CUARTO DOMINGO DE ADVIENTO (IV) Ciclo A

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                                                                                    Faltan muy pocos días para celebrar la fiesta de Navidad. La ciudad de Barcelona está muy engalanada, repleta de luz. Todos, sin duda, ya hemos pensado dónde pasaremos la fiesta de Navidad, la cena o la comida que haremos. ¡La fiesta ya está preparada!

¿Nos hemos preparado también con una buena confesión, con la oración y con obras de caridad, tal y como nos pide la Iglesia en este tiempo de Adviento?

Os he presentado, en este tiempo de Adviento, al gran profeta, Juan el Bautista, como él hemos de prepararnos a la venida de Jesús. Permitidme presentaros, hoy, la figura de José, que también fue una persona muy importante en el nacimiento de Jesús.

¿Quién era José? Era un hombre de pueblo, un hombre de Nazaret . Se ganaba la vida trabajando de carpintero y, más que de carpintero, hacía de todo. La palabra que emplea el evangelista es “artesano”, y pienso que, en un pueblo como Nazaret, que tendría unas cincuenta casas, no debía haber mucho trabajo para ganarse la vida trabajando sólo de carpintero. En mi opinión, debía ser un hombre que lo sabía arreglar todo. Era un hombre bueno, en el sentido literal de la palabra. Un hombre respetado por el pueblo y reconocido por su bondad.

Era el prometido de María. Según las costumbres de aquel tiempo, antes del matrimonio tenían lugar los esponsales. Era un acto formal en el cual se reunían las dos familias en casa de la novia y realizaban el compromiso matrimonial. El novio daba unas monedas a la novia y le decía: "Yo soy tu prometido", y ella respondía: "Yo soy tu prometida". Aunque todavía no vivían juntos hasta que no tenía lugar el acto del matrimonio, ya se consideraban casados.

José era el escogido por Dios para hacer de padre de Jesús. ¡Qué poco podía pensar él el gran cometido que tendría que realizar en la historia de la salvación!

Era un hombre creyente, frecuentaba la sinagoga cada sábado, y conocía la Sagrada Escritura. Por eso, Dios lo escogió para hacer de padre adoptivo de Jesús.

Y, ¿cómo supo que Dios le había predestinado para esta misión? No fue María la que le dijo que estaba embarazada. Quizás alguna vecina le hizo notar que esperaba un hijo, pero él no sabía nada. Entonces empezó a preguntarse qué tendría que hacer. Sabía que María era muy buena, no comprendía cómo podía esperar un hijo. Como que era bueno, y la amaba, no quería denunciarla. ¡Sería apedreada por adúltera! ¿Qué hacer? Resolvió abandonarla. Su madre María estaba prometida a José y, antes de vivir juntos, resultó que había concebido por la acción del Espíritu Santo. José, su esposo, que era justo y no quería denunciarla, decidió separarse de ella en secreto (Mt 1,18-19).

Podamos preguntarnos por qué María no le comunicó a José la aparición del ángel. San Juan Crisóstomo dice que, María no le dijo nada porque era tan extraordinario lo que había ocurrido en ella que José no se lo hubiera creído. Ella misma, aun después de ver al ángel, casi no podía creérselo, por eso le preguntó cómo seria eso si ella no se había casado.

                                                                                             Dios, por medio de un ángel, que se le apareció en sueños a José, le aclaró todas sus dudas, le dijo que María había concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, que él sería su padre y le pondría por nombre Jesús.

Siempre se habla del sufrimiento de José pero no se menciona el sufrimiento de María. También ella sufrió mucho en esta situación. Al despertar, José fue a visitar a María, y en su semblante reconoció enseguida que Dios le había hablado. ¡José estaba contento! Ahora ya podían hablar de las dos apariciones, confrontar las palabras de los ángeles y hacer proyectos para la nueva vida que iban a empezar con su matrimonio. Martín Descalzo dice que nunca han existido dos novios más felices como José y María paseando bajo el sol, aquel día.

José fue digno de hacer de padre de Jesús y tenerlo en sus brazos, porque era un hombre de fe, de esperanza y de caridad. Nosotros también seremos dignos de recibir al Señor el día de Navidad, si somos hombres y mujeres de fe, de esperanza y de caridad.

Permitidme que acabe con una invitación, para que todos y cada uno de nosotros sepamos pedir seria y profundamente que no se nos esfume la gracia de Navidad. Que María de Nazaret y también el bueno de José, nos enseñen cómo acoger el nacimiento del Niño Jesús. Que la Navidad de este año sea una fiesta de paz, de reconciliación y de gracia.

¿Ya habéis acabado de colocar el nacimiento?