CICLO B - DOMINGO QUINTO DE CUARESMA

El evangelio, que hemos leído anteriormente, habla de unos paganos, griegos, que se acercaron a Felipe y le dijeron que querían ver a Jesús. Felipe fue a encontrar a Andrés, y los dos les presentaron a Jesús.

VER Y CONTEMPLAR A JESÚS

El tiempo de Cuaresma es tiempo para ver y contemplar a Jesús. Tenemos que ver la persona de Jesucristo de una manera total, no ver y contemplar, solamente, su humanidad, sí no también su divinidad. Conviene ver la persona de Jesucristo según las diversas facetas en qué se presenta.

El Viernes Santo, veremos a Jesús en su martirio, azotado, coronado de espinas y muerto en una cruz, pero Jesús tenía otra cruz, quizás peor, que la cruz de madera: era la cruz moral y esta cruz también la debemos meditar.

COMO VEÍAN Y CONTEMPLABAN A JESÚS ALGUNAS PERSONAS DEL EVANGELIO EN LA PASIÓN.
María, la madre de Jesús.

Al contemplar a Jesús en la cruz, recordaría las palabras de Simeón: A ti misma, una espada te traspasará el alma (Lc 2, 35) .

El buen ladrón colgado en la cruz..

Decía: Jesús, acuérdate de mí, cuando llegues a tu Reino (Lc 23,42).

San Juan oyendo a Jesús al pié de la cruz.

Jesús dijo al discípulo amado: Aquí tienes a tu madre (Jn 19,27).
La verónica contemplando el lienzo.

Mirando el rostro de Jesús, que él le había dejado, al limpiarle la cara.
Los soldados mirando a Jesús.

Cuando se dieron cuenta que ya había muerto, no le rompieron las piernas (Jn 19,33).
El pueblo y las autoridades cerca de la cruz.

El pueblo estaba, allí, mirándole, y las autoridades se reían, diciendo: El salvó a otros, que se salve a sí mismo, si es el Mesías de Dios, el Elegido (Lc 23,35)
José de Arimatea descolgando el cuerpo de Jesús.

Era discípulo de Jesús, escondido, por miedo a los judíos, pero pidió a Pilatos autorización, para sacar su cuerpo de la cruz. También fue Nicodemo, quien tiempo atrás había visitado a Jesús, por la noche (Jn 19,39). Los dos discípulos, descolgando el cuerpo de Jesús, tenían las manos manchadas de su preciosa sangre.
El centurión viendo a Jesús muerto.

Daba gloria a Dios y decía: Realmente este hombre era inocente (Lc 23,47).

EL PADRE ESCUCHA A JESÚS

San Pablo, en la segunda lectura, dice: Jesús, durante su vida mortal, se dirigió a Dios, que lo podía salvar de la muerte, rogándole y suplicándole con grandes gritos y lágrimas. Dios le escuchó por su sumisión (He 5,7). Fijaos en esto que dice: "grandes gritos y lágrimas. Dios lo escuchó por su sumisión". Dios le escucha, pero no lo salva de la muerte, precisamente porque ha venido al mundo para esta hora, Le conforta, enviándole un ángel al huerto de Getsemaní. Jesús, obediente hasta la muerte por amor al Padre y a los hombres, acepta la cruz.

Dios también nos escucha y tiene siempre la puerta abierta, aunque nos desviemos.

Permitidme una anécdota. Un hijo discutió con su padre y, enfadado, marchaba de su casa. El padre le dijo antes de que llegara a la puerta: Hijo, las puertas de la casa siempre estarán abiertas para ti. Con mucha más razón, nuestro Padre Dios siempre las tendrá abiertas, si nosotros queremos volver.

LA PERSONA DE JESUCRISTO INTERESA.

Aquellos paganos querían ver a Jesús, porque les interesaba.
Alguna vez, nos hemos preguntado, si Jesús interesa a los hombres del siglo XXI. No hace demasiados años, en el Palacio de Deportes de París, se hizo una representación de la vida de Jesús y su mensaje y, en cuatro meses, asistieron más de setecientos mil espectadores.

La persona de Jesús interesa a muchas personas, y la razón fundamental por la cual interesa es, porque Jesús, después de morir, resucitó. Jesús no está muerto, sino que vive.

Cuando las mujeres fueron al sepulcro para embalsamar el cuerpo de Jesús, encontraron un ángel del Señor, que les dijo: ¿Por qué buscáis entre los muertos aquel que está vivo? No está aquí: ha resucitado (Lc 24,5-6).

Nosotros, también, creemos que Jesús vive, que es nuestro Señor, nuestro amigo, y que se ha quedado entre nosotros en la Eucaristía. Creemos en la presencia de Jesús en el sacramento del altar. Si Jesús está vivo, y es nuestro amigo, le podemos hablar y explicar nuestras alegrías y penas, nuestras inquietudes y esperanzas, nuestros buenos propósitos y todo lo que nos pase, del mismo modo, por no decir mejor, que lo explicamos a nuestros padres, o amigos.
Hay hijos que no quieren o no tienen tiempo para pasar un rato con sus padres; están muy ocupados y los padres se quejan, porque no los van a ver, o no tienen tiempo para estar con ellos.

En este tiempo de Cuaresma, nosotros, hijos de Dios por el bautismo, tenemos que preguntarnos, si tenemos tiempo para hablar con Dios, si deseamos ver a Jesús, como aquellos griegos del evangelio, y hablar y dialogar con él.

BUSCAR A JESÚS, Y LLEVAR A JESÚS

Aquellos griegos buscaron a Felipe y este fue a encontrar a Andrés, puesto que eran amigos de Jesús, para que los presentaran a Jesús.

Como decíamos al empezar, hay muchas personas que están interesadas por Jesús, y ¿a quién irán, sino a las personas que ya le han encontrado, como Felipe y Andrés ? Tú y yo hemos encontrado a Jesús, y aquí viene la gran pregunta: ¿Sabremos nosotros llevar a Jesús a aquellas personas que se acercan a nosotros, como lo hicieron Felipe y Andrés?

¿Nuestra vida, nuestras palabras, nuestras actitudes complacen al Señor?

Hay muchos cristianos que llevan a muchas personas a Jesús. Ahora recuerdo a Teresa de Calcuta, al gran Papa que fue Juan Pablo II, y a muchos padres y madres que llevan a sus hijos al templo, para que conozcan al Señor.

Señor, abridme los ojos, para que os pueda ver. Pero pensad que solamente los limpios de corazón verán a Dios. Felices los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios (Mt 5,8).
Cuando miramos a las personas con los ojos de Jesús se ven de distinta manera.

Por esto, en este tiempo cuaresmal, la Iglesia nos invita a hacer una buena confesión. Hacedla, y el Señor estará contento, y vosotros también.

Que tengáis un buen domingo.