Domingo Quinto de Cuaresma - Ciclo C

Al acabar la cuaresma, fijémonos en la persona de Jesús y en su actuación

Introducción

Jesús se fue al monte de los Olivos. Por la mañana temprano volvió al templo y toda la gente se reunión en torno a él (Jn 8,2) y el pueblo también madrugó, y fue con él; Jesús se sentó y les enseñaba (Jn 8,2). ¡Qué bonito es ver a Jesús sentado tranquilamente enseñando al pueblo, diciéndoles quien es Dios y cómo nos hemos de amar!

Jesús está hablando, de pronto, se ve venir un tumulto. En esto, los maestros de la ley y los fariseos se presentaron con una mujer que había sido sorprendida en adulterio (Jn 8-3).

Tenían una ocasión para tentar a Jesús y la aprovecharon, con este motiva: La pusieron en medio de todos y preguntaron a Jesús: -Maestro, esta mujer ha sido sorprendida cometiendo adulterio. En la ley de Moisés se manda que tales mujeres sean apedreadas (Jn 8,3-4).

Esta ley se encuentra en el libro del Deuteronomio (17,2-5). Querían matar, no sólo a la mujer, sino también a Jesús, por eso le preguntan: ¿Tú qué dices? (Jn 8,5). Pusieron a Jesús en un compromiso. Si dice que no debían acusarla, era ir contra la ley de Moisés; si dice que sí, la podrían denunciar a Pilato, puesto que la pena de muerte se la reservaban los romanos. Jesús era más listo que sus acusadores y responde de una manera indirecta que no le compromete.

El evangelista subraya la mala intención de los acusadores cuando dice: La pregunta iba con mala intención, pues querían encontrar un motivo para acusarlo (Jn 8,6).

La mirada es el reflejo del alma, o del sentimiento interior.

Fijémonos en las miradas de las personas que intervienen.

La mirada de los letrados y de los fariseos era de condena, la querían apedrear.

Entre los espectadores, algunos querían verla morir, para que se cumpliera la ley, pero otros la miraban con compasión.

Algunos la miraban como objeto de placer.

Otros la miraban como a una gran pecadora.

La Mirada de Jesús es de amor y misericordia.

Comportamiento de Jesús

No la mira. Se pone a escribir en tierra. Jesús se inclinó y se puso a escribir con el dedo en el suelo (Jn 8,6). No sabemos lo que escribió pero dijo estas palabras: -Aquél de vosotros que no tenga pecado, puede tirarle la primera piedra (Jn 8, 7).

Todos eran pecadores. Nadie se atrevió a tirar la primera piedra. Jesús conocía el interior de los hombres y si alguien lo hubiera hecho, Él hubiera protestado. Al oír esto se marcharon uno tras otro, comenzando por los más viejos (Jn 8,9).

El evangelista, que era joven, hace notar que los que empezaron a marchar eran los más viejos. ¿Será porque los que somos viejos tenemos más pecados que los jóvenes?

Cuando Jesús notó que todo el mundo había marchado levantó los ojos. Él era el único que la podía condenar, porque Él no tiene ningún pecado, pero no lo hace, los demás todos son pecadores y no podían echarle las piedras que llevaban.

Entonces la mira, la mirada de Jesús es una mirada limpia. No piensa mal. Aquella pobre mujer al ver la mirada Jesús, podía respirar, no la condenaba. Su mirada de miedo, es convirtió en una mirada de alegría.

La caridad empieza por la mirada

La mirada de Jesús no es de condena, de juicio, de placer, no es la mirada del que lleva las piedras en el bolsillo, es de perdón, de misericordia y de bondad.

La pobre mujer ya podía estar tranquila, no la condenaba. Jesús la perdonaba, pero le dice que no vuelva a pecar más.

Condena el pecado, pero tiene misericordia de la pecadora. ¡Qué bonita es la mirada de Jesús! y también ¡sus palabras de perdón!

La misericordia, el amor y el perdón de Jesús hacen que las piedras caigan de sus manos, las piedras que querían arrojarle para matarla, e incluso las que guardaban dentro del fajín... No es que Jesús llame bueno lo que es malo, o viceversa. Jesús perdona y las piedras y pedruscos desaparecen. Nadie le podía arrebatar el perdón. El perdón es garantía de su bondad y de su misericordia.

Jesús trata a la adúltera como a una persona y no como a un objeto, por eso la perdona y le dice. –Tampoco yo te condeno. Puedes irte y no vuelvas a pecar (Jn 8,11).

No sabemos si aquella mujer cambió de vida, pero sí podemos decir que nunca olvidaría el miedo que había pasado, pensando que iba a morir apedreada, y también la compasión y la ternura que había encontrado en aquel que era el único que la podía condenar, Jesús.

San Pablo sí que cambió de vida

En la segunda lectura, San Pablo, fue un gran pecador pero Jesús salió a su encuentro, nos dice que, cuando se encontró con Cristo, lo dejó todo por él: Pienso incluso que nada vale la pena si se compara con el conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor. Por él he sacrificado todas las cosas, y todo lo tengo por estiércol con tal de ganara a Cristo y vivir unido a él (Flp 3,8-9).

Reflexión práctica

La palabra de Dios ha de penetrar en nuestro corazón para que nos ayude a convertirnos.

¿Por qué no decirlo? Muchas veces nos parecemos a aquellos fariseos, vemos la mota en el ojo de nuestro hermano y no queremos ver la viga que hay en el nuestro.

¿Has ido a confesarte en este tiempo de cuaresma?

Recomendación

Por acabar quiero recomendaros la lectura de la encíclica del Papa sobre la vida. Juan Pablo II es un gran defensor de la vida. Dice así al empezar refiriéndose al nacimiento de Jesús:

En la aurora de la salvación, el nacimiento de un niño es proclamado como dichosa noticia: «Os anuncio una gran alegría, que la será para todo el pueblo: os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es Cristo Señor» (Lc 2, 10-11). El nacimiento del Salvador produce, ciertamente, esta «gran alegría»; pero la Navidad pone también de manifiesto el sentido profundo de todo nacimiento humano, y la alegría mesiánica constituye así el fundamento y realización de la alegría por cada niño que nace (Jn 16, 21).

Presentando el núcleo central de su misión redentora, Jesús dice: Yo he venido para dar vida a los hombres y para que la tengan en plenitud (Jn 10,10). Se refiere a aquella vida «nueva» y «eterna», que consiste en la comunión con el Padre, a la cual todo hombre está llamado gratuitamente en el Hijo por obra del Espíritu Santificador. Pero, es precisamente en esta «vida» donde encuentran pleno significado todos los aspectos y momentos de la vida del hombre.

Esta encíclica también trata del aborto, de la eutanasia, de los métodos anticonceptivos, la pena de muerte, que actualmente cree que no hay casos en que se pueda aplicar .Toda la encíclica es un poema a la vida y un elogio a la maternidad y paternidad responsable.

Recordad la idea: La caridad empieza con la mirada.

QUE PASÉIS UN BUEN DOMINGO