LA ANUNCIACIÓN DEL SEÑOR
(sólo texto, para imprimir) 

Nazaret, un pueblecito de Galilea, muy pequeño, de unos cien habitantes, donde todo el mundo se conocía, allí vivía María  y  es a  donde Dios manda al arcángel san Gabriel para proponerle ser madre de Jesús.

María, virgen, probablemente de quince o dieciséis años, estaba haciendo oración en su casa de Nazaret dónde tuvo una visita inesperada. La presencia de un ángel que la saludaba con alabanzas y le anunciaba un mensaje de parte de Dios.

El arcángel Gabriel

Le dice; «Alégrate
llena de gracia,
el Señor es contigo,
No temas,
concebirás en tu seno
al Hijo del Altísimo»
(Lc 1,26-38).

María acepta el mensaje del arcángel

María se turba ante de los elogios y se pone a pensar en  el contenido de un anuncio tan singular. El arcángel le aclara y le explica el hecho misterioso: si acepta María será virgen y madre de Jesús..

La virgen, como todo buen israelita, conocía las profecías, y entre ellas la de Isaías (7,14), que habla que una virgen concebirá y a dará luz un hijo.

María admite lo que le dice el arcángel, pero pregunta cómo podría ser esto si no conoce varón. Para  ponerse con sincera disposición necesitaba una aclaración sobre un hecho que nunca había sucedido y que sólo una vez en la historia ha sucedido: que una virgen concibiera al Hijo de Dios y sin concurso de varón.

El ángel le dijo: no será por obra de varón, sino que el Espíritu Santo te cubrirá con su sombra y así concebirás un hijo y se cumplirán las profecías y le da una señal: tu prima, de adelantada edad y estéril, espera un hijo y ya está en el  sexto mes .

María respondió. Soy la esclava del Señor, que se cumplan en mí tus palabras (Lc 2, 38) María :empezó en este instante a ser virgen y madre  María. dio su adhesión irrevocable y se consagró de por vida al plan anunciado y aclarado.

Escribe san Bernardo

¿Por qué tardáis?¿Por qué tembláis? Creéis, confesáis y aceptáis. Que vuestra humildad se llene de audacia y vuestro candor de confianza. Ahora no conviene que la sencillez virginal se olvide de la prudencia. Aquí hay la única cosa, oh Virgen prudente, en la que no os hace falta temer la vanagloria, porque, aunque el candor silencioso es cosa agradable, ahora aun así es más necesaria la piedad de vuestra palabra. Abrid, oh Virgen dichosa, vuestro corazón a la fe, vuestros labios a la confesión, vuestras entrañas al Creador. Mirad que quienes desean todas las naciones es aquí fuera y os llama a la puerta. Oh, no fuera que, si lo demoráis, pasara de largo y volvierais otra vez, a buscar dolorida quien el alma tan lo aprecia! Levantaos, corred, abrid! Levantaos a la fe, corred por la devoción, abrid por la confesión Y ella dice: Soy la esclava del Señor; que se cumplan en mí tus palabras.(homilía 4).

Diálogo de María y el arcángel Gabriel

Es uno de los diálogos más precioso de toda la Sagrada Escritura.

Adora, Oh cristiano, al inefable amor de Dios, el misterio del cual se realiza en el sí entrañable de una joven madre, María.

El sí de María y su fisonomía espiritual

El arcángel Gabriel saluda a María como la « llena de gracia» y le pide el consentimiento para la encarnación del Verbo. Ella responde con el «sí.

Un «sí» que es expresión de una disponibilidad que mantuvo toda su vida abierta al servicio más exquisito de Dios y sus planes de salvación. Un «sí» en el cual comprometió todo su ser a la persona y a la misión de su Hijo.

Al aceptar el mensaje divino —dice el Vaticano II— se convirtió en Madre de Jesús, y al abrazar de todo corazón la voluntad salvífica de Dios, se consagró totalmente como esclava del Señor a la persona y a la obra de su Hijo sirviendo con diligencia al misterio de la redención con él y bajo él» (LG 56).

Dios necesitaba que alguien le creyera y le prestara obediencia y se entregara a sus designios de salvación, y esto sucedió en María. «Aquí me tienes —le dijo al Señor— como la sincera e irrevocable servidora tuya». comprometió humildemente toda su existencia a una misión a la cual siempre se dio con  entrega y con generosidad y lo llevó a cabo en muchos acontecimientos de su vida:

• Dedicándose con todo su ser a tener cuidado del pequeño Jesús en los años de su infancia;

• Yendo con diligencia a servir a su prima santa Isabel, siendo esto motivo de gran alegría (Lc 1,43-44);

• Haciendo en las bodas de Caná una oportuna y discreta plegaria, por la que Jesús inaugura su vida pública y los discípulos creen en Él.

Estando junto a Cristo en la vida y en la muerte.

Para prepararla a este servicio, Dios la libera del pecado original y ella es la llena de gracia desde el primero instante de su concepción.

María no se da a nada ni a nadie que no sea Jesús, y así queda absolutamente dispuesta a comprender la elección misericordiosa de Dios y las exigencias del amor de Dios a quien se aprestó a corresponder más allá de todas las exigencias humanas.

¿Es tu vida un «sí» a Dios?

Mira a María e imítala en su prudencia, su docilidad y su consagración total a Dios.

El Señor hará verdaderas maravillas en aquella doncella virgen y en la cruz nos la dejará como madre nuestra.

Pídele al Señor, por María, esta actitud de servicio humilde que tanto gusta a Jesús.
 

Que María aumente nuestra fe y amor a Jesús.

Que paséis un buen día de fiesta.