FESTIVIDAD DE SAN JOAQUÍN Y SANTA ANA,
padres de la Virgen María
26 de julio

INTRODUCCIÓN

Alabemos a Joaquín y a Ana por su hija; en ella dio el Señor la bendición de todos los pueblos (Antífona de entrada de la Misa).

Mi explicación, después de escuchar el evangelio de hoy, puede dividirse en dos partes:

a) Breve reflexión sobre el evangelio

b) Los santos Joaquín y Ana, padres de la Virgen María, cuya fiesta celebramos hoy.

REFLEXIÓN SOBRE EL EVANGELIO

Las primeras palabras del evangelio son estas: Dichoso vosotros por lo que ven vuestros ojos y por lo que oyen vuestros oídos; porque os aseguro que muchos profetas y justos desearon ver lo que vosotros veis y no lo vieron, y oír lo que oís y no lo oyeron (Mt 13, 16-17).

Jesús, con estas palabras, se refería al pueblo de Israel. Los que podían ver, escuchar y presenciar sus milagros.

Muchas veces he pensado que si nosotros hubiéramos estado allí, hubiésemos sido muy felices al ver a Jesús y escuchar sus palabras. Pero también me he hecho esta pregunta: ¿Le hubiéramos seguido? Muchas de las personas que lo vieron y escucharon no le siguieron. Algunos le odiaron, traicionaron y despreciaron.

¿Qué hay en el corazón del hombre que determine seguir o no a Jesús? No lo sabemos; sólo Dios conoce el corazón de cada persona.

Una cosa está clara, que quien quiera seguir a Jesucristo ha de coger su cruz. ¡No todo el mundo está dispuesto! Es evidente. A quienes seguimos, o queremos seguir, y deseamos este encuentro con Jesús, a pesar de las cosas que tenemos que renunciar, nos proporciona una paz interior y alegría enormes.

No es el mensaje de Jesús el que falla, sino nuestra voluntad, que se cierra a recibir a la persona de Jesús y su mensaje, o quizás es que no lo sabemos descubrir.

Permitidme una anécdota.

Un día, un escultor estaba trabajando con un bloque de mármol, con su martillo y el cincel en la mano daba golpes. Un niño que le observaba, sólo veía el bloque informe y trozos de mármol que caían cada vez más. Cuando se cansó de mirar se fue. Algunos días más tarde el niño volvió para mirara otra vez al escultor trabajar, y comprobó que el bloque se había convertido en una esbelta figura de Jesús sentado, majestuoso. Entonces le preguntó: -Escuche, señor, ¿cómo sabía usted que ahí dentro había esta figura tan bonita? El escultor lo miró y le contestó: -Trabajando y quitando pedazos de piedra, la he descubierto.

El escultor supo descubrir la figura de Jesús "trabajando y quitando pedazos de piedra". También nosotros sabremos descubrir a Jesús escuchándolo en el Evangelio, siguiendo sus ejemplos y evitando nuestros pecados.

SAN JOAQUÍN Y SANTA ANA

Para empezar, os querría hacer una pregunta que seguramente muchos de vosotros no sabréis responderme, a pesar de ser cristianos y tener una gran devoción a la Virgen María.

La pregunta es: ¿Dónde nació la Virgen María?, o con otras palabras, ¿dónde vivían Joaquín y Ana cuando nació la Virgen María?

Los que hemos estado en Jerusalén, recordamos la visita a la basílica de Santa Ana. Una basílica grande y espaciosa, tiene una cripta y un altar, debajo el altar se venera la imagen de la Virgen Niña. Es una niña muy pequeña, en pañales. Según la tradición, allí vivían Joaquín y Ana, y en aquel lugar nació la Virgen María. Sobre el altar están las imágenes de María Inmaculada, san Joaquín y santa Ana.

He dicho "según la tradición", porque es la única fuente que nos habla del lugar donde Ana dio a luz a su hija María.

Los evangelios canónicos no dicen nada, pero el evangelio apócrifo de Santiago, del siglo segundo, ya habla de Joaquín y Ana como padres de María, y de la ciudad de Jerusalén, como el lugar de su nacimiento, junto a la piscina "Probática", donde Jesús curó al ciego de nacimiento.

En este lugar se edificó una pequeña iglesia en honor de la Virgen María. Según los arqueólogos, esta iglesia ya existía en el siglo segundo. El breviario de Jerusalén ya habla de esta iglesia el año quinientos.

En el siglo octavo, san Juan Damasceno, en un sermón dice: ¡Salve, oh templo santísimo de la Virgen María, domicilio de la familia de la reina!

Esta iglesia, cambió de nombre en el siglo doce, ahora se llama Basílica de Santa Ana.

Como Jerusalén, esta basílica pasó, en el año 1192, a manos de los mahometanos, hasta el año 1856, que pasó a pertenecer a Francia, esta envió a los padres blancos, los actuales custodios.

Hemos hablado del domicilio de Joaquín y Ana y del lugar del nacimiento de María. Comentemos ahora la vida de san Joaquín y de santa Ana, siguiendo siempre, naturalmente, la tradición.

San Pablo dice que cuando llegó la plenitud de los tiempos, Dios envió a su Hijo al mundo, nacido de una mujer, y esta mujer era María. Del mismo modo que decimos que María fue predestinada para ser la Virgen María, también Joaquín y Ana fueron predestinados para ser los padres de María. Joaquín y Ana son los abuelos de Jesús. La humanidad de Jesús proviene de Joaquín y Ana.

Joaquín y Ana eran un matrimonio, ya ancianos, no tenían hijos. Dice san Gregorio que, del mismo modo que Ana, la madre de Samuel, iba al Templo para pedir un hijo al Señor, también Ana, la Madre de María, iba al templo con esta intención.

Un buen día, Ana llamó a su esposo Joaquín, y con gran alegría le dijo: - ¡Vas a ser padre! (El hombre sabe que va a ser padre cuando se lo dice su mujer). ¡Qué alegría no habría en aquella casa al enterarse Joaquín que Dios les concedía un hijo!

Los dos habían cooperado en la obra creadora de Dios y los dos cooperarían de una manera especial en la obra de la redención.

Llegó el día esperado, por Jerusalén se difundía esta noticia: ¡En casa de Quím ha nacido una niña, una niña muy maja, una niña que es diferente de las otras niñas!

Aquella niña crecía, y cuando tenía tres años, sus padres la presentaron al templo de Jerusalén, donde pasó doce años, preparándose por ser la Madre del Redentor.

Joaquín y Ana continuaran educando a su hija en la ley de Moisés, y como su casa estaba junto al Templo, debían ser muchos los días que irían, y muchos ratos el padre, Joaquín y la madre, Ana, enseñarían a María, su hija, las sagradas Escrituras.

Generalmente a santa Ana se la suele representar sentada, a veces tiene delante a María leyendo la Palabra de Dios. Recordad el célebre cuadro de Murillo.

María, durante su vida, siempre recordará a su madre, Ana y a su padre, Joaquín, como transmisores de su fe y de la educación que le dieron.

Aplicación práctica

Todos los que hemos sido bautizados, estamos obligados a dar testimonio de Jesucristo y a transmitir nuestra fe.

Los padres, como nos dice el Concilio Vaticano II, son los primeros responsables de la educación cristiana de sus hijos.

Señor, haz que nosotros, como santa Ana y san Joaquín, transmitieron su fe a María, sepamos transmitirla también a nuestros familiares y amigos.

Pidamos, finalmente, que san Joaquín y santa Ana nos bendigan y ayuden a dar testimonio de nuestra fe.