TERCER DOMINGO DE CUARESMA - Ciclo C

JESÚS NOS LLAMA A LA CONVERSIÓN Y A DAR FRUTO
(sólo texto, para imprimir)

Dos ideas quiero destacar en este pequeño comentario del evangelio que acabamos de escuchar.

En la primera, decir que las desgracias no son siempre castigos de Dios, y en la segunda, que Dios y los hombres esperan mucho de nosotros.

Introducción

Generalmente, el pueblo judío, defendía que Dios premiaba en esta vida la virtud y castigaba el pecado. A los cumplidores de la ley divina les está reservada toda clase de bienes temporales: larga vida, prosperidad material, numerosa descendencia; mientras que a los pecadores les esperaba: la muerte prematura, la esterilidad, pérdida del bienes, etc. Por otra parte, se establecía una relación causal entre el pecado y el sufrimiento. La historia de Job es prueba evidente de que de esta tesis, comúnmente aceptada, no tiene validez, por lo tanto, no ha de atribuirse siempre la desgracia o la enfermedad, al pecado como causa propia.

Los dos acontecimientos que hoy nos hablan el evangelio

1. La matanza de unos galileos.

2. La caída de la torre de Siloé.

Llegaron unos a contarle lo de aquellos galileos, a quienes Pilato había hecho matar, mezclando su sangre con la de los sacrificios que ofrecían. (Lc 13,1)

La matanza de los galileos atribuida a Pilato encaja con su imagen violenta y sin escrúpulos. Hace referencia a alguna represión ordenada por el gobernador durante la celebración de la Pascua, en la cual se sacrificaban en el templo corderos y se derramaba la sangre en el altar. Seguramente que estos galileos eran unos patriotas, sobre los que recaía una sospecha de peligro.

En la pasión de Jesús, veremos cómo Pilato, aunque reconoció que Jesús era inocente, se lavó las manos y sin ningún escrúpulo dio permiso para que le crucificaran.

Un prejuicio muy común en el pueblo de Israel era creer que toda desgracia personal o colectiva era un castigo de Dios. Recordad la historia de Job.

Mala cosa es decir a alguien que tiene, o ha tenido, una desgracia, que es culpa personal suya. Esto no es ningún consuelo, al contrario. Puede que sea verdad, pero nunca se puede culpabilizar a nadie, ni aún con espíritu de caridad.

Jesús aprovecha pedagógicamente estos dos acontecimientos, que han emocionado el pueblo, para poner de relieve la idea de que todos somos pecadores.

Dios respeta la libertad de los hombres, y esta libertad no impide que se obre mal. Algunas personas se quejan de que Dios respete la libertad de las personas y que consienta el mal obrar. Pero. ¿Qué sería del hombre sin libertad? La libertad es un don de Dios.

Cuando juzgamos los males del mundo, tenemos que tener presente que muchas veces provienen de la malicia y crueldad de los hombres.

Muchas desgracias vienen también del mal comportamiento La persona que abusa, por ejemplo, del vino, enferma; el que visita alguna casa de prostitución, pronto sufrirá las consecuencias; la persona egoísta crea lleva malestar en la familia. Todo esto se puede evitar, si el comportamiento de las personas está de acuerdo con la voluntad de Dios.

3quaresma2.jpg (5442 bytes)La torre de Siloé.

Parte de la torre de Siloé cae y mata a dieciocho personas. Y aquellos dieciocho que murieron al desplomarse sobre ellos la torre de Siloé, ¿creéis que eran más culpables que los demás habitantes de Jerusalén? Os digo que no; y si no os convertís, todos pereceréis igualmente (Lc 13,4).

Actualmente también hay muchos accidentes y algunas personas mueren. No siempre es por el pecado.

A veces se oye decir que Dios es el responsable de estas desgracias, se le culpa a Dios. Hay quien ha perdido la fe, porque, por ejemplo, su padre ha muerto siendo joven, o su hijo ha tenido un accidente y ha fallecido en la carretera.

