DOMINGO VEINTIOCHO DURANTE EL AÑO - Ciclo C

Introducción

La lepra en el Antiguo Testamento

En la mentalidad judía, toda enfermedad, especialmente la lepra, era considerada un castigo de Dios.

Miremos lo que dice el libro del Levítico:

El leproso llevará las vestiduras rasgadas, la cabeza desgreñada, y el bigote tapado, e irá gritando: "¡Impuro, impuro!" Mientras dura la lepra, será impuro. Vivirá aislado y tendrá su morada fuera del campamento (Lv 13,45-46).

Los que estaban enfermos de lepra vivían castigados por la enfermedad y la sociedad. La lepra poco a poco comía su carne, y la soledad su corazón. Eran muertos vivientes que estaban en los caminos esperando que alguien se compadeciera de ellos y les diera algo de comer, pero la mayoría de la gente les tiraba piedras para que no se acercasen. Ni siquiera podían ir a las fuentes o a los ríos para lavarse. Así vivían, si eso podía llamarse vida.

Comentario al evangelio

Fácilmente podemos hacer la composición de lugar del evangelio que acabamos de leer.

Jesús se dirigiría a Jerusalén, pasando por Samaría y Galilea, y al entrar en un pueblo, por allí había diez leprosos, que estaban obligados a vivir separados de la gente por su enfermedad, porque eran considerados impuros. Cuando supieron que pasaba Jesús, de lejos, ya que no podían acercarse, gritaron: Jesús, maestro, ten piedad de nosotros (Lc 17,13).

Admirable oración la de los leprosos. Llaman a Jesús, no médico, sino maestro, Jesús es el maestro por antonomasia, y le piden que tenga compasión. Jesús, el buen Jesús, tuvo compasión de ellos y los mandó presentarse a los sacerdotes, según lo que prescribía la ley.

Ellos obedecen y creen en la bondad del Señor. Estos leprosos encontraron y vieron a Jesús de lejos. Por el camino fueron curados, y nueve de los diez, quizás, porque estaban contentos y agobiados, no se les ocurrió volver a dar gracias a Jesús, o quizás, porque les preocupaba el certificado que los sacerdotes debían darles, para poder volver a la vida normal con la gente. Sea cómo sea, ellos no fueron agradecidos, en cambio uno de ellos, el samaritano, al verse curado, volvió a dar gracias al Señor y lo hizo de este modo, alabando a Dios, echándose a los pies de Jesús, dándole gracias: Uno de ellos, al verse curado, volvió alabando a Dios en alta voz, y se postró a los pies de Jesús dándole gracias (Lc 17, 15-17).

El samaritano, además de sentirse curado, sentiría en sus adentros la necesidad de volver para darle las gracias, y esto lo llevó hasta dónde estaba Jesús, para verle de cerca, y poder decirle directamente cuan grande era lo que le había acontecido.

A este samaritano se le dice ‘el agradecido’ y a los otros ‘los desagradecidos’, porque no volvieron a dar gracias al Señor.

Dos maneras de encontrar a Jesús

Hay dos maneras de encontrar a Jesús: Desde lejos, acercándose, como el samaritano. Podemos preguntarnos: ¿Cómo hemos encontrado a Jesús?, ¿nos hemos acercado como el samaritano y le damos gracias, o hacemos como muchas personas que han encontrado a Jesús, alguna vez en su vida, y no vuelven a estar más con Él para darle gracias por tantos beneficios que reciben de su generosa mano?

Me refiero a las personas que han recibido el bautismo, la primera comunión, y quizás la confirmación, y solamente se acercan a la Iglesia para pedir el sacramento del matrimonio, y de una manera superficial, sin un encuentro verdadero con el Señor. También a las personas que sólo van a la Iglesia para pedir una curación o un milagro, y si lo obtienen ya no se acuerdan de ser agradecidos.

El que encuentra de verdad a Jesús ya no se separa más de Él, vive continuamente unido a Él, su vivir es como el de san Pablo que decía: Ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mí.

Jesús ejemplo de agradecimiento

Toda la vida de Jesús es un acto de agradecimiento a su Padre, lo manifiesta en varias ocasiones, por ejemplo, en la multiplicación de los panes y de los peces, donde san Juan subraya la acción de gracias con estas palabras: Otras barcas llegaron de Tiberíades, y atracaron cerca del lugar donde la gente había comido pan, después que el Señor había dado gracias a Dios. (Jn 6,23).

En la resurrección de Lázaro, después de haberse quitado la losa, Jesús dice: Padre, te doy gracias, porque me has escuchado (Jn 11, 41).

El Señor agradece al leproso el que haya vuelto para darle gracias. ¿Tan sólo ha vuelto a dar gracias a Dios este extranjero? Y le dijo: levántate, ve; tu fe te ha salvado (Lc 17,18-19).

Nuestro agradecimiento

Dice el refrán: "De bien nacidos es ser agradecidos". Pues bien, el tema de las lecturas de este domingo es el agradecimiento. Naamán, el sirio, fue agradecido con el profeta Elías y con su Dios, por haberle liberado de la lepra, y el extranjero samaritano, volvió para dar gracias a Jesús y dar gracias a Dios.

La idea que quisiera especialmente subrayar en esta homilía, es que hemos de ser agradecidos con Dios. No solamente darle gracias cuando recibimos un favor, sino tener siempre una actitud de acción de gracias y agradecimiento, como buenos hijos que agradecen a su Padre los muchos regalos que Él nos concede, por ejemplo, el regalo de la vida, la salud que tenemos, los padres cristianos que nos bautizaron, los amigos, y por todo lo que nos ayuda a disfrutar de esta vida, también darle gracias por haberle conocido y por el Espíritu Santo que hemos recibido en el santo bautismo, que nos inspira cosas buenas y nos conduce a Jesús.

Quienes saben dar gracias a Dios, también sabe dar gracias a su hermano. Ser agradecidos es muy importante. En las cosas pequeñas, por ejemplo, dar las gracias al camarero que nos sirve, o a la madre de familia que, con afán, ha preparado una buena comida en alguna festividad. Es importante el agradecimiento, porque hace que la vida sea más amable y la persona que recibe el agradecimiento siente alegría dentro de sí, al ver reconocido su trabajo y esfuerzo.

El agradecimiento es una actitud muy humana y cristiana, hace crecer el amor y la confianza en el que se manifiesta agradecido, así como quien recibe la prueba del agradecimiento.

Finalmente, quiero recordar que asistimos a la santa misa para dar gracias a Dios por los muchos beneficios que hemos recibido de su mano. El sacerdote se dirige al pueblo, en un momento importante de la misa, con estas palabras: Demos gracias al Señor Dios nuestro, y se responde: Es justo y necesario. Dos palabras, es justo y necesario dar gracias a Jesús entre nosotros.

Oración

Señor, estoy contento de verificar tu sentimiento de alegría cuando uno de los leprosos vuelve curado para darte las gracias. A mí también me gusta que me digan: ¡gracias! Ayudadme a comprender la importancia del agradecimiento.

¡QUE PASÉIS UN BUEN DOMINGO!