Domingo Segundo Durante el Año - Ciclo B
 

Introducción

Hemos acabado las fiestas navideñas, hemos visto como el Dios llamaba a los ángeles, a los pastores, a los magos y a muchas otras personas para que adorasen al Niño Jesús. Unos respondieron a la llamada, otros no hicieron caso, como los habitantes de Jerusalén y el rey Herodes que buscaba para matarlo.

Hoy vemos dos llamadas de Dios. A Andrés y a otro discípulo, de quien no nos consta el nombre, pero podemos asegurar que era Juan evangelista. También vemos al niño Samuel, que estaba durmiendo, y oyó una voz que lo llamaba, creyendo que era el sacerdote Elí el que lo llamaba, se levantó y fue a decirle: “Vengo porque me has llamado”. Así por dos veces lo mismo, hasta la tercera vez que descubrió que era la voz de Dios el que lo llamaba. Entonces le respondió con estas palabras: Habla, Señor, que tu siervo escucha (1Sam, 3,10).

Sugerencias para esta lectura

Vocación profética de Samuel

Dios llama a Samuel pero éste no conoce la voz de Dios. Piensa que es la voz del sacerdote Elí.

Cuando se entera que es la de Dios, responde con estas palabras que más de una vez hemos repetido todos: Habla, Señor, que tu sirvo escucha.

Esquema del evangelio

Juan Bautista anuncia a Jesús. Juan fijándose en Jesús que pasaba, dijo: Este es el cordero de Dios. Los dos discípulos le oyeron decir esto, y siguieron a Jesús (Jn 1, 36-37).

 

1.  Los dos discípulos siguen Jesús.

2.  Jesús los pregunta qué quieren.

3.  Ellos le contestan: Maestro, ¿dónde vives? (Jn 1:38).

4.  Jesús los contesta: Venid y lo veréis (Jn 1,39).

5.  Se fueron con él, vieron dónde vivía y pasaron aquel día con él. Eran como las cuatro de la tarde (Jn 1,39).

6.  Andrés dijo a su hermano Pedro: Hemos encontrado al Mesías (que quiere decir Cristo) (Lc 1,41).

Aplicación del evangelio a nuestra vida cristiana

Dios llama a todos los hombres, a buenos y malos. Nos llama a cada uno de nosotros, tal y como somos, con nuestro talante y con la misión específica que nos encomienda.

Dios también nos habla aunque no lo podamos ver, así como vemos a un reportero de la televisión que habla desde tierras lejanas, y en la pantalla nos parece que está cerca, por ejemplo cuando beatifican a un santo en Roma; o un partido de fútbol que se juega en los Estados Unidos. Pero la presencia de Dios sí que podemos descubrir más de cerca, como cuando nos damos cuenta que hace viento sin verlo.

Si queremos escuchar a un reportero para enterarnos de las novedades o noticias que ocurren, lo primero que hemos de hacer es buscar la emisora de radio, o la cadena de la televisión que lo transmite. Si nos equivocamos de cadena, no podremos escucharlo.

Dios habla. Pero nosotros hemos que buscar la sintonía con Dios para escuchar su voz, como Samuel que aprendió a descubrirla y escucharla.

Jesús preguntó a los dos discípulos de Juan. ¿Qué buscáis?

Buscar a Dios para escuchar su palabra. Tener hambre de Dios, desear ver a Dios, como Zaqueo que deseaba ver a Jesús y sin respetos humanos subió a lo alto de un árbol.

Para comer se ha de tener apetito. El enfermo que no tiene gana, aunque le den comidas muy apetitosas no las come. El hombre que no busca y no tiene hambre de Dios, no puede escucharle.

No es suficiente con ver al reportero, hace falta, también, dejarle hablar. Si no habla, no podremos escucharlo.

Dios habla. En estos días de Navidad nos ha hablado en su propio Hijo.

Dice san Pablo: Después de hablar Dios muchas veces y de diversos modos antiguamente a nuestro mayores por medio de los profetas, en estos días últimos nos ha hablado por medio del Hijo, a quien constituyó heredero de todas las cosas y por quien hizo también el universo (Heb 1,1-2).

Dios nos habla de muchas maneras. Hemos de reconocer la voz del Señor. No hagamos como hacía Samuel al principio, que Dios lo llamaba pero, como no conocía su voz, pensaba que era la voz del sacerdote Elí.

Dios nos habla cada día, en medio de los acontecimientos normales de la vida. Pero, de vez en cuando, levanta la voz en los acontecimientos más señalados que nos toca vivir, por ejemplo: el nacimiento de un niño, la muerte de una persona amada, la boda de un pariente, o, simplemente, el buen ejemplo de una persona que pasa muchas horas de su vida yendo al Cotolengo (centro en Barcelona de acogida de niños discapacitados y/o deformes) para dar de comer a personas paralíticas (muchas veces sin saber qué dicen o qué hacen, porque son deficientes mentales).

Escuchar es importante, pero todavía es mucho más importante captar el mensaje del reportero.

¿Cuántas veces nos ha pasado, que estábamos escuchando y viendo la televisión y nos hemos adormecido, o nos hemos distraído y no nos hemos enterado de nada de lo que se ha dicho?

Sí, ¡ya puede hablar Dios! Si nosotros no queremos escuchar, ¡no hay nada que hacer! Los labradores dicen: "Ya puede silbar el amo si el caballo no quiere beber"…

Escribe san Juan: Esta es la confianza que tenemos en él: que si le pedimos algo según su voluntad, nos escucha; y si sabemos que nos escucha cuando le pedimos algo, sabemos que tenemos todo lo que le hemos pedido (1 Jn 5,14-15).

Además de buscar a Dios y escuchar su palabra, hace falta también ponerla en práctica y vivir con Él. ¿Dónde habitas?, preguntaron los discípulos de Juan, y se quedaron con Él.

El ejemplo de una persona que amaba a Jesús y estaba sentada a sus pies y gozaba de su palabra, nos lo dice el evangelista: Según iban de camino, Jesús entró en una aldea, y una mujer, llamada Marta, lo recibió en su casa. Tenía Marta una hermana llamada María que, sentada a los pies del Señor, escuchaba su palabra (Lc 10, 38-39). Aprendamos también nosotros a sentarnos a los pies de Jesús y escucharle.

Jesús dijo: Dichosos los que escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica (Lc 11,28).

Escuchemos también hoy al gran doctor de la Iglesia san Bernardo que escribe: Cuando Dios ama, lo único que quiere es ser amado; sí, no ama para que le amen, pero sabe que amándole a él hace felices a los que le aman (De los Sermones sobre el Cantar de los Cantares).

Aprendamos estas grandes lecciones que nos dan las lecturas del día de hoy:

1.      Escuchar al Señor y decirle: Habla, Señor, que tu siervo escucha.

2.      Saber ver de qué manera nos habla el Señor.

3.      Estar dispuestos a cumplir su palabra, como María, que respondió: Hágase en mí según tu palabra (Lc 1,38).

Que tengáis un buen domingo.