Una de las cosas que
más me gustan de Jesús es esta libertad de espíritu que demuestra en toda
actuación. Jesús era una persona recta, pero no escrupulosa, no era fanático,
ni mucho menos rigorista, tenía la libertad de los hijos de Dios.
Y esta libertad de
expresión la encontramos en el evangelio de hoy. Los fariseos critican a Jesús
porque sus discípulos han cogido espigas de un sembrado para comérselas porque
tenían hambre, pero era el día del sábado, para los fariseos estaba prohibido
hacer ningún trabajo. Jesús no desautoriza que sábado sea respetado, sino las
exageraciones de los fariseos: El sábado
ha sido hecho para el hombre, y no el hombre para el sábado. Así que el Hijo
del hombre también es señor del sábado (Mc 2,27-28). Notar estas ideas de
Jesús. Primero es el hombre, también insinúa su divinidad, al decir que Él es
el Señor del sábado.
En el otro milagro,
encontramos a Jesús en una sinagoga, donde había un hombre con la mano
paralizada. Lo estaban expiando para ver
si lo curaba en sábado, y tener así un motivo para acusarlo. Jesús dijo
entonces al hombre de la mano atrofiada: Levántate y ponte ahí en medio.
Y a ellos les pregunto: ¿Qué está permitido en sábado: hacer el bien o hacer el
mal; salvar una vida o destruirla? Ellos permanecieron callados. Mirándolos con
indignación y apenado por la dureza de su corazón, dijo al hombre: Extiende
la mano. El la extendió, y su mano quedó restablecida. En cuanto salieron, los
fariseos se confabularon con los herodianos para planear el modo de acabar con
él (Mc 2,4-6).
Jesús se entristece.
Jesús tenía sentimientos como nosotros le dolía su ceguera, pero los respeta y
los quiere.
Hay una ley que nos
viene de Jesús, es la ley de amor. Todo lo que se hace con verdadero amor
agrada a Dios.
Después de contemplar
las obras de Jesús y cómo actúa con libertad y amor, hablemos un poco del
sábado y de los judíos para acabar con nuestro sábado que es el domingo.
El día de fiesta de los judíos y de los cristianos
Los judíos celebran el
sábado porque Dios después de crear el mundo en seis días, el séptimo descansó,
y también porque el pueblo judío fue liberado de la esclavitud de Egipto.
Nosotros, cristianos,
celebramos el domingo, en lugar del sábado, porque Cristo resucitó el primero
día de la semana, es decir, el domingo. Los evangelistas explican que aquel
mismo día Jesús se manifestó a las mujeres que fueron al sepulcro para embalsamar
su cuerpo; también se manifestó a los discípulos de Emaús y a los once que
estaban reunidos con san Pedro, y a María Magdalena y seguramente a su madre,
María. Ocho días después, también en domingo, se manifestó a los apóstoles con
Tomás, que le dijo estas palabras tan bonitas y llenas de fe: Señor mío y Dios mío (Jn 20,28).
El papa Inocencio
primero, a principios del siglo quinto, dice que celebramos el domingo por la
venerable tradición de la resurrección de Nuestro Señor Jesucristo, no sólo en
la Pascua, sino cada semana. Cada semana la iglesia propone a nuestra consideración
la resurrección de Jesús, de quien proviene nuestra salvación.
EL Concilio Vaticano
segundo dice: La Iglesia, por una
tradición apostólica que tiene su
origen en el mismo día de la resurrección de Cristo, celebra el misterio
pascual cada ocho días; en el día que es llamado con razón “día del Señor” o
domingo. En este día, los fieles deben reunirse a fin de que, escuchando la
palabra de Dios y participando en la Eucaristía, recuerden la pasión la
resurrección y la gloria del Señor Jesús y den gracias a Dios, que los hizo renacer a la viva esperanza por la
resurrección de Jesucristo de entre los muertos (1 Pe1,3).
(Constitución sobre la Liturgia).
El domingo, para
nosotros cristianos es el día del Señor. No es solamente un recuerdo de la
resurrección del Señor, sino que es la celebración de la presencia ahora de
Jesús entre nosotros.
San Jerónimo dice: El día del Señor, el día de la Resurrección,
el día de los cristianos es nuestro día.
Presencia del Señor
Esta presencia del
Señor la encontramos cuando nos reunimos en asamblea para celebrar la santa
misa.
Escuchamos la palabra
de Dios en las lecturas bíblicas y sobre todo en el evangelio que nos describe
la vida de Jesús, sus milagros y su mensaje de salvación. Jesús se hace presente
en la eucaristía. La participación en la cena del Señor es siempre comunión en
Cristo que se ofrece en sacrificio al Padre por nosotros. Esto decía el papa
Pío XII en la encíclica Mediator Dei. Por eso la iglesia recomienda la
participación en la eucaristía, comulgar. Asistir a misa sin comulgar es como
asistir a un banquete de boda sin comer. Sólo los que están enfermos, es decir,
en pecado grave, no pueden acercarse a comulgar.
Descanso dominical
Otro aspecto del
domingo es el descanso dominical. Dios descansó al séptimo día, nosotros también
hemos de descansar. El descanso es bueno para la salud del alma y del cuerpo.
Dediquemos el domingo para la familia, para hacer alguna obra de misericordia,
como visitar a algún enfermo. Recordemos a los pobres y sus necesidades.
Una idea que ahora se va
extendiendo es el fin de semana que
no debe sustituir la fiesta cristiana del domingo.
Hay muchas familias que
tienen una segunda residencia. Que esto no sea un motivo para no ir a misa y no
celebrar el domingo como Dios quiere.
Obligación de asistir a la Santa Misa los domingos y fiestas
EL código de derecho canónico
dice: Los domingos y otros días festivos
de precepto, los fieles tienen obligación de participar en la Misa; se han de
abstener,, de los trabajos y actividades que impidan rendir culto a Dios y
gozar de la alegría propia del día del Señor o sea del debido descanso del espíritu y del cuerpo. (Canon 1247)
Que el Señor nos
conceda la libertad que tenía Jesús y que nuestra participación en la
eucaristía sea un motivo para celebrar el domingo como el día del Señor, como
lo pide la iglesia.
Que paséis un buen domingo.