SOLEMNIDAD DEL SAGRADO CORAZÓN DE JESÚS
Viernes de la tercera semana después de Pentecostés
(sólo texto, para imprimir)

sagratcor_es_p.JPG (29115 bytes)INTRODUCCIÓN

Desde el comienzo de la Iglesia, los cristianos han tenido devoción al Sagrado Corazón de Jesús, pero su popularidad se debe a la religiosa, santa Margarita María de Alacoque, que en Paray-le-Monial, el día 16 de junio del año 1675, tuvo una visión de Jesucristo enseñándole su corazón y pidiéndole que la Iglesia instituyese la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús, el viernes después del Corpus.

Jesús le dijo: "Mira mi corazón, a pesar de consumirse en un gran amor por los hombres, no recibe otra cosa que sacrilegios, desprecio, indiferencia e ingratitud".

Más que adorar al corazón de Jesús, la Iglesia quiere hacer resaltar su humanidad y sobre todo su amor.

El prefacio propio de la misa de este día nos lo dice con estas palabra: El cual, con amor admirable se entregó por nosotros, y elevado sobre la cruz hizo que de la herida de su costado brotaran, con el agua y la sangre, los sacramentos de la Iglesia; para que así, acercándose al corazón abierto del Salvador, todos puedan beber con gozo de la fuente de la salvación.

Él ha venido a recordarnos que Dios tiene un rostro humano que se refleja en el Hijo, por él podamos ver el rostro del Padre, y de tal manera ha amado al mundo que ha entregado a su propio Hijo. Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único, para que todo el que crea en él tenga vida eterna (Jn 3,16).

El Papa Pío VI reconoció el culto al Sagrado Corazón de Jesús el año 1694, y el año 1765 introdujo en el misal la misa propia del Sagrado Corazón y en la liturgia de las horas.

Los papas, especialmente Pío XI, Pío XII y Pablo VI, han sido grandes propagadores de la devoción al Sagrado Corazón de Jesús con sus encíclicas: Misserantissimus redentor, 1928; Haurietis aquas, 1956; Investigabiles divitias, 1965.

La contemplación del Corazón de Jesús nos sugiere que al Amor se le ha de corresponder con amor, de esta forma podremos llegar a una intimidad con el que ha dado su vida por nosotros, puesto que nos quiere de verdad.

Jesús antes de morir dijo: Nadie tiene amor más grande que quien da la vida por sus amigos (Jn 15, 13) Estas palabras las ha hecho realidad en sí mismo muriendo en la cruz. Cuando el amor es lo más grande no tiene límites. Exige dar la vida hasta la misma muerte. Jesús ha sido fiel y consecuente con sus palabras y con sus hechos.

La fiesta de hoy es una amable invitación para profundizar en el misterio del amor de Cristo. Nadie nos ha querido tanto como Él. Hoy, fiesta del Sagrado Corazón de Jesús, es un momento para pedir lo que dice san Pablo: Así podréis comprender, la anchura, la longitud, la altura y la profundidad del amor de Cristo (Ef 3,18).

Vale la pena que celebramos solemnemente esta fiesta del Sagrado Corazón, porque las cosas que no se celebran se olvidan fácilmente y dejan de influir en nuestra vida cristiana, lo que puede conducir a un empobrecimiento de nuestra vida espiritual.

Reflexión sobre el evangelio del Ciclo C

Aprended de mí, que soy sencillo y humilde de corazón (Mt 11, 29).

La imagen que nos hacemos de Jesús no puede ser fruto de nuestra imaginación, porque nos expondríamos a edificar nuestra vida sobre falsas bases que no responden a la realidad.

Jesús nos habla de su amor a nosotros y a todo el mundo. Nos habla con su vida, su comportamiento y con su mensaje.

Para formarnos un concepto exacto de la persona adorable de Jesús, hemos de coger la Biblia, sobre todo el Nuevo Testamento, y hacer un estudio detallado de todas las en que se presenta Jesús de tantas maneras:

La Iglesia, para que comprendamos bien la fiesta del Sagrado Corazón y lo que representa este gran amor de Jesús, hoy nos lo presenta como el buen pastor que va en busca de la oveja perdida, y nos dice la alegría que siente cuando la encuentra.

¡Él es el buen pastor! Es maravilloso el lenguaje que emplea para hacernos comprender su amor. Con este lenguaje sencillo y comprensible podamos conocer mejor el amor de Jesús.

sagratcor_p.JPG (18438 bytes)¿Qué hace el buen pastor?

Va en búsqueda de la oveja perdida, no ahorra ningún esfuerzo, se expone a toda clase de peligros y, cuando la encuentra, tiene una gran alegría, con un afecto extraordinario la coge, se la pone a hombros y está tan contento que invita a todo el mundo; amigos y vecinos, para celebrar el encuentro de la oveja que se le había perdido.

Jesús nos dice: Pues os aseguro que también en el cielo habrá más alegría por un pecador que se convierta que por noventa y nueve justos que no necesitan convertirse (Lc 15,7).

Jesús nos puede hablar de la alegría que habrá en el cielo por la conversión de un pecador porque Él mismo es la persona que trae alegría al venir a este mundo. Los ángeles al anunciar a los pastores el nacimiento de Jesús les dicen: No temáis, pues os anuncio un gran alegría, que lo será también para todo el pueblo: Os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es el Mesías, el Señor (Lc 2,10).

Jesús en la última cena, cuando abre su corazón a los apóstoles, habla del amor del Padre y de su amor a sus discípulos, y les dice: Os he dicho todo esto para que participéis en mi gozo, y vuestro gozo sea completo (Jn 15,11).

Cuando Jesús se presenta a sus discípulos después de haber resucitado los llena de alegría. El evangelista san Lucas dice: Pero como aún se resistían a creer por la alegría y el asombro, le dijo: - ¿Tenéis algo de comer? (Lc 24,41).

El cristiano que sabe presentar a Jesús y su mensaje siente alegría en su corazón, como la sentían los setenta y dos discípulos de Jesús al volver de su experiencia misionera. Los setenta y dos volvieron llenos de alegría (Lc 10,17).

El apóstol Santiago recomienda la alegría en medio de los sufrimientos. Considerad como gozo colmado, hermanos míos, el estar rodeados de pruebas de todo género (Sant 1,2).

En el cielo habrá mucha alegría. Jesús compara el Reino de Dios a unas bodas en las que reina la alegría. Nosotros nos hemos de alegrar porque nuestros nombres están escritos en el cielo. Alegraos más bien de que vuestros nombres estén escritos en el cielo (Lc 10,20).

Consecuencia

¡Ojalá que comprendiéramos la inmensa alegría de Dios cuando un pecador se convierte! Es una ocasión para fijarnos en Jesús, arrepentirnos de nuestros pecados y renovarnos interiormente.

¿No hemos pensado nunca que podemos hacer feliz a Jesús y darle mucha alegría, si de verdad nos convertimos? Jesús siempre nos busca, aunque nosotros lo abandonamos. Él siempre viene a nuestro encuentro, siempre nos acoge. Contemplemos su amor y dejémonos poseer por él.

Acabamos con esta jaculatoria tan bonita: ¡Sagrado Corazón de Jesús con Vos confío!