FIESTA DEL BAUTISMO DEL SEÑOR
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JESÚS EMPIEZA SU VIDA PÚBLICA CON EL BAUTISMO

NOSOTROS TAMBIÉN EMPEZAMOS NUESTRA VIDA CRISTIANA, CON EL BAUTISMO

Acabamos, hoy, las celebraciones de las fiestas de Navidad con la última manifestación de Jesús en el río Jordán.

No hace muchos días veíamos a Jesús nacer en la cueva de Belén. El ángel enviado por Dios dijo a los pastores: Os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es el Mesías, el Señor. Esto os servirá de señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre (Lc 2,12)

Le acompañábamos en la huída a Egipto, cuando Herodes quería matarlo, pero José, siguiendo el aviso del Angel cogió al niño y a su madre y se fueron de noche a Egipto (Mt 2,14).

También cuando fue a Jerusalén, cuando Jesús tenía doce años. El evangelista Lucas nos dice: Sus padres iban cada año a Jerusalén, por la fiesta de pascua. Cuando el niño cumplió doce años, subieron a celebra la fiesta, según la costumbre. Terminada la fiesta, cuando regresaban, el niño Jesús se quedó en Jerusalén, sin saberlo sus padres (Lc 2,41-43). Y durante estancia en Nazaret, dónde Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en aprecio ante Dios y ante los hombres (Lc 2,52).

Hoy, lo vemos ya mayor. Tenía unos treinta años cuando se despidió de su madre, María, para ir a predicar el reino de Dios. Dice el evangelio de hoy: Jesús llegó desde Nazaret de Galilea y fue bautizado por Juan en el Jordán (Mc 1,9).

María sabía muy bien que Jesús no volvería a Nazaret, como solía hacerlo antes. Ahora iba a predicar, hacer el bien y morir en una cruz, lejos de Nazaret. María estaba triste al despedir a su hijo, pero tenía el consuelo que ésta era la voluntad de Dios.

En Nazaret, han pasado años de silencio, en la casa paterna, asistiendo a la sinagoga, y ganándose el pan trabajando, ayudando a su padre, que era carpintero. Seguramente que tendría una viña, donde Jesús aprendrendería mucho, y después le serviría parar enseñar con sus parábolas. Nazaret era un pueblo de labradores. Nazaret es una escuela para nosotros.

Dejamos Nazaret, el evangelio de hoy nos lleva al río Jordán, dónde aparece Jesús para ser bautizado. Juan lo reconoce y dice: Yo no soy digno ni de postrarme ante él para desatar la correa de sus sandalias (Mc 1,7). Vio al Espíritu descender sobre Él como una paloma. Se oyó entonces una voz desde los cielos: -Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco (Mc 1,10-11).

La Santísima Trinidad se manifiesta en el que habla, el Padre; en el Hijo, que es bautizado, y en el Espíritu Santo, que en forma de paloma baja sobre la cabeza de Jesús.

Después de esta composición de lugar y de personas, contemplamos la adorable persona de Jesús bajo tres aspectos:

1. Jesús, el Mesías
2. Jesús, el Hijo de Dios
3. Jesús, como persona que ama de verdad.

JESÚS, EL MESÍAS

Jesús se presenta como el Mesías, pero no de la misma forma que los judíos esperaban. El pueblo judío no tenía una noción correcta del Mesías. Desde hacía muchos años era esperado un Mesías sacerdote, y un rey encargado de los asuntos temporales, pero Jesús, nunca se llamó sacerdote en el evangelio, y cuando lo querían hacer rey, tras la multiplicación de los panes y de los peces, desapareció.

Así empieza el evangelio de san Mateo: Genealogía de Jesús, Mesías, Hijo de David (Mt 1,1).

El pueblo lo tenía como el Mesías esperado. Algunos del pueblo que escucharon aquellas palabras empezaron a decir: -Seguro que éste es el Profeta. Otros decían: -Este es el Mesías "(Jn 7,40-41).

Cuando Jesús preguntó a los apóstoles qué decían la gente del Hijo del Hombre, Pedro respondió: -Tú eres el Mesías. Entonces Jesús les prohibió terminantemente que hablaran a nadie acerca de él (Mc 8,29).

