SEGUNDO DOMINGO DE ADVENTO (II) Ciclo A

 

En el pasado domingo Jesús nos recordaba que teníamos que vigilar y estar atentos, como el portero que espera la llegada de su amo. Hoy nos encontramos con este vigilante que espera la venida de Jesús. Este vigilante es la gran figura de Juan Baptista.

¿Qué es lo que nos enseña san Juan? Juan Baptista es el hombre que buscaba a Dios en el desierto. Allí lo encuentra. Era su vocación. Todos hemos de que encontrar a Dios según nuestra vocación. Juan era un hombre contemplativo.

Muchas personas no entienden la vida contemplativa, y tampoco tienen interés por saber en qué consiste una vida contemplativa. ¿Sabéis cuál es el lema benedictino? es: Ora et labora (reza y trabaja).

Algunas personas dicen: para qué están los monjes y las monjas, por qué no se quedan en el mundo y trabajan en algo que ayude los demás, ¡con tanto trabajo como hay!

Juan también tenía mucho trabajo, aun así, se retiró al desierto y de este modo llevó a término su trabajo, hizo mucho más que si se hubiera quedado en el mundo.

La Iglesia necesita de estos monasterios para realizar su tarea. El trabajo callado y silencioso de los monjes tiene un gran valor, a veces no sabemos apreciarlo. Los monasterios son como las raíces del árbol de la Iglesia, lo sustentan para que de frutos abundantes.

Juan, el hombre CONTEMPLATIVO por excelencia, es también el hombre PENITENTE. Llevaba Juan un vestido de pelo de camello y una correa de cuero a la cintura, y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre (Mt 3, 4). En este tiempo de Adviento Juan nos invita a hacer penitencia por nuestros pecados y por los pecados del pueblo.

La Virgen de Fátima, cuando se apareció a los tres pastores, les pidió que hiciéramos penitencia, pero nosotros no hacemos caso. Juan, en este tiempo de Adviento, también nos dice que hagamos penitencia como preparación a la fiesta de Navidad.

La gente de Judea y Jerusalén confesaba sus pecados. Juan, también en este tiempo de Adviento, nos pide que hagamos una buena confesión. Este gran sacramento que hemos desterrado porque, si somos realistas habremos de reconocer que acercarnos al sacramento de la reconciliación nos cuesta. Somos tan orgullosos, que no sabemos, o no queremos, ver nuestros pecados.

Juan es el hombre humilde. Era tan santo que algunos decían que era el Mesías: El pueblo estaba a la expectativa y todos se preguntaban si no sería Juan el Mesías (Lc 3,15) a pesar de su santidad, Juan dice: -Yo os bautizo con agua, pero viene uno que es más fuerte que yo, a quien no soy digno de desatar la correa de las sandalias (Lc 3, 16).

Juan nos recomienda esta virtud de la humildad. El mismo Jesús también nos dice que seamos mansos y humildes de corazón: Dichoso los humildes, porque heredarán la tierra (Mt 5,5).

Juan es la persona que prepara los caminos del Señor: Preparad el camino al Señor, allanad sus senderos (Mt 3, 3).

La misión de Juan es preparar el camino. Es la misma misión que tenemos todos nosotros: Preparar el camino de Señor.

Preparar el camino es preparar nuestro corazón para la venida del Jesús, haciendo más oración y una buena confesión, visitando a algún enfermo y ayudando a los pobres y a los necesitados y, sobre todo, dando testimonio de Jesús, hablando de Jesús con los hijos, en casa, en el trabajo y donde quiera que estemos. Juan es el profeta que nos muestra a Jesús con su vida, su palabra y su ejemplo.

Juan, el hombre contemplativo

Juan, el hombre de oración

Juan, el hombre penitente

Juan, el hombre humilde

Juan, el hombre que prepara la venida del Señor

Para nosotros, que hemos sido bautizados con el bautismo de Cristo y hemos recibido los dones del Espíritu Santo, una de las mejores formas de prepararnos para la Navidad, es estar atentos a las inspiraciones del Espíritu Santo, que quizás nos pedirá perdonar, visitar algún enfermo, dar alguna limosna para la campaña "¿Gana, aquí?" de recogida de alimentos y dinero para la gente necesitada de nuestro distrito, asistir algún día laboral a santa misa, o hacer un buen rato de oración.