DOMINGO TERCERO DE ADVIENTO   Ciclo A

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Si yo os preguntara qué persona es la más importante de todos las que poblamos la tierra, seguramente que las respuestas serían muy variadas y, casi seguro también, que nos fijaríamos en las personas famosas o más ricas.

Te invito a contestar interiormente: ¿Qué persona es la más importante para ti? Casi estoy seguro que la respuesta sería: Bush, el rey, un gran político, un gran escritor, el papa, o quizá un futbolista, o un cantante, etc.

Si se lo preguntáramos a Jesús nos dirá que Juan Bautista. Jesús no mira el exterior, sino el corazón de los hombres, sus actitudes y sus obras.

Si me preguntarais a mí, qué persona es la más grande de nuestra comunidad parroquial, os diría que es una mujer sencilla, que no tiene demasiada cultura, que es humilde, y que, cuando sabe que alguien está enfermo, le va a visitar. Muchas veces, cuando yo voy, ella ya vuelve. Es una de esas personas que no hacen ruido, pero que su bondad atrae a todos.

 Otra es la madre Teresa de Calcuta. Una mujer vieja, fea, físicamente poca cosa cosa, pero que la admiraba y la quería todo el mundo.

Juan Bautista es una persona muy importante. Dice Jesús: Os aseguro que entre los hijos de mujer no ha habido uno mayor que Juan el Bautista (Mt 11,11). Es grande porque es un hombre de oración, un hombre austero, un hombre humilde. No se cree digno de desatar la sandalia de Jesús y, sobre todo, porque prepara los caminos del Señor, es un hombre valiente, dice la verdad, aunque le cueste ir a la prisión. Hoy lo vemos en la prisión, porque dijo a Herodes que no le era permitido vivir con la mujer de su hermano. Su concubina, Herodías, pidió que le trajeran su cabeza en una bandeja: (...) después de enviar emisarios para que cortaran la cabeza a Juan en la cárcel. Trajeron la cabeza en una bandeja y se la dieron a la muchacha, la cual a su vez se la llevó a su madre (Mt 14, 10-11).

 Algunos cristianos, no todos, gracias a Dios, no son valientes. Cuando alguna cosa vemos que está mal hecha, según nuestra conciencia, no deberíamos permanecer callados, para no contribuir con el mal.

 Permitidme que os ponga un ejemplo actual. Una joven pide a sus padres que le permitan ir a pasar un fin de semana con su prometido, en la finca que tienen. El padre duda, sabe las consecuencias, busca una justificación y, al final, le da las llaves. Es un pecado de cooperación, y, con el mal, no podamos cooperar.

 Imita a Juan. Sé valiente, aunque te cueste ser despreciado e ir a la prisión.

 Jesús dice a los discípulos de Juan: Id a contar a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia la buena noticia (Mt 11,4-5). También Jesús se dirige con estas palabras a nosotros en estas fiestas de Navideñas.

 Hace dos mil años que nació Jesús en la cueva de Belén. Ahora Jesús volverá a nacer, de una manera espiritual, el día de Navidad, y yo pregunto: ¿Cómo nacerá en el corazón de los hombres de nuestro siglo? Sin duda que por su gracia y la fuerza de su mensaje, pero, de una manera especial, también será por nuestro comportamiento, nuestra conducta y nuestras palabras.

Como la madre buena que explica y cuenta a sus hijos el nacimiento de Jesús; el buen padre, que bendice la mesa solemnemente el día de Navidad. Éstos ayudan a que Jesús nazca. El/la catequista, que habla con unción de Jesús a los niños, también hace que Jesús nazca. El que practica la caridad, hace que Jesús nazca. El que da a conocer a Jesús a su hermano. El que hace que los sordos escuchen la palabra de Dios. El que ayuda a recuperar la gracia a alguien que está en pecado, quizás sea un drogadicto, o una persona que no quiere perdonar a su hermano. El que evangeliza a los pobres con su testimonio de amor y caridad, así podríamos poner muchos ejemplos. Y tú, ¿qué haces para que Jesús nazca en ti, en tu casa, en tu familia, en la sociedad?

 Porque tú puedes hacer que Jesús nazca, y para eso primero tiene que nacer en tu corazón. Por eso te propongo que hagas una buena confesión, que contemples el amor de Dios hacia los hombres, para que haya mucha alegría en tu corazón en estas fiestas de Navidad.

No te olvides de poner un nacimiento en tu casa