Tercer Domingo de Adviento - Ciclo B
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A este domingo tercero de Adviento se le llama: domingo de la alegría, porque el Señor está cerca, recordando las palabras de san Pablo en la segunda lectura.

Una de las cosas más bonitas de la vida es hablar de la alegría, sentir alegría y aportar alegría.

Son muchos los motivos que tiene el hombre para sentir y comunicar alegría a los demás.

Las personas sentimos alegría cuando tenemos salud, cuando hemos tenido un éxito en  la vida. Un estudiante está satisfecho si ha obtenido un ‘excelente’. Cuando uno se ha sentido amado. Una madre, cuando celebra ‘la fiesta de la madre’ y recibe pruebas del afecto de sus hijos, siente alegría.

El hombre se siente alegre después de una fiesta o de una buena comida.

El hombre está contento y alegre cuando tiene dinero. En estos días, los que reciban el premio de la lotería estarán alegres.

 

Otros sienten alegría cuando gana el equipo del fútbol del Barça.

Hay muchas maneras de sentir alegría.

Pero, hoy, yo no os quiero hablar de estas alegrías, sino de la alegría que nos habla san Pablo en la segunda lectura, que acabamos de leer: Estad siempre alegres. Orad en todo momento. Dad gracias por todo, pues ésta es la voluntad de Dios con respecto a vosotros como cristianos (1 Tes 5,16-18). San Pablo está en la prisión, y parece que tendría que hablar de tristeza, pero no, habla de la alegría y nos exhorta a estar siempre alegres en el Señor. Y la razón fundamental de esta alegría es que Dios nos ama. La prueba del amor de Dios, la tenemos en la cueva de Belén. En el Niño Jesús, acostado en un pesebre. Es la alegría de que Dios se ha hecho presente en nuestra vida.

Pero no basta con saber que Dios nos ama, sino, que también es muy importante sentirse cada uno amado por Dios. Dios me ama a mí, personalmente. Dios ha dado su vida por mí.

La alegría invade las páginas de la Biblia, especialmente las del Nuevo Testamento.

El nacimiento de Jesús despierta alegría (Lc 2,10). Sus parábolas, sus milagros, su transfiguración, su resurrección (Lc 24,41). María, llena del Espíritu Santo, se exalta con su Dios (Lc 1,47); los pastores glorifican a Dios; los magos tienen una alegría inmensa (Lc 2,10); Zaqueo recibe al Señor en su casa con gran alegría (Lc 19,6); los setenta y dos discípulos vuelven con mucha alegría después de la misión que se les había encomendado.

El salmista dice: Alégrese el cielo, goce la tierra…, delante del Señor, que ya llega a regir la tierra: regirá el orbe con justicia (Sal 96,11-13).

Jesucristo es el fundamento de nuestra alegría cristiana.

Si no hemos descubierto esto, no hemos entendido nada de nuestro cristianismo.

Chéster ton decía que el gran secreto del cristiano es la alegría.

Permitidme que os diga que hay tres maneras de conseguir esta alegría que viene de Dios.

Cuando nos comunicamos con Dios, en nuestra oración personal. Si hemos hecho un bueno rato de oración y nos hemos comunicado con el Padre que está en el cielo, saldremos de la oración con una alegría y paz interior inmensas, algo que no lo puede proporcionar ninguna criatura.

De la revista Mundo NegroEl gozo y la alegría espiritual que podamos sentir al ir, cada domingo, a la casa de Dios para celebrar el día del Señor y encontrarnos con los hermanos que tienen la misma fe que nosotros.

Cuando nos ponemos en las manos de Dios. El cristiano que cree en la providencia y se fía de Dios se pone en sus manos, aún en las penas, siente alegría al saber que es la voluntad del Dios y el Señor le da fuerzas para seguir adelante.

Y, la tercera, cuando reconocemos nuestras faltas y pedimos perdón. ¡Qué paz y alegría interior se siente cuando uno se ha confesado bien! Jesús nos recuerda que en el cielo habrá más alegría por un solo pecador que se convierte que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse (Lc 5,7).

Pero, para un cristiano no basta con sentir esta alegría personal, sino que ha de comunicarla a los demás, como los setenta y dos que volvieron (Lc 10,17) después de su misión.

La persona que ama comunica alegría a los otros.

Si tienes dos túnicas, como nos dice san Juan, y das una a tu hermano; ahora diríamos: si tienes dos casas, dos coches, dos televisiones, dos relojes, dos pares de zapatos etc. y das uno a tu hermano, sentirás alegría. San Pablo escribe: Que cada uno dé según su conciencia, no de mala gana ni como obligado, porque Dios ama ala que da con alegría (2Co 9,7), al que practica la misericordia, con alegría (Rm 12,8).

Si te esfuerzas en tener buen carácter, y no pones siempre cara de enfadado, como algunas personas lo hacen, si sabes guardar tus penas para ti y no profetizas calamidades, etc, sentirás la alegría de ser un auténtico cristiano. Así podríamos hacer una interminable lista, pero ya es suficiente.

Preparemos la Navidad, sintámonos amados por Dios siendo portadores de alegría para los demás.

En este domingo de Adviento el Evangelio nos dice como a Juan Baptista, que preparemos los caminos del Señor.

Acabo con estas palabras de san Pablo a la comunidad de Roma: Que Dios, de quien procede la esperanza, llene de alegría y de paz vuestra fe; y que el Espíritu Santo, con su fuerza, os colme de esperanza (Rm 15,13). La alegría y el gozo son fruto del Espíritu Santo.  

¿Queréis Preparar el Camino?  

Jesús,

no tienes necesidad de los hombres,

para traernos la Buena Nueva

a los hombres y mujeres de buena voluntad.

Tal y como hiciste con Juan Baptista,

ahora cuenta conmigo,

que con mi vida y con las palabras,

de a conocer tu existencia.

Eres el Salvador del hombre,

puedes curar los corazones doloridos

y liberar a los cautivos del mal.

Tu presencia nos trae paz y alegría al corazón

porque nos hace experimentar el amor de Dios

y nos impulsa a serte fieles.

Te agradezco tu bondad:

¡Cuenta conmigo!

 

(Josep Codina)