DOMINGO VEINTINUEVE DURANTE EL AÑO - Ciclo C

En el pasado domingo el evangelista Lucas nos hablaba del agradecimiento y hoy nos habla de la perseverancia en la oración, juntamente en la primera lectura de libro del Éxodo, donde nos muestra a Moisés en oración, con los brazos levantados, en el tiempo en que Abimelec atacó al pueblo de Israel. Mientras Moisés oraba, ganaba Israel, cuando bajaba los brazos, perdía.

Este ejemplo del Antiguo Testamento es muy expresivo. En la batalla contra los enemigos Moisés ora a Dios y le pede su ayuda. Mientras él mantenía las manos alzadas los israelitas ganaban, pero, después, cuando aflojaba en la oración, las cosas iban a la inversa. No es un gesto mágico, es un símbolo de que, la historia de aquel pueblo, no se puede entender sin la ayuda de Dios. Aparentemente, puede parecer que Moisés debía de haber ido al campo de batalla, pero no, él confía en la oración y sube a la montaña para orar.

Moisés era un hombre de fe y creía en la oración. El hombre de hoy aprecia la eficacia, los medios técnicos, el ingenio en el trabajo humano, y no parece necesitar la ayuda de Dios para construir un mundo mejor. Muchos de los inventos del hombre se hacen se fabrican para la guerra y sirven para destruir al enemigo, pero Jesús nos advierte que quien no edifica sobre la roca de Dios, está edificando en falso.

El salmo nos invita a alzar los ojos a los montes.

Alzo los ojos a las montañas: ¿De dónde vendrá mi auxilio? Mi auxilio viene del Señor, que hizo el cielo y la tierra (Sal 120,1-2).

Descripción del juez:

Había en una ciudad un juez que no temía a Dios ni respetaba a los hombres. Había también en aquella ciudad una viuda que no cesaba de suplicarle: "Hazme justicia frente a mi enemigo" (Lc 18,2-3).

No puede definirse mejor a un hombre inasequible, con más rigor y exactitud como el que se especifica en esta frase del evangelio del juez de la parábola de hoy. Un hombre que desconocía a Dios y no le importaban los hombres.

Dos comentarios del juez:

Un hombre sin fe y desconocimiento de Dios.

Le daban igual los hombres como lo que podían decir de él.

Tal como lo describe el evangelista, de un hombre así se puede esperar todo; si concede lo que le pide la viuda es para que lo deje tranquilo. Es tanto lo que esta viuda me importuna, que le haré justicia para que deje de molestarme de una vez (Lc 18,5).

Consecuencias que podemos sacar de esta parábola

Orar siempre sin desanimarse. Jesús, de una manera plástica, nos lo dice con el relato del juez infiel y la pobre viuda, que le pedía justicia, y por su perseverancia, el juez le concede lo que pedía. No se trata de comparar a Dios con aquel juez que Jesús describe como corrupto e impío, sino la conducta de la viuda con una oración de petición perseverante.

El ejemplo de Jesús

Podemos decir que toda la vida de Jesús fue una oración continua. He aquí, algunos ejemplos:

Algunas ideas sobre la oración

Orar es reconocer la grandeza de Dios y nuestra debilidad, y es también orientar nuestra vida y nuestro trabajo según Dios. Ser cristiano es vivir en oración.

Orar, pidiendo a Dios, no significa tratar de convencerlo, sino de exponerle nuestros deseos y estar en comunión con Él.

La oración nos ayuda a sintonizar con Dios, exponerle nuestras necesidades y esperar su ayuda.

No siempre nos conviene lo que, en algún momento, le pedimos. Dios tiene una visión global de nuestra vida, como el que llega a la cima de una montaña y ve mucho más que cuando comenzó a subir.

Me complace recordar la definición de santa Teresa del Niño Jesús, que es la patrona de las misiones, y la joven doctora de la Iglesia, que dice: Para mí la oración es un impulso del corazón, una mirada sencilla dirigida al cielo, un grito de agradecimiento y de amor, tanto en medio de la prueba como en la alegría, en fin, es algo grande y sobrenatural que ensancha el alma y la une a Jesús (Manuscrito, cap. 25).

Orar es dejar la dirección de nuestra vida para que sólo Cristo nos guíe por sus caminos.

La oración, como la contemplación, es una mirada de fe puesta en Jesús."Yo le miro y él me mira", decía a su santo cura un campesino de Ars que oraba ante el Sagrario. La luz de la mirada de Jesús ilumina los ojos de nuestro corazón; nos enseña a ver todo a la luz de su verdad y de su compasión por todos los hombres (C.E.C. 2715).

La perseverancia

Jesús nos dice que tenemos que orar siempre. La oración ha de ser la actitud habitual del creyente.

No se trata, evidentemente, de estar siempre recitando fórmulas, sino de mantener una relación amistosa con el Señor, de hablar con Él.

Jesús nos pide que nuestra oración sea perseverante, la falta de perseverancia, muchas veces, es falta de confianza en el Señor.

A menudo, el Señor nos hace esperar, pero esto no quiere decir que haga el sordo, sino que esto forma parte de su pedagogía.

Perseverar es signo de confianza, es estar convencidos de que seremos escuchados, si lo que le pedimos nos conviene. Finalmente obtendremos lo que hemos pedido con perseverancia, como la viuda que obtuvo lo que pedía al juez.

La lección principal de esta parábola es la certeza de que seremos escuchados, y que nuestra plegaria humilde y confiada siempre es atendida por el Señor.

La oración no es una invitación a la pereza

La oración de petición no es dejarlo todo en manos de Dios y no hacer nada.

Cuando yo visito a un enfermo suelo decirle dos ideas: Ponte en las manos de Dios y no pierdas la ilusión por la vida.

Moisés, aun cuando hoy se nos muestra con las manos alzadas, no es que sea una persona sospechosa de pereza y alienación.

También Jesús tenía mucho que hacer pero se pasaba muchas noches en oración.

Jesús no nos invita a la pereza, sino a unir nuestro trabajo con la oración.

En la parábola de los talentos nos dice que tenemos que trabajar para hacer fructificar los dones que hemos recibido de Dios para bien de nuestros hermanos. El lema de San Benito es: Ora et labora, "Ora y trabaja". El cristiano es la persona que confía en la voluntad de Dios y al mismo tiempo pone todo de su parte.

Frutos de la oración

El termómetro de la verdadera oración está en los frutos que permanecen en el corazón después de haber rezado, por ejemplo: el gozo en el corazón, la fraternidad con los que están a nuestro lado, una experiencia de amistad, la fe y esperanza en que seremos escuchados.

Si queremos ser cristianos de verdad no dejemos nunca el contacto con el Señor, hagamos bien nuestra oración.

¡QUE PASÉIS UN BUEN DOMINGO!