DOMINGO VEINTITRES DURANTE EL AÑO - Ciclo C
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23any2_p.JPG (44740 bytes)Introducción

El evangelio nos dice, que Jesús iba acompañado de una gran multitud que se dirigía a Jerusalén y, aprovechando aquella oportunidad, expone las condiciones que son necesarias para ser discípulos suyos.

Os confieso sinceramente que siempre que leo este evangelio se me pone la carne de gallina, y pienso que es muy difícil ser un verdadero discípulo de Jesús. Pienso que Jesús es muy exigente, si nos fijamos en nosotros mismos, cristianos, quizás seamos pocos los verdaderos discípulos de Jesús.

Por otra parte, veo que Jesús es un hombre honrado y justo y que quiere decir las cosas claras, aunque sean pocos los que le sigan. Se pueden comparar las palabras de Jesús con los anuncios de la televisión, siempre ponen las cosas fáciles, para que la gente las compre; o las frases de los políticos, que muchas veces, prometen y prometen lo que no pueden dar, pero sólo es para que la gente les vote.

Reflexión sobre evangelio

Jesús nos dice en el evangelio de hoy: Si alguno quiere venir (Lc 14, 26).

Estas palabras en labios de Jesús me gustan mucho, porque nos muestran a un Jesús que no quiere obligar a nadie, no quiere que le sigan a la fuerza. Jesús deja a nuestra libre deliberación el poder seguirle o no. Tiene un gran respeto por nuestra libertad. Es un don que Dios nos da para que podamos obrar sin el menor asomo de coacción interna, ni externa. Tengamos presente que esta facultad que Dios nos ha dado nunca se debe emplear incorrectamente. Esto no sería bueno sino una gran imperfección y la ruina de la persona.

Si preguntamos qué quiere decir ser cristiano, la respuesta es: El que sigue las enseñanzas de Jesús y lo imita como el modelo mejor. Es verdadero discípulo de Jesucristo el que trabaja para conocer cada vez más a Jesús, y no sólo humanamente, sino íntimamente, teniendo presente su estilo de vida y procurando imitarle en todo.

Comentamos ahora las condiciones que Jesús expone para ser discípulo suyo.

Son tres:

Si alguno quiere venir conmigo y no está dispuesto a renunciar a su padre y a su madre, a su mujer y a sus hijos, hermanos y hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío (Lc 14,26).

Me diréis que esto es muy fuerte, y lo es si se mira con frialdad, pero la realidad no es ésta. La persona que ama de verdad a Jesucristo, querrá también más a sus hijos, a su esposa o esposo, a sus hermanos y a sí misma, porque en la persona de Jesucristo aprenderá a no ser egoísta y a amar de verdad.

Padres que me escucháis, enseñad a vuestros hijos a amar de verdad a Jesucristo, que de este modo vuestros hijos también os amaran mejor a vosotros.

Las palabras de Jesús no son un desprecio a la familia, ni mucho menos, Jesús en su vida familiar y con su doctrina, nos enseña a amar a la familia. Jesús pasó treinta años con su familia de Nazaret, quiso mucho a sus padres, José y María.

La vida del cristiano, construida sobre las enseñanzas de Jesús, se convertirá en una vida fecunda, rica y eficaz para él mismo y para todos los que ama.

Jesús también nos recuerda lo que está escrito en el Antiguo Testamento: Escucha Israel, el Señor es nuestro Dios, el Señor es uno. Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas (Dt 6,4-5).

A Dios es el primero al que hemos de amar con un amor sin límites.

23any1_p.JPG (39757 bytes)Ejemplo de fidelidad de amor a Dios.

El rey Antíoco había ordenado a los judíos comer carne de cerdo, que estaba prohibida por la ley de Moisés. Los siete hermanos, juntamente con su madre, murieron antes de quebrantar la ley de Moisés.

Cuando el rey ya había sacrificado a seis hermanos, quería hacerle renunciar al pequeño, después de ofrecerle riquezas y placeres, llamó a su madre para que lo convenciera. Son admirables las palabras de la madre a su hijo pequeño: - Hijo mío, ten piedad de mí, que te he llevado en mi seno nueve meses te he amamantado tres años, te he alimentado y te he educado hasta ahora. Te pido, hijo mío, que mires al cielo y a la tierra y lo que hay en ella; que sepas que Dios hizo todo esto de la nada y del mismo modo fue creado el hombre, no temas a este verdugo, muéstrate digno de tus hermanos y acepta la muerte, para que yo te recobre en el día de la misericordia (2 Mac 7,27-29).

Hay que subrayar que le dijo estas palabras en su lengua materna.

El que no carga con su cruz y viene detrás de mí, no puede ser discípulo mío (Lc 14,27).

La segunda condición es cargar con la cruz y seguir a Jesucristo. Jesús dice. Sed perfectos como mi Padre celestial es perfecto. La santidad consiste en amar de verdad a Dios y al prójimo. Amar quiere decir sacrificarse, renunciar muchas veces a uno mismo y dar la vida por la persona amada. Me gustaría que alguna madre explicara públicamente los sacrificios que ha hecho por sus hijos. Si amamos de verdad a Jesucristo, muchas veces habremos de coger la cruz y seguirle, porque queremos amarlo a Él y nuestros hermanos. No hay verdadero amor sin sacrificio.

Del mismo modo, aquel de vosotros que no renuncia a todo lo que tiene, no puede ser discípulo mío (Lc 14,33).

La tercera condición es que lo amemos más que a todos los bienes de la tierra. Que lo amemos más que al dinero, más que a los gustos y placeres mundanos, más que a todas las cosas. También en el terreno humano tenemos que renunciar a muchas cosas para conseguir algo, por ejemplo, cuando el atleta quiere ganar una competición, o el estudiante quiere aprobar, el casado convivir con la familia etc., dejarás a su padre y a su madre.

San Pablo escribe: Pienso incluso que nada vale la pena si se compara con el conocimiento de Cristo Jesús, mi señor (Flp 3,8).

Jesucristo nos dice: Buscad más bien su reino, y él os dará lo demás (Lc 2,31).

Jesús no nos pide más que lo que Dios pedía en el Antiguo Testamento, cuando decía: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas (Dt 6,5).

La palabra clave de Jesús es: ¡Venid conmigo! Este camino no lo haremos nunca solos, sino con Jesús. Yendo con él siempre ganaremos: las renuncias nunca serán pérdidas, sino ganancia y el yugo siempre será suave y la carga ligera.

Al empezar os decía que era muy difícil seguir verdaderamente a Jesucristo. Ahora, al acabar, os digo: No es tan difícil si estamos convencidos de que Jesús es el Hijo de Dios que ha dado la vida por nosotros y que con su ayuda todo lo podamos. San Pablo decía: ¡Todo lo puedo en aquel que me conforta!

Pidamos al Señor que nos aumente la fe y nos ayude y enseñe a ser verdaderos discípulos suyos, que sepamos examinar nuestra conciencia y preguntarnos si somos de verdad discípulos de Jesús.

Acabo con esta bonita frase: Nada nos podrá llenar tanto como Jesucristo, sigámosle que no nos defraudará.

¡Que paséis un buen domingo!