SEGUNDO DOMINGO DE ADVENTO (I)- Ciclo A

 Hoy, segundo domingo de Adviento, nos encontramos, como cada año, con la gran figura de Juan el Bautista, que nos invita a preparar los caminos del Señor, ya que el Señor vendrá muy pronto, y ha de encontrarnos preparados. Él es la voz que clama en el desierto: Preparad el camino al Señor, allanad sus senderos (Mt 3, 3).

Precisamente en el desierto, vestido de piel de camello, vivía Juan, un hombre muy austero, pero poseía un gran carisma. Decía la verdad sin tapujos y atraía a la gente. En una palabra, era un santo, aquí radica su secreto y su carisma.

Yo lo comparo con Teresa de Calcuta: una mujer vieja, fea, pequeña, sin grandes cualidades físicas, como suelen tener las artistas o las personas importantes de este mundo, pero tenía algo muy especial, y cuando pedía algo, o exponía una necesidad, todos le hacían caso y le ayudaban.

Juan nos invita a convertirnos, no porque seamos grandes pecadores, sino como personas religiosas. Podemos creernos que somos muy buenos, como eran los fariseos y los saduceos, que cumplían la ley y eran tenidas como personas más o menos buenas, y yo diría que lo eran.

La audiencia que tendía Juan puede compararse con la nuestra. No somos grandes pecadores, gracias a Dios, nos esforzamos por agradar al Señor, pero, en realidad, es mucho lo que hemos de podar para que broten nuevas ramas.

En la parábola del fariseo y el publicano, el fariseo dice que cumple la ley, y el publicano reconoce sus faltas; éste salió del templo justificado y no el fariseo, que sin duda tenía muchas por corregir pero no se preocupaba.

Nuestra ciudad de Barcelona se prepara para las fiestas de Navidad. La joven que quiere casarse como Dios manda, prepara su boda con tiempo; los estudiantes también se preparan bien si quieren aprobar una carrera o un oficio; nosotros, cristianos, también nos hemos de prepararnos para la venida de Jesús, no sólo externamente, como vemos que se hace en nuestra la ciudad, iluminando sus calles, sino interiormente.

¿Como? Dedicando un bueno rato a repasar nuestra conducta ante Dios. Con este Dios que muchas veces hemos olvidado, y con el que, cuando nos pide un pequeño sacrificio, como es asistir a misa cada domingo, no le hacemos caso.

También con nuestro prójimo. Principalmente con las personas con las que convivimos cada día, como puede ser la esposa, el esposo, los hermanos, los parientes, los compañeros de la oficina, los vecinos, etc.

Revisar nuestros deberes con nuestra comunidad parroquial. Si trabajamos algo por extender el reino de Dios y ayudamos en las necesidades de la parroquia.

Nuestra actitud y compromiso como buenos ciudadanos, es ayudar a los pobres y necesitados. No hagamos como el sacerdote del evangelio que pasó de largo, en cambio el samaritano socorrió al pobre.

Para terminar, os quiero recomendar que hagáis una buena confesión, en este tiempo de Adviento, en nuestra parroquia celebraremos un acto penitencial comunitario. ¡No dejéis de asistir!

La idea central de este domingo de Adviento es de conversión. Conversión quiere decir cambio de mentalidad, cambio de postura, cambio de orientación.

Toda nuestra vida ha de ir orientada hacia Dios. Preguntémonos: ¿Cómo hemos orientado nuestra vida? ¿Es Dios el centro de nuestra vida? La caridad hacia el prójimo, ¿es la norma de nuestra conducta, tal y como nos pide Jesucristo? Al que corre en dirección equivocada no le sirve de nada su esfuerzo, si alguien no le dice que va en dirección contraria.

Hermanos, convertíos, porque el reino del cielo está cerca. Convertíos para preparar la gran fiesta de Navidad.