DOMINGO DECIMOSEPTIMO DURANTE EL AÑO - Ciclo C

En Jesús tenemos un modelo de oración. Jesús, cuando iba a realizar algo importante, dedicaba un buen tiempo a la oración, por ejemplo, antes de escoge a sus discípulos, en la resurrección de Lázaro y, sobre todo, antes de su pasión en el huerto de los Olivos, Jesús se dirigió al Padre y le dijo: Padre mío, si no es posible que pase sin que yo lo beba, hágase tu voluntad (Mt 26,42).

Siguiendo su ejemplo, nosotros también hemos de dar mucha importancia a la oración en nuestra vida cristiana.

Orar quiere decir abrir nuestro corazón a Dios. No podamos vivir encerrados en nosotros mismos, o sólo con las cosas y afanes de este mundo. Hemos de contar con Dios, abrirnos a él y escucharle, como hacía María en la casa de Betania. El domingo pasado lo recordábamos, hagamos una oración de alabanza, también de súplica, como buenos hijos que se dirigen al Padre del cielo, y saben que, si cuida de las plantas de la tierra y de los pájaros del cielo, más aún mira por nosotros, sus hijos, que nos ha enviado a su Hijo Jesucristo para nuestra salvación.

La oración es, sobre todo, una convicción íntima, sabemos que Él es nuestro Padre y que quiere nuestro bien incluso más que nosotros mismos.

Santa Teresa del Niño Jesús dice: la oración es un impulso del corazón, es una simple mirada dirigida al cielo, es un grito de reconocimiento y de amor, tanto en la prueba como en la alegría (Autob. C 25r).

Eficacia de la oración

La gran lección del evangelio de hoy es la confianza sin límites que hemos de tener en Dios. Si conseguimos del amigo, aunque sea en horas intempestivas, lo que le pedimos, si un hijo puede esperar que su padre y su madre la escuchen y le den lo que le es conveniente, si Abraham consigue que Dios le escuche, como leemos en la primera lectura, ¡mucho más nosotros que hemos sido bautizado por Cristo y hechos hijos adoptivos,. Somos hijos de la gran familia de Dios y podemos dirigirnos confiadamente al Padre del cielo!

El protagonista del evangelio de hoy no es el que pide, sino el que da. Fijaos en estas palabras: ¿Cuánto más el Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan? (Lc 11,13).

Rezamos porque nos sentimos débiles, por eso nos dirigimos con confianza al Padre, para que nos ayude. Muchas veces sentimos nuestra pequeñez, de manera especial, cuando estamos enfermos.

Oración del Padrenuestro

¡Qué bonita es esta oración del padrenuestro! Salió espontánea de los labios de Jesús cuándo le pidieron que les enseñara a rezar. No sabemos quién se la pidió, pero le estamos agradecidos.

Dos versiones del mismo texto

La oración del padrenuestro la encontramos en san Mateo y en san Lucas. No sabemos exactamente cuando la enseñó Jesús. San Mateo la pone después de las bienaventuranzas, san Lucas después de su estancia en Betania con Marta, María y Lázaro. La de san Mateo es más larga y más adornada, la de san Lucas es más concisa. Sustancialmente son idénticas. La liturgia ha escogido la de san Mateo, que es la que decimos en la misa.

El nombre del Padre

Cuando invocamos a Dios como Padre queremos indicar principalmente dos aspectos de Dios: Que Dios es nuestro creador, y sobre todo bondad y solicitud amorosa hacia todos sus hijos.

Todos somos hijos de Dios, pero podamos distinguir tres círculos concéntricos. Son hijos de Dios quienes no le conocen, pero son queridos por Él. Son hijos de Dios quienes le aman pero no conocen a Jesucristo. Somos hijos de Dios los que hemos renacido por el bautismo, por nuestra incorporación a Cristo participamos de su vida divina. Decía san Agustín: ¿Cómo podrá ser hijo e invocar a su padre si no ha renacido por el bautismo? El bautismo nos hace hijos de Dios con el distintivo del carácter que imprime.

En lo referente al nombre de Padre, que usa el evangelista, Abba, (papá) es una de las primeras palabras que pronuncia el niño cuando se dirige a su padre con la sonrisa en sus labios. Nadie antes de Jesús se había atrevido a dirigirse a Dios con una palabra tan íntima y familiar. Jesús la usa siempre cuando se dirige a su Padre.

En la palabra padre podemos entender padre y madre. El papa Juan Pablo I decía que Dios es padre y más todavía madre. El amor de Dios, muchas veces, es define como el amor materno.

En los primeros siglos del cristianismo, a la oración del padrenuestro se le daba mucha solemnidad, sobre todo en las vigilias para los bautizos, cuando se preparaban a los catecúmenos. Era como la joya más preciosa y querida por los creyentes.

Las peticiones del padrenuestro

Las primeras peticiones están dirigidas a Dios: santificado sea tu Nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad. Después pasamos a pedir por nosotros mismos: Danos hoy nuestro pan de cada día; el pan material y el espiritual, el perdón de nuestras culpas. Y acaba en una súplica: no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal. Puede decirse que la oración del padrenuestro es un resumen de todo el evangelio. Es una síntesis perfecta de la relación de Dios y del cristiano.

Jesús nos dice malos

Una de las cosas que me ha llamado siempre la atención de este evangelio es que Jesús nos dice que somos malos. Pues si vosotros, aún siendo malos, sabéis dar a vuestro hijos cosas buenas, ¿cuánto más el Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan? (Lc 11,13).

Todos tenemos malos pensamientos, todos pecamos con la lengua, la crítica, somos egoístas, etc. Si miramos la historia de la humanidad la vemos llena de crímenes y engaños. Es verdad, Señor, que somos malos, por eso os pedimos perdón. Ayúdanos a liberarnos de todo mal y no permitas que caigamos en la tentación.

Jesús que era un gran pedagogo, sabía muy bien que la vida del hombre es una tentación continua, por eso nos dice que pidamos para no caer en la tentación. Estamos incitados en la lucha entre el bien y el mal, muchas veces nos dejamos llevar por el mal, aunque no lo deseamos.

Importancia de la oración

La oración es como el aire que respiramos. No podamos vivir sin respirar, el cristiano no puede vivir sin la oración.

San Pablo nos dice que recemos constantemente: Estad siempre alegres. Orad en todo momento. Dad gracias a Dios por todo, pues ésta es la voluntad de Dios con respecto a vosotros como cristianos (1 Tes 5,16-18). Y santa Teresa dice que entre los pucheros se encuentra el Señor.

Para acabar permitidme que os explique una anécdota del cura de Ars. Había un hombre que se pasaba muchos ratos en el templo, sentado en el banco no movía ni los labios. El cura de Ars se le acercó y le preguntó si rezaba. El hombre le contestó que sí, "Le miro y me mira". ¡Qué oración más bonita! Realmente aquel hombre rezaba de verdad.

Nada más, queridos feligreses, recemos por nosotros, por nuestras familias, especialmente si tenéis hijos y viven alejados de Dios, por nuestra sociedad y por los que la gobiernan, para que entre todos sepamos hacer un mundo más habitable, mejor que el que encontramos el día en que nacimos.