ASUNCIÓN DE LA VIRGEN MARÍA
Apareció en el cielo un gran prodigio:
Una mujer que tenía el sol por vestido,
La luna bajo los pies
Y llevaba en la cabeza una corona de doce estrellas.
El camino de María
María se puso en camino y fue aprisa a la montaña, a un pueblo de Judá, entró en casa de Zacarías y saludó a Isabel (Lc 1,39). Ella movida por su caridad fue aprisa a casa de su prima Isabel. Pensó en la situación en que se encontraba, siendo que ya era anciana seguro que necesitaría su ayuda. En aquel momento tan importante, no pensó en sí misma, sólo en ayudar a suprima.
El camino era largo, dos o tres días andando, pero no le importó, lo hizo a gusto.
Fácilmente podemos imaginar el saludo de las dos primas: alegría, abrazos, besos y, grandes conversaciones de lo que esperaban las dos.
Palabras de su prima Isabel
Se llenó Isabel del
Espíritu Santo, y dijo a voz en grito: -¡Bendita tú, entre las mujeres y
bendito el fruto de tu vientre! (Lc 1,41-42). Estas palabras de Isabel son: Una
bendición y una bienaventuranza. Lo hace movida por el Espíritu Santo.
María es ensalzada entre todas las mujeres porque es una mujer de fe y llena de amor y caridad, y por ser la madre de Jesús.
Consecuencia del saludo de María
En cuanto Isabel oyó el saludo de María, saltó la criatura en su vientre (Lc 1,41). María es portadora de Jesús, esto hace que Juan Bautista salte de alegría en las entrañas de su madre.
Humildad de Isabel y grandeza de María
¿Quién soy yo para que me visite la madre de mi Señor? (Lc 1,43)
Isabel llena de
alegría, queda atónita ante su prima, pensando que es la madre de su Señor.
María reacciona con el cántico del Magníficat: Proclama mi alma la grandeza de
Señor (Lc 1,47).
Después de esta
breve explicación del evangelio, reflexionemos sobre la figura de María.
CONTEMPLEMOS LA PERSONA DE MARÍA
Tenemos un buen ejemplo en María, como mujer de la fe. María acepta al mensajero del Señor y su mensaje. ¡Dichosa tú que has creído!, (Lc 1,45) le dice su prima Isabel. María cree al ángel cuando le propone ser madre de Jesús, por obra y gracia del Espíritu Santo. ¿Cómo será eso, pues no conozco varón? (Lc 1,34). El ángel se lo explica, concebirá por obra del Espíritu Santo, y ella lo acepta.
No lo comprende, pero por la fe, lo acepta.
También acepta y cree que su prima Isabel va a dar a luz un hijo, a pesar de su vejez. Humanamente no es posible tener un hijo a esa edad, pero es la palabra de Dios y ella por su fe lo cree y va a visitarla.
Nosotros tenemos
muchos más argumentos para creer pero, muchas veces nuestra fe es floja y hemos
de fortalecerla.
María era una mujer de fe. Nosotros, cristianos, hemos de ser hombres y mujeres de fe, como decía el obispo de Vic, Torras i Bages: Aquella fe que funde montañas, llena los valles y allana el camino de la vida.
María sólo hizo una cosa en su vida, creer y fiarse de Dios, y fue muy feliz.
María se fiaba de Dios, por eso:
Creerá que aquel niño, que llora como los demás, es el Hijo de Dios, el Mesías esperado.
Le verá crecer y, cuando tenga doce años, se perderá en el templo de Jerusalén.
Será madre de la Iglesia y madre nuestra y recibirá la felicitación de sus hijos, que la quieren de corazón.
Ahora la podemos
contemplar como Reina y Señora de cielos y tierra y, dichosa. Nosotros también
lo seremos si confiamos en Dios, como confió María.
