Domingo Cuarto Durante el Año
Jesús
hablaba con autoridad
Hoy
nos encontramos a Jesús en Cafarnaún, un pueblo situado a orillas del lago de
Galilea, donde vivía Pedro con su suegra y su familia.
¿Qué
hacía Jesús en un día de fiesta?
Estamos
en un día de fiesta, un sábado, ¿qué hacía el Señor? Iba a la sinagoga a
escuchar la palabra de Dios, como buen israelita, y él también exponía la
palabra de Dios, como el sacerdote hace en la homilía. Predicaba el reino de
Dios, curaba a los enfermos y, antes de acabar la jornada, se retiraba al campo
solo, para hacer oración antes de irse a dormir. Muchas noches las pasaba
orando. San Mateo nos dice: Y dejándolos, salió fuera de la ciudad, y se fue a Betania, donde pasó
la noche (Mt 21,17).
El
evangelista quiere remarcar que el Señor enseñaba con autoridad y que su
predicación y enseñanzas eran diferentes de las de los escribas y fariseos. La
gente se quedó admirada de su enseñanza, porque les enseñaba con autoridad, y
no como sus maestros de la ley (Mc 1,22).
Si
me preguntarais qué quiere decir "hablar con autoridad", os diría:
Primero:
Saber bien lo que se dice.
Segundo:
Estar convencido de lo que se dice.
Tercero:
Que la persona que habla sea consecuente con lo que dice.
JESÚS
SABÍA MUY BIEN LO QUE DECÍA
Jesús
podía hablar de Dios, porque era Dios y conocía sus misterios, y su misión
era revelarlos a los hombres. Jesús era la Palabra, el Verbo de Dios. Dice san
Juan: Al principio ya existía la
Palabra. La Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios… Y la Palabra
se hizo carne y habitó entre nosotros (Jn 1,1 y 14). La palabra es la
expresión de la idea. Jesús es expresión de Dios. Cuando Felipe le pide que
le muestre al Padre, Jesús le contestó:
Llevo tantos años con vosotros, ¿y aún no me conoces, Felipe? El que me ve a
mí, ve al Padre. ¿Cómo me pides que os muestre al Padre? ¿No crees que yo
estoy en el Padre y el Padre en mí? Lo que os digo no son palabras mías. Es el
Padre, que vive en mí, el que está realizando su obra (Jn 14,9-10).Quien
ve a Jesús, ve el Padre.
Jesús
sabía muy bien lo que decía
Jesús
estaba convencido de su misión y de su mensaje, su palabra era eficaz. Cuando
Jesús estaba en Cafarnaún un centurión se presentó ante él para rogarle que
bajara y curase a su hijo, que estaba a punto de morir. Jesús
le dijo: Vuelve a tu casa; tu hijo ya está bien. El hombre creyó en lo que Jesús
le había dicho, y se fue (Jn 4,50), y su hijo quedó curado por la palabra
de Jesús pronunciada a distancia.
Cuando
habla de su pasión y muerte y Pedro lo quiere convencer para que no acepte,
Jesús le
dice con energía. ¡Ponte detrás de mí, Satanás!, porque tus pensamientos no son los de
Dios, sino los de los hombres (Mc 8,33).
Jesús
era un hombre libre, y obraba con libertad. No tenía miedo de decir la verdad. Decía
que la verdad nos haría libres:
Si os mantenéis fieles a mi palabra, seréis
verdaderamente mis discípulos; así conoceréis la verdad y la verdad os hará
libres (Jn 8,31-32). Y como que Jesús siempre buscaba la verdad, era el hombre
libre por antonomasia.
Jesús
era consecuente con lo que predicaba
Nos
dice la evangelista, que pasó por el mundo haciendo el bien. Hoy vemos a Jesús
echando a un espíritu maligno que
gritaba: ¿Qué tenemos que ver contigo,
Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? ¡Sé quien eres: el Santo de
Dios! (Mc 1,24).
Entre
paréntesis, hoy también existe el demonio, y claramente vemos su influencia en
la maldad de los hombres, en las guerras y en las muchas tentaciones que todos
tenemos.
Si
nosotros, como cristianos, queremos hablar con autoridad y ser escuchados, hemos
que ser como Jesús
Tener un claro
conocimiento de Dios, y del hombre.
Hablar con
convencimiento.
Que nuestra vida sea
consecuente con lo que decimos.
Conocimiento
de Dios
Dios
es nuestro Padre, que ama a Jesús y Jesús, a su vez, también nos ama a
nosotros. Jesús dice: Como el Padre me
ama a mí, así os amo yo a vosotros (Jn 15,9).
Dios
es creador de todas las cosas, remunerador justo y muchos atributos más.
Conocimiento
del hombre
El
hombre es creado a imagen de Dios. Es libre; capaz de hacer el bien y el mal.
Nuestra
misión de cristianos es buscar la verdad para que seamos libres.
El
hombre es la única criatura que tiene libertad. La libertad es un don de Dios.
La libertad consiste en poder elegir entre diferentes proyectos, metas, o
caminos. Pero, fijaos bien, el hombre es plenamente libre cuando elige lo que es
bueno para él mismo y para los otros, lo que es justo y verdadero, lo que
agrada a Dios. Cuando elige el mal pierde la libertad.
Habla
con convencimiento
Estar
convencidos de lo que decimos. Fácilmente se ve si una persona, cuando habla,
lo siente y si está convencida o no. Si yo hablara del Barcelona, no convencería
a la gente, porque no entiendo de fútbol, en cambio, he visto personas que me
han hablado del Barcelona y casi me han convencido, porque hablaban con
entusiasmo y convencidas. ¡Oh si los cristianos supiéramos hablar de Jesús,
como muchas personas hablan del Barcelona, de otro modo iría el mundo!
Que
nuestra vida sea consecuente con lo que decimos
Finalmente,
que nuestra vida se ajuste a nuestras palabras. Jesús dijo: Permaneced
en mi amor. Pero sólo permaneceréis en mi amor, si obedecéis mis
mandamientos, lo mismo que yo he observado los mandamientos de mi padre y
permanezco en su amor (Jn 15, 9-10).
Una
anécdota: Había un matrimonio que siempre se peleaba y discutía. Un día, la
hija dijo a los padres: ¿De qué os sirve ir a misa si siempre os estáis
peleando? La madre le contestó: Si aun yendo a misa, nuestra vida es así, ¿cómo
seria si no fuésemos? ¿Quién tenía razón? ¿La madre, la hija, o las dos?
¡Señor,
Jesús! Haz que esté tan enamorado de tus palabras, que las mías emanen tu espíritu
y que mis obras y actos les sirvan a los otros para descubrir más tu bondad y el camino que nos
enseñas.
Os deseo un feliz domingo.