DOMINGO VEINTISEIS DURANTE EL AÑO - Ciclo C
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El rico epulón y el pobre lázaro. Juan de Sevilla Romero (1643 - 1695). Museo del Prado (Madrid)Cuando Jesús habló de las riquezas, diciendo que no podemos servir a dos señores, a las riquezas y a Dios, los fariseos se burlaron de Jesús. Entonces Él les propuso la parábola que hemos escuchado en el evangelio de hoy. La parábola del hombre rico y de Lázaro, el pobre.

Jesús dijo: No podéis servir a Dios y al dinero.

Estaban oyendo esto los fariseos, que eran amigos del dinero, y se burlaban de Jesús (Lc 16,13).

En este evangelio de hoy destacan dos situaciones, el contraste entre el rico egoísta y el pobre que tiene a la puerta.

El hombre no ha nacido para hartarse, aunque no hubiera estado el pobre, la actitud de este rico sería deplorable. San Pablo dice: su dios es el vientre (Flp 3,19).

La condena del rico es motivada sólo por no reconocer y ver al hombre hambriento, enfermo y desahuciado.

El rico era una persona que vivía muy bien: Bien vestido, buenas comilonas y cerrado en sí mismo, en sus negocios, sus riquezas, no veía más, o no quería ver, las necesidades de los pobres Lázaros sentados a su puerta. Lázaro estaba sentado a su puerta, lleno de llagas y muy hambriento, deseaba aunque sólo fuera comer las migajas que caían de la mesa del rico y nadie se las daba.

El pecado del rico es el mismo de nuestra sociedad occidental: Vestimos muy bien, comemos demasiado bien y cerramos los ojos ante el espectáculo de millones de hombres y mujeres que mueren de hambre.

Sólo hay que ver la ropa que se tira porque está pasada de moda. En nuestra parroquia recogemos ropa para los pobres y a veces, da lástima ver la que se tira, casi nueva, o nueva del todo. ¡Y no hablemos del pan que se desperdicia y se malgasta!

Todos tendríamos que dar un lugar para los pobres en nuestro presupuesto, del mismo modo que lo damos para comer y vestir.

El rico epulón, orando.Un día el pobre murió y fue llevado por los ángeles al seno de Abrahán. También murió el rico y fue sepultado. (Lc 16,22).

La segunda consecuencia que podemos sacar de esta parábola es que un día nos llegará la muerte, tanto si somos ricos, como si somos pobres, y entonces tendremos que dar cuenta al Señor de cómo hemos administrado las riquezas que Él nos ha dado. No podemos enterrar los dones que el Señor nos ha dado, sino que hemos de trabajar para que fructifique todo lo que hemos recibido de las manos de Dios.

El Catecismo de la Iglesia católica dice: "Creemos que al morir cada hombre recibe en su alma inmortal su retribución eterna.... de parte de Jesucristo".

La otra consecuencia que podemos sacar de esta parábola es que hay un cielo y un infierno. Jesús lo ha dicho con toda claridad. El rico fue llevado al infierno y el pobre Lázaro al seno de Abrahán, es decir al lado de Abrahán, que quiere decir al cielo. Ahora se habla poco del cielo y del infierno. Parece que estas dos palabras las hemos borrado de nuestro diccionario, pero Jesús las pronunció muchas veces, lo que nos espera después de esta vida: El cielo o el infierno.

El catecismo de la Iglesia católica dice: "Creemos que las almas de todos los que mueren en gracia de Dios son el pueblo de Dios... y ellos forman la Iglesia del cielo".

Siguiendo el ejemplo de Cristo, la Iglesia advierte a sus fieles de la triste y lamentable realidad de la muerte eterna, dicho también infierno.

La existencia del cielo y del infierno es un dogma de fe, y sabemos que la persona que muere en pecado mortal se condena, y la persona que muere en gracia de Dios se salva.

Al hablar del infierno, siempre me gusta recordar que la voluntad de Dios es que todo el mundo se salve, pero, si alguien se obstina en vivir en pecado y apartado de Dios, existe un lugar, que denominamos infierno, lugar de castigo.

Otra consecuencia que podamos sacar de esta parábola es que el tiempo de merecer es el que vivimos ahora, y que después de la muerte no hay lugar para arrepentirse. Tenemos los medios necesarios, como es la palabra de Dios, para que nos guíen.

Las palabras que el Maestro pone en boca de Abrahán resumen la intención de la parábola. Si no escuchan a Moisés y a los profetas, tampoco harán caso aunque resucite un muerto (Lc 16,31).

Si Jesús habló con tanta dureza en esta parábola fue con la intención pedagógica de despertar las conciencias adormecidas. Hay muchas personas que no se preocupan de la salvación de su alma y pasan de los pobres Lázaros que encuentran en el camino de su vida. Si yo vivo bien, ¡los otros que se arreglen! Uno de los pecados de nuestra sociedad es que la gente pasa de todo, y a una persona que pasa de todo, es muy difícil hablarle de cosas serias y convincentes, puesto que no quiere escuchar.

Abrahán nos ofrece tres respuestas: El rico es condenado por su mala conducta, es decir, por la vida que llevaba. Para él no queda esperanza de salvación después de la muerte.

Finalmente, el motivo por el cual hubiera tenido que convertirse, si hubiera querido mientras tenía tiempo, era dejar de ser tan egoísta y ayudar a los pobres que había en el mundo.

El pecado del rico es un pecado de omisión. No molesta al pobre en ningún momento, ni le ataca, ni le manda los perros. Simplemente cierra los ojos ante la miseria de Lázaro.

Quizá, me dirás que no tienes dinero, que no eres rico, pero quizás eres rico en alegría, en tiempo, en juventud, en influencia, en gracia de Dios. Todo esto lo debes compartir con los pobres que hay a nuestra puerta porque lo necesitan.

Redentor en el tron, amb sants. Escola de Novgorod. S. XIII-XV. Gal. Tretjakov. Moscou.Pecados de omisión

Cuando yo era pequeño me enseñaron a rezar el "Yo Pecador" y pedíamos perdón de los pecados de pensamiento, de obra y de omisión. La Iglesia nos enseñaba también a pedir perdón por los pecados de omisión.

A la hora de evaluar nuestra vida también contarán los pecados de omisión. Seremos juzgados por lo que hemos hecho y por lo que hemos dejado de hacer.

Jesús hablando del juicio final dice: Venid benditos de mi Padre, tomad posesión del reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber (Mt 25, 34-35).

Apartaos de mí, malditos, id al fuego eterno, preparado para el diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre, y no me disteis de comer, tuve sed, y no me disteis de beber (Mt 25, 41-42).

Aprendamos nosotros las grandes enseñanzas de esta parábola, tan rica e instructiva.

ORACIÓN

Haz, Señor, que esté siempre atento

a las necesidades de los otros,

sobre todo de los más pobres, de los que no pueden darme las gracias con dinero ni el bienestar material.

Haz, Señor, que sepa verte en los pobres y necesitados.

¡QUE PASÉIS UN BUEN DOMINGO!