CICLO B. DOMINGO VEINTISIETE DEL TIEMPO ORDINARIO

DIOS ES LA FUENTE DEL AMOR, DE LA CUAL BROTA LA DEL MATRIMONIO

INTRODUCCIÓN.

Antes de hablar del divorcio, definamos el matrimonio cristiano.

El catecismo de la Iglesia Católica dice que el matrimonio es: La alianza matrimonial, por la que un hombre y una mujer constituyen entre ellos una comunidad para toda la vida, ordenada por su índole natural al bien de los cónyuges y a la generación y educación de los hijos, fue elevada por Cristo, nuestro Señor, a la dignidad de sacramento entre bautizados. (C.I.C. 1601).

El concilio Vaticano II dice: Esta mutua unión entre dos personas, como también el bien de los hijos exigen una fidelidad total y una unidad indisoluble (Gaudium et Spes,48).

Cristo, con su presencia en las bodas de Cana, (Jn 2,1-12) elevó el contrato matrimonial a la dignidad de sacramento.

COMENTARIO SOBRE EL EVANGELIO DE HOY

A veces hay preguntas indiscretas. Una de estas, podemos decir que fue la pregunta que hicieron los fariseos a Jesús: Si el marido se puede divorciar de su mujer.(Mc 10,2) No, contestó Jesús de una manera rotunda remitiéndose al Génesis. La respuesta de Jesús es contundente: Al principio, Dios creó al hombre y la mujer. Por esto deja padre y madre, para unirse a su esposa, y los dos formen una sola carne. (Mc 10,7-9).

Cuando, al principio de la creación, Dios proyectó el matrimonio, lo proyectó como una comunidad de vida y amor e indisoluble. El encuentro entre el hombre y la mujer para formar una comunidad, de igual dignidad, se realiza en el don de si mismos y en la entrega recíproca para el gozo del otro.

La unión matrimonial no consiste, como la de los animales en el don solamente de los cuerpos, sino también de las personas, el amor que, aunque implique el cuerpo, no puede reducirse a la sexualidad.

El hombre y la mujer son capaces de esta donación voluntaria para siempre, que no va contra la libertad de las personas. Una de las cosas que la Iglesia quiere asegurar y asegura es la libertad de los contrayentes.

Cuando dos personas se aman de verdad, no piensan en separarse. Cuando preparo a las parejas para recibir el sacramento del matrimonio siempre les digo que: si no se aman de verdad, que no se casen, todavía tienen tiempo. Ellos se ríen y siguen adelante. Sólo una vez me he encontrado con una pareja que me dijo que lo dejaban, porque veían que no se amaban de verdad.

Vosotros, los casados, recordad que el Señor bendijo vuestro amor y como señal de esta bendición y de vuestro amor, traéis el anillo matrimonial que os pusisteis el día de vuestra boda diciendo: Recibe este anillo en señal de mi amor y de mi fidelidad. ¡Que al mirar este anillo, os recuerde el amor que os prometisteis!

El amor tiene que cultivarse, de lo contrario se apaga, como al fuego si no se le añade leña se apaga.

El Concilio Vaticano II dice: Para contraer las obligaciones del matrimonio se requiere virtud; por esto los esposos, fortalecidos por la gracia, cultivarán la firmeza en el amor, la magnanimidad del corazón y el espíritu de sacrificio, pidiéndolo con constancia en l oración (Gaudium et Spes 49). A veces hemos oído decir que tal matrimonio se ha separado, o se ha divorciado y nunca habíamos imaginado que llegaran a tal extremo. Esta separación no es consecuencia de un enfado, o porque uno de los dos se ha levantado de malhumor, ha sido el fin de un largo proceso.

En realidad vivían juntos, pero no estaban juntos. Si no los dos, al menos uno, se había apartado de Dios y de la persona que tenía a su lado. No tenían nunca tiempo para dialogar y hablar de sus cosas. Ya no tenían proyectos, quizás solamente había un egoísmo sexual y a veces ni esto y llegó un momento en que la cuerda se rompió y casi es imposible anudarla de nuevo.

Generalmente la culpa es de los dos y han olvidado que el amor sin sacrificio no existe. Cuando la Iglesia defiende la indisolubilidad del matrimonio defiende a la pareja y que los derechos del hombre son iguales a los derechos de la mujer, el bien de los hijos y el de la sociedad.

Los casados os habéis prometido fidelidad. La infidelidad siempre es destructiva, pero cuando esta infidelidad se produce después de haber experimentado el amor y de haber disfrutado de muchos gestos de generosidad, de amor y de bondad por parte del otro, la persona infiel entra en un proceso de insensibilidad y en estas circunstancias la conversión se hace difícil, solamente una conversión de corazón y mucha oración pueden volver al amor y la fidelidad prometida el día de la boda.

Los cristianos, todos, estamos obligados a defender los derechos de la familia. Con tantas leyes a favor del divorcio, las parejas de hecho, el aborto y la facilidad de adquirir anticonceptivos, la familia tambalea.

Defendamos la familia y vosotros padres educad a vuestros hijos, dadles buen ejemplo y rezad en familia.

CREDO DE LA PAREJA

Creemos en el amor

que es el origen de la vida.

Creemos en la fuerza del diálogo

que hace nacer y crecer el amor.

Creemos en la sinceridad del corazón

que da autenticidad al diálogo.

Creemos en la confianza

que engendra la sinceridad.

Creemos en la pareja

que, confiada y sincera

nace del diálogo;

crece en el amor;

da la vida!

Creemos en Ti

que eres Creador y Padre;

y Espíritu de Amor.

Creemos en Jesús

que es para nosotros

Camino, Verdad y Vida.

Que paséis un buen domingo y una buena semana