Breve historia de la fiesta
Empezaremos por decir que el día 1 de noviembre del año 1950, solemnidad de
Todos Santos, escuchábamos con mucha emoción estas palabras del gran papa Pio
XII: «... Después de elevar a Dios muchas plegarias e invocando la luz del
Espíritu de la Verdad, para gloria de Dios omnipotente, que otorgó a
la Virgen Maria su peculiar benevolencia; por el honor de su Hijo, rey inmortal
de los siglos y vencedor del pecado y de la muerte; por acreditar la gloria de
esta misma augusta Madre y por gozo y
alegría de toda la Iglesia: por la autoridad de Nuestro Señor, de los
bienaventurados apóstoles san Pedro y san Pablo y también por la nuestra, pronunciamos, declaramos y
definimos ser dogma de revelación divina: Que la Inmaculada Virgen María,
siempre Virgen, cumplido el curso de su vida terrenal, fue Asunta en cuerpo y
alma a la Gloria celestial...» (Const Apost. Munificentissimus Deo) 1.XI.1950
Lo que hasta ahora todos los fieles creían piadosamente, desde aquel día,
aquella verdad está asegurada infaliblemente. En esta fiesta de la Asunción,
celebramos con toda la Iglesia la fiesta más antigua y la fiesta de las fiestas
de la Virgen María. Si la Pascua es la fiesta más grande de Jesucristo, la
Asunción es la Pascua de Maria.
Este dogma está implícitamente contenido en la Sagrada Escritura, de una manera
explícita en toda la tradición patriótica y eclesiástica. Veámoslo rápidamente:
La Asunción de Maria es una: Verdad fundamentada en la Sagrada Biblia,
profundamente arraigada en el alma de
los fieles, confirmada por el culto eclesial desde tiempo remotísimo.
Tenemos
firme confianza que esta proclamación y definición solemne de la Asunción dará
un gran provecho para la humanidad entera, porque dará gloria
a la Santísima Trinidad, a la
cual la Virgen María está atada por vínculos singulares.
El dogma de la Asunción en el Concilio Vaticano ll
El Concilio Vaticano II afirma categóricamente y concisamente la Asunción de
Maria diciendo:
a)
«Finalmente, la Virgen Inmaculada, preservada inmune de toda mácula de culpa original,
finalizado el curso de la vida terrenal, fue ASUNTA en el alma y en el cuerpo a
la gloria celestial, y ensalzada por el Señor como Reina del universo, a fin de
que se asemejara más plenamente a su Hijo, Señor de quienes dominan y vencedor
del pecado y de la muerte...».
b)
«Precede (Maria) con su luz el pueblo de Dios peregrinando, como signo de
esperanza segura y de consuelo».(Lumen Gentium 68).
Palabras del papa Juan Pablo Il
El papa Juan Pablo II en la «Redemptoris Mater» 41, escribe
bellamente: «En el Misterio de la Asunción al cielo se han cumplido
definitivamente en Maria todos los efectos de la única mediación de Cristo
Redentor del mundo y Señor Resucitado... Maria aparece como enrollada por toda
la realidad de la comunión de los santos, y su misma unión con su Hijo en la
gloria, se dirige enteramente hacia la plenitud definitiva del Reino, cuando
Dios lo será todo en todos».
Ciertamente, casi desde siempre, la creencia de los cristianos en la Asunción
fue unánime y constante.
¿Cuál será pues, el motivo y la razón que esta festividad tenga preeminencia
sobre las otras festividades? Sencillamente: hoy celebramos el triunfo
definitivo de la mujer que luchó con valentía en el transcurso de toda su vida.
Hoy, celebramos la victoria final de la Reina más ensalzada, la coronación a aquella
Criatura que supo corresponder plenamente al querer de Dios. Celebramos el
verdadero Nacimiento de nuestra Madre a la Vida perenne.
