Historia de las apariciones de Fátima

Jacinta (1910-1920); Francisco (1907-1919) - laicos -
beatificados el 13 de mayo de 2000

Jacinta y Francisco Marto son, junto con Lucía de Jesús Santos, los tres únicos videntes de las apariciones de la Virgen de Fátima, en Portugal, en 1917. Son hijos de Pedro y de Olim­pia, humilde matrimonio de campesi­nos, aunque con recursos suficientes como para vivir sin estrecheces. Ni ellos ni su prima Lucía, con quien pastoreaban un pequeño rebaño en las tierras de la familia de esta, en Cova da Iría, sabían leer ni escribir,  pero habían recibido una buena formación religiosa gracias a la catequesis parro­quial, a la religiosidad popular de la zona y a las enseñanzas de la madre de Lucía.   

Las visiones de la Virgen fueron precedidas el año anterior, en 1916, de varias apariciones de un ángel, el «Ángel de la paz», para prepararles a recibir la visita de la Virgen. En ellas, el ángel enseña a los niños varias ora­ciones para pedir la conversión de los pecadores, les introduce en la prácti­ca del sacrificio cotidiano y les da él mismo la comunión. Al año siguien­te, el domingo 13 de mayo, los niños son testigos de la primera aparición de la Virgen. Envuelta en una resplan­deciente luz, vestida de blanco, cu­bierta con un manto con bordes dora­dos y con un rosario en las manos, les pidió que volvieran durante cinco meses consecutivos, el mismo día y a la misma hora, y les recomendó el rezo del rosario. En las siguientes apariciones los niños fueron testigos de visiones, como la del infierno, y recibieron diferentes revelaciones y mensajes, algunos de los cuales hu­bieron de mantener en secreto. Los mensajes de la Virgen exhortaban al arrepentimiento, a la conversión y a la práctica de la oración y la peniten­cia en reparación por los pecados de la humanidad, y presagiaban guerras y calamidades en el mundo.

Muchos habitantes del pueblo, in­cluidos los padres de Lucía, no dieron crédito a lo que habían contado los niños tras la primera aparición. Sin embargo, el padre de Jacinta y Fran­cisco sí los creyó y los protegió en todo momento. Después de la tercera aparición, cuando se produjo la reve­lación del «secreto de Fátima», los niños fueron víctimas de un secuestro por parte del alcalde de Vila Nova de Ourém, que los sometió a castigos fí­sicos con la intención de que revela­ran el contenido del mensaje.

En las dos últimas apariciones, en  septiembre y octubre la Virgen anunció la curación de  algunos enfermos y el inminente final de la I Guerra mun­dial, además de instar a la perseveran­cia en el rezo del rosario y a la cons­trucción de un templo. Las cerca de cincuenta mil personas congregadas en octubre en Cova da Iría fueron tes­tigos de un hecho extraordinario, que había sido anunciado meses atrás: una alteración en el movimiento de rotación del sol y la proyección sobre todos los asistentes de un múltiple arco iris. A lo largo de las siguientes apariciones, los niños experimentaron una profunda transformación que les llevó a la práctica de la oración y de ejercicios de piedad que. en algunas ocasiones, incluían también mortifi­caciones y penitencias físicas. En su compromiso por hacer penitencia y oración por los pecados del mundo. Francisco asumió la misión de con­solar al Señor con su oración en la soledad y el silencio. Rezaba las ora­ciones que les había comunicado el ángel y la Virgen, y no dejó un solo día de rezar el rosario con profundo fervor.

Francisco había recibido la parte menos significativa de las aparicio­nes: aunque vio a la Virgen en las seis ocasiones en que se presentó, nunca recibió ningún mensaje. Ni siquiera en la aparición del ángel, al recibir la comunión, oyó las palabras que le di­rigió, sino que le fueron transmitidas por Lucía.

Jacinta y Francisco, a los que ya en la segunda aparición se les había anunciado que morirían pronto, caye­ron enfermos en diciembre de 1918. atacados por una epidemia de gripe que causó muchas víctimas en toda Europa. Jacinta mejoró su estado de salud y, aunque débil, pudo dejar la cama, pero Francisco ya no se levan­taría. Murió el 4 de abril de 1919. dos días después de haberse confesado y recibido la primera comunión. Fue sepultado en el cementerio de Fátima. hasta que el 13 de marzo de 1952 sus restos fueron trasladados a la basílica del Rosario.

Poco después de la muerte de Fran­cisco, a Jacinta .se le declaró una pleu­resía purulenta. Los primeros sínto­mas, fuertes dolores en el pecho, los mantuvo en secreto como ofrenda de reparación por los pecados cometidos contra la Virgen. En verano de 1919 fue internada en el hospital de Vila Nova de Ourérn. Durante su enferme­dad. Jacinta siguió recibiendo visitas de la Virgen, que le transmitió varios mensajes en la línea de las anteriores revelaciones: prevención ante los pe­cados y los excesos del comunismo y la relajación de la moral y de las cos­tumbres, necesidad de penitencia para la conversión de los pecadores, etc.

La Virgen también le anunció que sería llevada lejos de su casa y que moriría sola en un hospital, en ausen­cia de su familia. Y así fue: como su salud no mejoraba, fue trasladada a Lisboa, para ser sometida a una explo­ración más detallada y a una opera­ción. Esta, ocurrida el 10 de febrero de 1920 y en la que no pudo recibir nin­guna anestesia, no tuvo, sin embargo, el éxito deseado, ya que Jacinta murió diez días después. Fue enterrada en Vila Nova de Ourém y, quince años después, en 1935, fue exhumada y trasladada a Fátima, encontrándose su cuerpo incorrupto. Finalmente, en 1951, sus restos fueron trasladados a la basílica de Cova da Iría.

El culto a la Virgen de Fátima, en  principio combatido por las auto­ridades portuguesas, se extendió rápi­damente por todo el mundo. Pronto comenzaron las obras de construcción de la basílica, que sería definitiva­mente terminada en 1951 y que aco­ge cada año cientos de miles de pere­grinos. El proceso de beatificación de Jacinta y Francisco se abrió oficial­mente el 30 de abril de 1952 y no se cerraría sino casi cincuenta años des­pués, el 13 de mayo de 2000, cuando fueron beatificados por Juan Pablo II en Fátima.

Sor Lucia, religiosa, murió el trece de febrero de 2005. Esperamos que pronto sea beatificada como Jacinta y Francisco.