Jesús es condenado a muerte porque ha dicho que era el Mesías. El sumo sacerdote le dijo: -Te conjuro por Dios vivo; dinos si tú eres el Mesías, el Hijo de Dios. Jesús le respondió: -Tú lo has dicho (Mt 26,63-64).

JESÚS, HIJO DE DIOS

Jesús es presentado por el Padre como el Hijo de Dios.

Se oyó entonces una voz desde los cielos: -Tú eres mi Hijo amado, en ti me complazco (Mc 1,11).

La divinidad de Jesús es algo consustancial a Él. El evangelista Juan, en el prólogo de su evangelio, ya presenta a Jesús como Dios. Al principio ya existía la Palabra. La Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era  (Jn 1,1). Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros, hemos visto su gloria propia del Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad (Jn 1,14).

Más tarde, cuando los judíos lo querían apedrear, porque decía que Dios era su Padre, él les contestó, que miraran las obras que hacía, propias de Dios. –Os lo he dicho con toda claridad y no me habéis creído. Las obras que yo hago por la autoridad de mi Padre dan testimonio de mí (Jn 10,25). Jesús, delante del Sanedrín confirma su divinidad. –Luego, ¿eres tú el Hijo de Dios? Jesús les respondió: -Vosotros lo decís; yo soy (Lc 22,70), y el centurión, y quienes con él lo custodiaban... decían: -Verdaderamente éste era Hijo de Dios (Mt 27,54).

Jesús tiene muchos seguidores, que le siguen porque es el Hijo de Dios, y sus palabras son verdad y vida. No seguimos a un hombre muerto y resucitado, sino un Dios que ha dado la vida por nosotros.

JESÚS, LA PERSONA QUE AMA Y ENSEÑA A AMAR

La persona que ama, sabe perdonar y no se queda sólo en palabras, sino que hace obras.

Jesús amaba de verdad y tenía muchos amigos. Entre ellos, Marta, María y Lázaro. Cuando éste se puso enfermo, las hermanas enviaron a Jesús este mensaje: -Señor, tu amigo está enfermo"(Jn 11,3).

Recordáis el noveno mandamiento: Os doy un mandato nuevo: Amaos los unos a los otros. Como yo os he amado, así también amaos los unos a los otros (Jn 13,34).

Jesús sabe perdonar. Perdona a Pedro. Y a la mujer adúltera le dice, cuando los acusadores desaparecieron y la dejan sola: -Yo tampoco te condeno. Puedes irte y no vuelvas a pecar (Jn 8,11).

JESÚS ES EL HOMBRE BUENO, QUE PASA POR EL MUNDO HACIENDO EL BIEN

Cuando los discípulos de Juan se le presentaron parar preguntarle quién era, Él respondió. Id a contar a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan y a los pobres se les anuncia la buena noticia (Mt 11,4-5).

No quiero acabar, hoy, esta reflexión teológica sin recordar nuestro bautismo.

Los cristianos, al ver la gran personalidad de Jesús, nos hemos de aplicar las consecuencias practicas para nuestra vida.

Un día fuimos bautizados, el sacerdote nos ungió con los santos óleos, como signo de nuestra consagración a Dios. Todo cristiano es una persona consagrada a Dios.

El bautismo nos convierte en hijos de Dios, y nos infunde la semilla de las tres virtudes teologales en nuestro corazón: la fe, la esperanza y la caridad.

Jesús dijo: Vosotros orad así: Padre nuestro que está en el cielo, santificado sea tu nombre (M 6,9).

San Pablo dice: Si somos hijos, también somos herederos: herederos de Dios y coherederos con Cristo (Rm 8,17).

El bautismo nos incorpora a la gran comunidad de los cristianos. Dice san Pablo: Vosotros formáis el cuerpo de Cristo y cada uno por su parte es un miembro. Y Dios ha asignado a cada uno un puesto en la Iglesia (ver 1 Cor 12,27-28).

Como Jesús, hemos de que pasar por el mundo haciendo el bien.

En la celebración de la Eucaristía, la Iglesia, pueblo de bautizados, encuentra nuevamente a su Señor, bajo las especies del pan y del vino; lo encontramos cuando vamos a comulgar.

Señor os doy  gracias por el bautismo que me habéis dado sin ningún mérito por mi parte. Me hace miembro de la Iglesia, que me recuerda que la vida es bella y me ilumina el camino a hacia Vos.