Primeros testigos
Los primeros
testigos externos que tenemos son estos:
a) La antífona del siglo
III:«Bajo vuestra protección nos refugiamos Oh Santa Virgen María. No desoigas las
nuestras suplicas en nuestras necesidades. De todos los peligros líbranos,
siempre virgen gloriosa y Benedicta»;
b) La fiesta de la «Memoria de Maria» que se celebraba ya en Jerusalén en el
siglo IV, el día 15 de agosto, inmediatamente después del Concilio de Éfeso (431), se celebró en
memoria del «Cumpleaños» o «Entrada» de Maria.
c) Las afirmaciones sobre la Asunción en el s. IV, de san Efrén, san Ambrosio, Gregorio Niceno,
san Epifanio, san Agustín...;
d) Las Iglesias de la «Dormición de Maria» (s.
IV, en Monte de Sión) de la Tumba de Maria
(siglo V, en el Valle de Josafat).
La fiesta de la «Memoria de Maria» se transforma en la fiesta de la «Dormitio o Kóimesis»,Tránsito y
Asunción de Maria, que se celebraba el 15 de agosto, y estaba ya muy expandida
por Oriente en el siglo IV. El emperador Mauricio (582-602) decretó que esta
fiesta fuera siempre celebrada el día 15 de agosto." Al final del siglo
VI, la fiesta de la « Dormición » será celebrada, en la mayor parte del mundo
cristiano, igualmente como la fiesta de la Natividad de Maria,
surgidas las dos de oriente.
El
testigo más antiguo, en occidente, de la fiesta de la « Dormición», lo
encontramos, hasta ahora, en el «Leccionario evangélico» de
Würzburg, c. 650, siglo VII.
Poco
tiempo después, el papa Sergio V (687-701) ordenó que se hicieran procesiones
en Roma en las fiestas de la Dormición Anunciación y Natividad de Maria,
introduciendo la fiesta de la Dormición en el calendario
romano.
Hacia el 717, la fiesta de la Dormición pasó a llamarse «Assumpti Sanctae Mariae» (Asunción de Santa
María). Y el papa León (847-855) estableció la vigilia y la octava de la fiesta de la
Asunción.
En esta
época, o sea, antes del siglo IX, ya se cantaba el bellísimo himno (de autor
anónimo): «O quam glorifica luce coruscas...», uno de los
más bellos del himnario cristiano, puesto
que, tanto la letra como la música, rítmicamente son de una inspiración elevadísima, transportando
nuestro espíritu hacia allí dónde está Ella, «la más hermosa de las mujeres».
Viéndola sumamente feliz y «glorificada en el cuerpo y en el alma por siempre
eternamente», recibiendo el «Beso de Yahvé». He aquí la
traducción del latín:
«Oh, cuan gloriosa de luz centelleas, de la estirpe
de David, regia prole. Sublimada resides, Virgen
Maria, por sobre todos los celestiales del etéreo.
Tú, Madre, con el honor virginal,
para el Señor de los ángeles preparaste, en tus entrañas, la casta celda del
pecho,
naciente de aquí Dios Cristo corporalmente.
Aquel a quien todo el mundo adora con veneración, ante el cual por todas
partes se dobla las rodillas. A quienes ahora pedimos, por tu protección,
Maria, alejados de las tinieblas, los goces de la luz.
Esto concedednos, oh Padre de toda luz, por vuestro propio Hijo, junto con el
Espíritu Santo.
Que con Vos, vive en el cielo
Reinando y gobernando todo el siglo Amén.”
Sí, cantamos alegremente con el prefacio de la Misa de la Asunción: « Porque
hoy ha sido llevada al cielo la Virgen Madre de Dios, ella es primicia de la
Iglesia, que un día será glorificada, ella es consuelo y esperanza de tu pueblo todavía peregrino en la tierra.
Con razón no quisiste, Señor que conociera la corrección del sepulcro la mujer
que por obra de Espíritu Santo concibió en su seno al autor de la vida
Jesucristo y, Hijo suyo y Señor nuestro.
En esta fiera de la Asunción de la Vigen María
sepamos honrarla y venerarla como nuestra madre que espera que un día le
hagamos compañía junto a Jesús y todos los Santos.
Que paséis un buen día de la Asunción de María