LA ASCENSIÓN DEL SEÑOR
Hoy, hermanos y hermanas, es una gran fiesta para nosotros los
cristianos, celebramos la Ascensión de
Jesús al cielo.
La homilía de hoy tendrá tres partes.
1. Jesús antes de la Ascensión .
2. Jesús en la Ascensión .
3. Jesús después de la Ascensión .
Jesús antes de la Ascensión
Hace cuarenta días que nos reuníamos para celebrar la resurrección de Jesús,
hoy nos reunimos para celebrar su admirable Ascensión al cielo,
Una de las primeras cosas que hizo Jesús después de resucitar fue aparecerse a
san Pedro solo, como futura cabeza visible de la comunidad cristiana, aunque no
sabemos el momento exacto. ( Lc 24,34).
La primera aparición de Jesús fue a las mujeres que fueron al sepulcro para
embalsamar su cuerpo y encontraron el sepulcro vacío. Un ángel del Señor les
dijo: Sé que buscáis a Jesús, el crucificado. No está aquí,
ha resucitado, tal como dijo (Mt 28,6).
Después se apareció a Maria Magdalena que creía que Jesús era el hortelano,
ella lo reconoció por la voz y Jesús le dijo que no lo tocara porque todavía no
había todavía subido al Padre (Jn 20,17).
Jesús se aparece a los apóstoles sin estar Tomás, les da el Espíritu Santo y el poder de perdonar los pecados. (Jn 20, 19-23).
Jesús también se apareció a dos discípulos que iban a Emaús, aquel mismo domingo. Uno de ellos se llamaba Cleofás y después que
Jesús reprobara su incredulidad, lo conocieron en la fracción del pan (Lc 24.13).
Jesús se aparece nuevamente estando Tomás, después de ocho días de su aparición
a los otros apóstoles. Le reprende su incredulidad y le enseña las manos y el
costado, para que Tomás ponga sus dedos a las llagas de sus manos y de sus pies
y su mano a su herida del costado. Tomás no lo hace y dice estas palabras
llenas de amor resaltando la divinidad de Jesús diciendo: Señor mío y Dios
mío (Jn 20 24).
Ultimas recomendaciones de Jesús.
Después de la pasión se presentó a ellos, dándoles muchas pruebas de que vivía,
apareciéndoseles en el espacio de cuarenta días y hablándoles de las cosas
tocantes al reino de Dios (Hch 1, 3).
Id por todo el mundo, predicad el
Evangelio a todo el mundo (Mc 16,15).
Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes
bautizándolas en el nombre de Padre, y del Hijo y del Espíritu Santo (Mt 28,18).
Sabed que yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo (Mt 28 20).
Ahora sabed que voy a cumplir la
promesa de mi Padre a favor vuestro (Lc 24,49).
Quedaos a la ciudad hasta que seáis revestidos de la fuerza que vendrá de
arriba (Lc 24,49).
Juan bautizó con el agua, mas vosotros habéis de ser bautizados en el
Espíritu Santo (Hch 1, 5).
Pero vosotros, recibiréis la virtud
del Espíritu Santo que descenderá sobre vuestros y me serviréis de testigos en Jerusalén, en toda la Judea, Samaria y hasta el extremo
de la tierra (Hch 1,8).
Resumiendo:
Jesús era un gran pedagogo y por esto al despedirse de los apóstoles, antes de
subir al cielo, les dice que él está vivo y que cuenten con él puesto que El
estará siempre a su lado.
Nosotros sabemos que Jesús siempre está con nosotros en la eucaristía y lo
podemos encontrar por todo el mundo dónde haya un sagrario.
Que prediquen la buena nueva del evangelio por todo al mundo y que nunca les
faltará la fuerza del Espíritu Santo, que es el espíritu vivificador.
Que bauticen y el bautismo hará
cristianos y templos de la Espíritu Santo a
quienes lo reciban.
Permitidme una comparación: Si tienes un coche muy bonito, lujoso y del último
modelo y le falta el motor, aquel coche no sirve para nada, la pieza más
importante es el motor que hace mover el coche. El Espíritu Santo es como el motor de un coche, que nos hace conocer
a Jesucristo, nos da fuerza para predicarlo, ser sus testigos y nos ayuda a
amar a los hermanos según el mandato que nos ha dado Jesús.
Jesús en la Ascensión
San Lucas en los hechos de los
apóstoles nos lo explica de esta manera con mucha sencillez y sin protagonismo.
Jesús, viéndolo ellos se elevó y una nube lo ocultó a sus ojos.
Mientras
estaban mirando al cielo, fija la vista en el, que se iba, dos varones con
hábitos blancos, se le pusieron delante, y les dijeron : Varones galileos, ¿qué
estáis mirando al cielo? Este Jesús que ha sido llevado ante vosotros al cielo,
vendrá así como le habéis visto ir al cielo (Hch 1,11).
Reflexión
sobre el cuerpo e Jesús
El cuerpo de
Jesús fue glorificado desde el momento de su resurrección, pero en sus
apariciones en estos cuarenta días antes de la Ascensión su gloria estaba velada y aparecía con su
humanidad ordinaria y de esta manera los apóstoles lo vivieron subir al cielo.
El evangelista Marcos dice: Jesús
se sentó a la derecha de Dios (Mc 16,19).
En el credo de la misa decimos : Subió al cielo y está a la derecha de Dios Padre.
San Juan Damasceno, citado en el
CEC n. 663, explica: "Por derecha del Padre entendemos la gloria y el
honor de la divinidad, allí dónde aquel que existe como Hijo de Dios antes de
todos los siglos, Dios consustancial al Padre, se sienta corporalmente tras
haberse encarnado y de haber sido glorificada su carne".
La primera plegaria Eucarística de la misa lo
dice así: Reunidos para celebrar el día santo en que tu Hijo, Nuestro Señor
Jesucristo, habiendo tomado nuestra débil, condición humana la elevó a la
derecha de tu gloria.
El prefacio de
la misa dice: No se ha ido para desentenderse de este mundo, sino que ha
querido precedernos como Cabeza nuestra, para que nosotros, miembros de su
Cuerpo, vivamos con la ardiente esperanza de seguirlo en su Reino.
Los apóstoles después
de la Ascensión
Los apóstoles, tras contemplar como Jesús subía al cielo, la primera cosa que
hicieron fue volver a Jerusalén. Al llegar subieron a la sala de la casa dónde
se reunieron con la madre de Dios y algunas mujeres y los hermanos de Él para
hacer oración y eran constantes en la plegaria (Hech12-14).
Los apóstoles aparentemente estaban solos, faltaba la presencia de Jesús
físicamente, pero ellos sabían que Jesús no había subido al cielo para
desentenderse de las cosas de este mundo, sino que había subido al cielo para
hacernos participar de su divinidad (prefacio I).
Ahora, está como mediador y nos asegura la
presencia del Espíritu Santo (prefacio
III ), que envió a los apóstoles el día de Pentecostés.
Jesús, que es nuestra cabeza, está en el cielo, nosotros, que somos sus
miembros, tenemos la esperanza de ir y unirnos a Él y participar de su
divinidad
Jesús subió al cielo el día de la Ascensión
y como decimos tras la consagración en la misa esperamos su regreso,
Acabamos, convencidos de que la eucaristía que recibiremos es el alimento que
necesitamos parar hacer compañía en el cielo a la persona de Jesús tan amada de
nosotros.
Que tengáis un buen día de la Ascensión de Jesús.