Ciclo C Tercer Domingo de Adviento (II)

 

(Lc 3,10-18)

 Durante este tiempo de Adviento la Iglesia pone ante nuestra consideración la extraordinaria figura de san Juan Bautista y su mensaje como preparación para la gran fiesta de Navidad.

San Lucas en su evangelio nos dice: La gente preguntaba a Juan –Entonces, ¿qué hacemos? Por tres veces encontramos esta pregunta en el evangelio de hoy.

 

¿A QUIÉN HACEN LA PREGUNTA?

Plantean la pregunta a un hombre extraordinario, que sobresalía por su austeridad, sencillez y humildad, de tal forma que algunos pensaban si Juan no sería el Mesías. El pueblo estaba a la expectativa y todos se preguntaban si no sería Juan el Mesías. Entonces Juan les dijo: -Yo os bautizo con agua; pero viene el que es más fuerte que yo, a quien no soy digno de desatar la correa de las sandalias (Lc 3,15-16).

¿A QUIÉN HEMOS DE PREGUNTAR NOSOTROS?

En muchas ocasiones, en nuestra vida, tenemos necesidad de acudir a los demás para preguntar qué hemos de hacer, por eso, es muy importante saber escoger la persona, para que nos de una respuesta, no la que nos gustaría, sino la que más nos conviene.

Recuerdo que una joven decía de su madre que siempre iba a preguntar al mismo sacerdote, porque siempre le daba la razón y, según ella, no siempre la tenía.

Como cristianos que somos, hemos de preguntar al mismo Jesús en nuestra oración. La oración no abrirá los ojos para saber la forma más correcta de obrar.

Consultarlo a nuestra propia conciencia, teniendo presente que, ‘lo que no quieras para ti no lo quieras tampoco para los demás’. Jesús dijo: Tratad a los demás como queráis que ellos os traten a vosotros, porque en esto consisten la ley y los profetas (Mt 7,12).

Preguntad a una persona competente, prudente, que os pueda comprender y aconsejar mirando vuestro bien y el de los demás.

LA RESPUESTA DE JUAN EL BAUTISTA

  El que tenga dos túnicas, que de una al que no tiene.

El que tenga comida que haga lo mismo.

No exijáis nada fuera de lo fijado.

No uséis la violencia, no hagáis extorsión a nadie, y contentaros con vuestra paga. (Lc 3,11,14b).

Juan nos pide que demos a los hermanos

Con otras palabras, Juan nos dice que hagamos limpieza en nuestro armario, en la despensa y en la cartera.

¿Cuántas personas podrían pasar sin tantos vestidos, comidas y dineros? En el mundo hay muchas necesidades y no podemos cerrar lo ojos ante ellas.

¿Qué puedo hacer para que las personas que me miran y observan puedan ver que soy cristiano y me esfuerzo en amar a mis hermanos?

¿Puedo dar un vestido?

¿Puedo dar la mano?

¿Puedo dar un buen consejo?

¿Puedo callar cuando oigo criticar?

¿Puedo poner paz, amor y justicia?

Jesús dice: Venid, benditos de mi Padre, tomad posesión del reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre, y me distéis de comer; tuve sed, y me disteis de beber: era forastero, y me alojasteis; estaba desnudo, y me vestisteis (Mt 225,34-36).

Si alguno dice: ‘Yo amo a Dios’, y odia a su hermano, es un mentiroso; pues quien no ama a su hermano a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve (1Jn 4,20).

En estos días que se organiza una campaña de Navidad para los pobres, procuremos ser generosos.

Juan nos pide responsabilidad.

A los cobradores de impuestos les pide que sean honrados y honestos, que no cobren más de la cuenta.

A los guardias que cumplan dignamente con su obligación, sin amenazar, sin malos tratos o denuncias falsas.

Él mismo nos pide a nosotros que seamos honrados y honestos, que seamos personas buenas, que seamos consecuentes con nuestra vocación de sacerdote, monja, padre o madre de familia, amigo…

Que las personas que nos miren puedan alabar nuestra manera de ser y obrar, y de este modo glorifiquen al Padre que está en el cielo, y puedan decir como decían de Jesús: Pasó haciendo el bien.

Igualmente: Brille de tal modo vuestra luz delante de los hombre que, al ver vuestras buenas obras, den gloria a vuestro Padre que está en los cielos (Mt 5,16).

Aquellos judíos no pensaban que Juan les pedía cosas difíciles y extraordinarias para preparar la venida del Mesías, sino que buscasen hacer bien las pequeñas cosas de la vida diaria.

A nosotros también el Señor nos pide que hagamos bien las cosas de cada día, que, a primera vista parece muy fácil, pero que en realidad no lo es tanto. Que el sacerdote cumpla bien con su ministerio; que el esposo y la esposa sean fieles en su compromiso matrimonial, día a día, y en cada momento; que los hijos honren siempre a sus padres; que el profesional sea consciente de que está sirviendo a la sociedad desde su despacho, tienda, taller, fábrica, donde sea que Dios lo haya colocado.

La experiencia nos demuestra que cumplir exactamente el cometido que cada uno hemos de realizar en nuestra vida, no sólo en momentos determinados, sino siempre, no es algo fácil, en eso consiste la perfección que el Señor espera de nosotros, para ser buenos cristianos y merecer el cielo. Jesús dice: Vosotros sed perfectos, como vuestro Padre celestial es perfecto (Mt 5,48).

Mirad de hacer lo que Dios quiere, no sólo porque la gente os vea, porque entonces vuestro Padre celestial no os recompensará (Mt 6,1).

Los judíos preguntaba a Juan qué podían hacer, nosotros como preparación para el nacimiento de Jesús, le hemos de preguntar a El qué podemos hacer para que el día de Navidad, se encuentre bien entre nosotros, como se encontraba en brazos de José y María.

Que paséis un buen domingo.


TODOS PIDEN

Señor,

se acerca la Navidad, vuestra fiesta.

Los grupos y organismos que se ocupan

de los pobres y marginados

vienen a llamar a mi puerta

piden ayuda para los "otros".

Es la voz de Juan Bautista

que continúa diciéndonos:

El que tenga dos túnicas, que dé una al que no tiene.

El que tenga comida que haga lo mismo.

Es la mejor manera de preparar

vuestra venida y vuestra estancia,

porque os hacéis presente

ahí donde hay amor y solidaridad.

¡Señor, abre mi corazón

a los hermanos necesitados!

Del libro: "Pregària" de Joseph Codina i Farrés