SEGUNDO DOMINGO ORDINARIO Ciclo C

Bodas de Caná (Jn 2,1-12)

Celebramos hoy otra manifestación de Jesús. La primera ha sido a los magos en la fiesta de la Epifanía, la segunda, en el río Jordán, el bautismo de Jesús, y la tercera en un pueblo de Galilea llamado Caná.

La boda de Caná de Galilea

Las bodas en un pueblo pequeño, como era Caná de Galilea, se prolongaban durantes varios días y eran muchos los invitados. Una boda era una fiesta para todo el pueblo y, posiblemente muchos, que no habían sido invitados, también iban a felicitar a los novios y a beber un vinillo.

Parece ser que los invitados bebieron más de lo que estaba previsto o, que tal vez, hubieran más personas de las que habían invitado.

Probablemente, la familia era pudiente, porque al frente del banquete había un "mayordomo" de servicio y los camareros.

Presencia de Jesús en las bodas de Caná

Imaginaos que entramos a la sala de los invitados cuando se celebraba la fiesta de la boda de Caná, y nos fijamos en todos los invitados que están sentados a la mesa, cantando alegres en medio de un gran alboroto, y preguntamos a Jesús porqué ha ido a la fiesta, la respuesta de Jesús podría ser porque lo hubieran invitado. Entonces vemos a Jesús que hace un buen papel, habla, ríe, canta como los demás invitados y, finalmente realiza su primer milagro: Convierte el agua en vino.

Jesús, permitidme la expresión, era una persona muy normal, como nosotros, aunque era Dios participa en la fiesta, como los demás invitados.

Presencia de María en las bodas

María también era una invitada más, y también hacía un buen papel. Podemos imaginarnos a María sentada la mesa, hablando, cantando y riendo y, quizás, ayudando a los sirvientes.

Petición de la madre al hijo

Llega un momento en que la madre de Jesús, (las mujeres siempre son más observadoras que los hombres), se da cuenta de que algo pasa, y llamando a uno de los criados le pregunta, y éste le responde que se ha acabado el vino.

El vino en una fiesta de boda era muy importante. Actualmente tampoco puede faltar el vino y el champán.

Una boda sólo con agua quedaría "aguada", como vulgarmente se dice.

La madre de Jesús se imaginó la vergüenza que pasarían los novios. En los pueblos, que todo se comenta, posiblemente aquellos novios podrían pasar a la historia como los novios a los que los faltó el vino el día de su boda. Para evitarles un disgutoen se intervino Maria.

María, indirectamente, pide un milagro a Jesús

María conocía el poder de Jesús,por eso se le acercó y sólo le dijo estas palabras: No les queda vino (Jn 2,3).

Jesús, que era muy inteligente, comprendió enseguida por dónde iba su madre y le respondió: -Mujer, no intervengas en mi vida, mi hora aún no ha llegado (Jn 2,4). Pero María, a quien no le faltaba inteligencia y, como todas las madres, conocía muy bien a Jesús, dijo a los criados: -Haced lo que él os diga (Jn 2,5). Son las únicas palabras que sabemos dijo la Madre de Jesús. Para nosotros, que amamos tanto a María, estas palabras son una norma práctica de vida.

El milagro de Jesús

Ya sabemos el resultado. Jesús obra su primero milagro en unas bodas, por no "aguar" la fiesta, así que continuar con cantos, gozo y alegría propios de una fiesta familiar.

Seguramente que ninguno de nosotros se hubiera imaginado que el primer milagro de Jesús, para demostrar su divinidad, hubiera sido convertir el agua en vino. Ningún hombre puede hacerlo y Él lo realizó en esta fiesta de la boda de unos novios amigos de suyos y de su Madre, con tanta sencillez.

Aplicación de la palabra de Dios

La palabra de Dios siempre ha de ir encaminada a nuestra vida práctica. La Virgen María hubiera podido pensar que ella no tenía nada que ver en la falta del vino, era una invitada más, pero no, se levanta y pide un milagro.También en nuestra vida nos encontramos en circunstancias parecidas. No nos falte:

  • el vino de la salud,

  • el vino del trabajo,

  • el vino de la paz familiar,

  • el vino de la amistad,

  • el vino de la alegría,

  • el vino de la esperanza,

  • el vino de la ilusión, etc.

No digamos nunca: ¡No es mi problema!, sino todo lo contrario, hagamos algo, como María, para convertir el agua en vino.

También quiero recordar algunas cosas que ya sabéis, pero que conviene traerlas a la memoria puesto que se desprenden de la palabra de Dios que acabamos de escuchar.

A vosotros casados:

Os podéis preguntar si la promesa de amor y fidelidad que hicisteis el gran día de vuestra boda la habéis respetado y cumplido. ¿Os queréis hoy más que el día de vuestra boda? Vale la pena que aprovechéis a fondo la vida de matrimonio, que sepáis dialogar, buscar que el otro disfrute siempre de vuestra presencia, especialmente en los momentos difíciles, y que nunca le falte vuestro apoyo y ayuda, que recéis juntos, que participéis en la eucaristía, que seáis felices, porque esta es la voluntad de Dios, vuestra felicidad, y esto también es el deseo de Jesús.

A vosotros solteros:

Si pensáis casaros. ¿Tenéis bien claro que la voluntad de Dios es que vayáis al altar sin mancha de impureza? Preparad bien vuestro futuro matrimonio, con ilusión y alegría.

A todos en general:

Que trabajéis para que los valores de la familia, el amor de los esposos, de los hijos sea como una bendición de Dios, respeto a los abuelos, que sean conservados y defendidos.

A la familia se le ataca principalmente por el divorcio, la separación, el aborto, el descuido de la educación de los hijos, y por razones económicas; el llevar a las personas mayores, principalmente los padres, a residencias cuando no hay verdadera necesidad, y de otros muchos modos. ¿Qué hacemos para ponerle remedio?

¡Que Dios nos ayude a todos! La sociedad está mal porque la familia está mal.

Antes de acabar felicitaremos a María por el gran ejemplo de solidaridad que nos dio, pidió a Jesús ayuda para los novios que no tenían vino.Que Jesús no falte en nuestras fiestas, bodas, bautismos, aniversarios etc.Que creamos en Jesús con mucha fe, como los discípulos creyeron en Él.

Maria, Virgen de la alegría, ruega por nosotros.

LA ESPOSA, SOL DE LA FAMILIA

La familia brilla con el fulgor que le es propio: este fulgor es el de la esposa. Escuchad lo que dice de ella la sagrada Escritura: La gracia de la esposa sensata encanta el marido. Una esposa decente es doblemente agraciada, nada es tan valioso como la mujer casta. Una buena mujer en una casa aseada es como el sol que despunta en el horizonte. Ciertamente, la esposa y madre, es el sol de la familia. El sol por su magnanimidad y por su voluntad de abnegación, por su alegría constante, por su suavidad providente es una joya para el marido y los hijos. La esposa es el sol de la familia por la claridad de su mirada y por el calor de su palabra. Porque sus ojos y su voz penetran en el ánimo, lo doblega y conmueve, levanta, y expulsa el tumulto de las pasiones, devuelven al marido la fruición del bien y la alegría de la conversación familiar, cuando vuelve después de una jornada trabajando, muchas veces fatigado.

De Pío XII, radiomensaje, 11-03-1942, a los nuevos matrimonios