CICLO B. DOMINGO DECIMOCUARTO DEL AÑO

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Jesús subió a Nazaret con ilusión, porque era el pueblo donde se había criado. Allí Jesús creció y pasó toda su juventud hasta los treinta años que se despidió de su madre, María, y de sus parientes y amigos y comenzó su vida pública y su misión apostólica. El evangelista Mateo escribe: "(...) y se estableció en un pueblo llamado Nazaret. De esta manera se cumplió lo anunciado por los profetas: que sería llamado nazareno". ( Mt, 2, 23)

Todo el pueblo esperaba la venida de Jesús y él, según su costumbre, el sábado fue a la sinagoga. Aquí todo el mundo tenía los ojos fijos en él: "Le entregaron el libro del profeta Isaías y, al desenrollarlo, encontró el pasaje donde está escrito:

El espíritu del Señor está sobre mí,

porque me ha ungido para anunciar

la buena noticia a los pobres;

me ha enviado a proclamar

la liberación a los cautivos

y dar vista a los ciegos,

a libertar a los oprimidos,

y a proclamar un año de gracia del Señor.

Después enrolló el libro, se lo dio al ayudante y se sentó. Todos los que estaban en la sinagoga tenían los ojos clavados en él. Y comenzó a decirles: - Hoy se ha cumplido ante vosotros esta profecía". (Lc ,17-21)

COMENTARIO A LAS PALABRAS DE JESÚS

Jesús habló muy bien y el pueblo reconoció su sabiduría. La sabiduría es más que la ciencia, es saborear la verdad, encontrarle gusto. Ya habían oído hablar de los milagros de Jesús y también reconocían su poder. Entonces, viene la pregunta que todo el mundo se hacía y ahora también se hace.

¿QUIÉN ES JESÚS?

¿Quién es éste? Para los habitantes de Nazaret la respuesta es que Jesús es el hijo del carpintero. Una buena persona que tiene muchas cualidades. Conocían a sus parientes, a su madre, pobre y sencilla, y a él mismo, a quien habían visto trabajar y habían ido a la escuela juntos y muchas veces le habían encontrado en la sinagoga, pero una cosa es la realidad según ellos y otra es lo que él es: el: el Mesías, el Enviado de Dios.

Entonces, viene el desprecio. Los habitantes de Nazaret despreciaban a Jesús, precisamente por haber conocido a su familia, toda ella tan honrada, tan religiosa, tan pobre, tan buena y caritativa. Dice san Marcos: "¿No es éste el carpintero, el hijo de María, el hermano de Santiago, de José, de Judas y de Simón? ¿No están sus hermanas aquí entre nosotros? Y los tenía desconcertados" ( Mc 6, 3).

Pensaban: ¿Qué se ha creído éste? Y le querían despeñar y Jesús tuvo que salir de su pueblo como pudo, después de decir: "Un profeta sólo es despreciado en su tierra, entre sus parientes y en su casa" ( Mc 6,4).

A Jesús le dolió el desprecio de los suyos y lo atenuó englobándolo en una experiencia universal, recordando el proverbio que ningún profeta es bien recibido en su casa. Jesús disculpó muy bien a su pueblo.

Jesús resaltó su incredulidad, por eso no hizo ningún milagro porque los milagros exigen fe: "Y no pudo hacer allí ningún milagro. Tan sólo curó a unos pocos enfermos, imponiéndoles las manos" ( Mc 6,5).

Tres aspectos podemos considerar: la admiración del pueblo, la pregunta quién es Jesús y su incredulidad que resaltan en el evangelio que hemos escuchado.

CONSECUENCÌA

Apliquemos, pues, la palabra de Dios a nuestra vida. Nosotros podemos admirar a Jesús. Pero nada más. Existen muchas personas que admiran a Jesús como yo admiro una obra de arte, una catedral o la Sagrada Familia.

Anécdota.

Permitidme que os explique una anécdota. Hace algunos años estuve en Londres y una de las cosas que acostumbraban a hacer los turistas era ir al High Park para escuchar a los speakers'corner (oradores improvisados).

En un lado del parque había unos taburetes y cualquiera que quisiera expresar alguna idea subía al taburete y la expresaba libremente. Es muy divertido ir paseando y escuchar a los diversos oradores improvisados que hablan de las cosas más diversas, por ejemplo, de política, economía, religión y otras cosas extravagantes. Y aprender inglés sin pagar.

Mientras estaba allí, oí una melodía que conocía y me acerqué. Cuando los chicos y chicas que cantaban salmos acabaron de cantar, un joven subió a un taburete y comenzó a hablar, diciendo que era universitario de Oxford y que era cristiano, gracias a sus padres que le bautizaron y a la comunidad cristiana que cultivaron su fe. Tanto sus padres como la comunidad le presentaron a Jesús como a una admirable persona y su mensaje extraordinario.

Continuó diciendo: cuando cumplí diecisiete años, me pregunté si la persona de Jesucristo era tan admirable y su mensaje tan extraordinario tal como me lo habían presentado y entonces realicé un estudio profundo de la persona de Jesucristo y de su mensaje y llegué a la conclusión que realmente la persona de Jesucristo es más admirable y su mensaje más extraordinario del que me presentaron y ahora soy un enamorado de Jesús y de su mensaje.

También nosotros tendríamos que hacer un estudio profundo de la persona de Jesucristo y de su mensaje y seguramente estaríamos más enamorados del Señor de lo que estamos.

¿QUIÉN ES JESÚS?

A la pregunta ¿Quién es Jesús? Se puede responder de diversas maneras: el hijo del carpintero, un profeta, un comunista, etc.

Pero lo más importante es preguntarnos quién es Jesús para nosotros. ¿Qué respuesta damos?

Para san Pedro, Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios: "Jesús les preguntó: - Y vosotros, ¿quién decís que soy yo? Simón Pedro respondió: - Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo" ( Mt, 16, 15-16). Yo os puedo dar mi respuesta. Para mí es mi Señor, mi maestro, mi Salvador, mi amigo y muchas cosas más.

QUEJA DE JESÚS

Jesús se queja de la poca fe de los nazarenos. ¡Qué Jesús no se queje de nosotros! Que el Señor no nos pueda decir: "¡Hombres de poca fe!" La fe tiene que ser la antorcha que ilumine toda nuestra vida. El justo vive de la fe.

Nada más. Jesús quedó muy desilusionado de su visita a Nazaret, no pudo hacer ningún milagro y quedó extrañado de la falta de fe y se fue y recorría los pueblos vecinos enseñando.

¡Qué no quede desilusionado de nuestra vida cristiana! ¡Qué nuestra vida sea un espejo donde todo el mundo pueda ver la imagen de Jesús reproducida en nuestras obras y palabras!

Acabemos con esta plegaria del libro de la Sabiduría:

"Que Dios me conceda hablar con inteligencia, y tener pensamientos dignos de sus dones, porque él es quien guía a la sabiduría y quien dirige a los sabios" (Sa 7,15).

¡Qué paséis un feliz domingo!