Pensar que Dios es el responsable y la causa de estas desgracias, enfermedades y males, es un absurdo.

El hombre está sujeto a las leyes que rigen este mundo. Si una persona se tira desde un séptimo piso, seguramente morirá, porque por la ley de la gravedad su cuerpo no puede resistir el golpe que recibe.

Algo semejante pasa con las enfermedades. También hemos de pensar que el hombre es limitado y está expuesto coger los malos virus del ambiente.

Entonces, ¿quién es el culpable? ¿El pecado?

Un día preguntaron a Jesús, de quién era la culpa, por haber nacido una persona ciega. Jesús respondió que ni él ni sus padres tenían la culpa. Mientras caminaba, Jesús vio a un hombre que era ciego de nacimiento. Sus discípulos, al verlo, le preguntaron: -Maestro, ¿por qué nació ciego este hombre? ¿Fue por un pecado suyo o de sus padres? Jesús respondió: -La causa de su ceguera no ha sido ni un pecado suyo ni de sus padres. Nació así para que el poder de Dios pueda manifestarse en él. (Jn 9,1-3)

Consecuencia

Jesús aprovecha estos sucesos para decir al pueblo judío que haga penitencia, y les explica la parábola de la higuera que no daba fruto.

Naturalmente, esta higuera se refiere al pueblo judío, pero nosotros la podamos aplicar a nuestra vida cristiana.

Seguro que muchos de nosotros hemos comido higos, cosechados del árbol son los mejores. ¡Qué disgusto tendríamos si al ir a coger los higos que esperábamos no encontrármos ninguno!

Dios espera mucho de nosotros

Dios que espera tanto de nosotros, ¡qué desilusión puede llevarse al ver que no damos frutos de vida eterna!

¡Qué desilusión no tendrá Dios cuando espera que le amemos y estemos con Él y nosotros no nos acordamos y hacemos como el hijo pródigo, nos marchemos de la casa del Padre esperando encontrar la felicidad fuera de Dios!

El hijo pródigo volvió a la casa del padre porque las cosas le fueron mal, también muchos hombres vuelven a la casa del Padre cuando les visita una enfermedad o tienen un disgusto o pasan una mala temporada.

¡Qué triste es que los desengaños de los hombres tengan que servir para volver a Dios! Pero la realidad es esta.

También nuestros hermanos esperan mucho nosotros

No sólo Dios espera mucho de nosotros, sino nuestros mismos hermanos y amigos esperan encontrar "higos en nuestra la higuera", frutos en nuestra vida.

¡Cuántas veces hemos esperado un favor de un amigo y nos ha cerrado la puerta! O si hemos estado enfermos, hemos esperado la visita de una persona a la que queríamos y no ha venido. Quizás nuestro amigo, cuando ha estado enfermo o triste, ha esperado una palabra de consuelo y nosotros no se la hemos dado.

¿Por qué no podemos hacer algo bueno por los hermanos? ¿Por qué no visitar alguna residencia de ancianos? ¿Por qué no asistir a alguna reunión de cristianos en la Parroquia? La respuesta de algunas personas es: Porque me da pereza y en casa se está muy bien, viendo la televisión y más en invierno,

En este tiempo de cuaresma, Jesús nos invita a convertirnos.

Examinamos nuestra conciencia y preguntémonos qué "higos" (frutos) espera Dios de nosotros, y qué esperan nuestros hermanos.

Si saliera el Señor, en cada anochecer, a recoger las obras buenas que hemos hecho durante el día, seguramente que muchos días se iría con las manos vacías. Esforcémonos para que el Señor pueda, cada día, recoger las buenas obras que hayamos hecho.

ORACIÓN

Haz, Señor, que cuando me vaya a dormir y os de las gracias por el día que me has dado, pueda presentar mis "buenos higos" y que tu puedas recogerlos.

OS DESEO QUE PASÉIS UN BUEN DOMINGO