en nosotros, y de una forma especial, que lo experimentemos en nuestra oración. Que cuando recemos bien, sintamos la presencia de Jesús que nos habla como un buen amigo.

Cristo es el que nos acompaña en este caminar hacia la eternidad, también en la eucaristía cuando la recibimos con fe y devoción.

Cristo es el que vemos pobre y humilde en la cueva de Belén, en este tiempo de Navidad.

Con Cristo nos encontramos cuando hacemos una buena confesión. Recuerda que, si estás en pecado grave, no puedes "encontrarte" con Jesucristo en la Comunión Eucarística.

Es a Cristo al que tenemos que encontrar, o reencontrar, en este tiempo de Adviento, si queremos celebrar, como Dios quiere, la gran fiesta de Navidad que ya se acerca.

01advent2_p.JPG (29522 bytes)Tiempo de Adviento, tiempo de renovación, tiempo de despertar. Tiempo de no vivir como los paganos: En los días que precedieron al diluvio, la gente comía, bebía y se casaba, hasta el día en que entró Noé en el arca; y no se dieron cuenta hasta que vino el diluvio y los arrastró a todos (Mt 24, 38-39); los hombres y las mujeres vivían sin ningún sentido espiritual.

Mucha gente vive el momento presente sin ningún deseo de establecer un proyecto de vida, sin la menor coherencia, de tipo humano o cristiano. Tal vez por esto la carta a los romanos, en paralelo con el evangelio, dice enérgicamente: Nada de comilonas y borracheras; nada de lujuria y libertinaje, nada de envidias y rivalidades (Rom 13,13).

Y, en positivo, nos exhorta a que seamos conscientes de los momentos que vivimos. No tendríamos que salir de este templo sin el firme propósito de preparar la venida del Cristo, siendo hombres y mujeres de oración, revestidos de Jesucristo y dándonos a los hermanos, sembrando paz y gozo en la familia, en el trabajo y en la vida pública.

Recomendación final: haced un buen pesebre en vuestros hogares.