NUESTRA
SEÑORA DE FÁTIMA
(sólo
texto, para imprimir)
Hoy celébranos la fiesta de la Virgen de Fátima. Haremos un breve comentario del evangelio de la Anunciación (Lc 1,26 -38) y un día en Fátima
EXPLICACIÓN DEL EVANGELIO
DE HOY
Vamos a Nazaret, a ver a María y José, para que nos expliquen lo que ha ocurrido!
NAZARET
Un pueblo de Galilea, muy pequeño, de unos cincuenta habitantes, donde todos se conocen, preguntamos por la casa de Joaquín y Ana y su hija María, nos la indican y llamamos a la puerta.
María nos abre la puerta. Le decimos que no somos periodistas sino hombres y mujeres llenos de fe y amor a Dios.
María, una chica joven, guapa, inmaculada y con cara risueña, nos dice que tomemos asiento. Así lo hacemos. Y, sin que digamos nada, ella sabe para que hemos ido.
LA CASA DE MARÍA
Conversación de María con el ángel
María nos dice: Estaba en oración y se me
apareció un ángel del Señor, el arcángel Gabriel, uno de los más principales.
Yo me asusté, porque no había visto nunca a un ángel, pero él me dijo: No tenga
miedo, María, alégrate, porque te traigo un mensaje de parte de Dios.
Nosotros le preguntamos por qué se alegra tanto, y ella nos responde que tiene motivos para ello.
Pero, sigamos con orden. Nos dice María: El
ángel me dijo que estaba llena de gracia y que el Señor estaba conmigo.
Entonces me tranquilicé. El ángel continuó diciéndome que Dios me había dado su
gracia, y lo explicó con estas palabras: Tendrás un hijo y le pondrás por
nombre Jesús.
El ángel me describió cómo sería este
hijo diciéndome: Será grande y le llamarán el Hijo del Altísimo. El Señor
Dios le dará el trono de David su padre, será rey del pueblo de Israel por
siempre, y su reino no tendrá fin.
María continúa diciéndonos: No entendía nada de lo que decía el ángel, tener un hijo sin haber conocido un hombre. Pregunté al ángel: ¿Cómo será esto, si yo no tengo relaciones con ningún hombre? Dice literalmente el evangelista Lucas (Lc 1,34).
No había hablado nunca con ningún ángel, dice María, pero él me escuchó y tuvimos un
diálogo muy bonito. Me dijo que concebiría por obra y gracia del Espíritu Santo
y que el poder del Altísimo me cubriría con su sombra, y que el fruto santo que
nacería se llamaría hijo de Dios.
Así que, después de esta explicación le dije que sí: -Aquí está la esclava del Señor, que me suceda según dices. Y el ángel la dejó (Lc 1,38).
María añade: Dios siempre respeta nuestra libertad y nuestra colaboración, y, aún añade, que no sabía lo que era ser la Madre de Dios, la "Theotokos".
Nos despedimos y nos vamos a la casa de
José.
EN LA CASA DE JOSÉ
José al ver nuestra cara ¡ya sabía Para que íbamos! María nos había contado su alegría. José comenzó explicándonos su tristeza, diciéndonos que lo había pasado muy mal.
Palabras de José
María era mi prometida. Aún no habíamos
vivido juntos, y un día me dijeron que María esperaba un hijo. No era mentira,
no era un chisme del pueblo, era verdad y yo no sabía nada.
José nos dijo que después no sabía qué hacer. ¡Una chica tan maja y santa… que le hubiera hecho aquella mala faena! Sabía muy bien que si la denunciaba sería apedreada, según lo mandaba la ley de Moisés.
José se decía interiormente: No puedo denunciarla, no lo haré, y se propuso deshacer en secreto el acuerdo matrimonial.
Ya lo tenía decidido cuando el ángel de
Señor se me apareció en sueños, y me dijo que no temiera acoger a María en mi
casa como esposa, que era cierto que esperaba un hijo, pero que lo había concebido
por obra del Espíritu santo. Y cuando naciera le pondría por nombre Jesús,
porque sería el salvador del pueblo.
Respiré tranquilo, nos dijo José, y enseguida me fui a casa de
María. Ella me miró y, yo también me la quedé mirando… Aquellas miradas fueron
tan elocuentes y emotivas… que, sin hablar una palabra nos entendimos. A veces
una mirada vale más que mil palabras.
Le di un abrazo y le dije que ya podía venir a mi casa, no como prometida sino como esposa. Nuestra alegría fue inmensa, y desde entonces vivimos juntos.
Le preguntamos por qué María no le había
dicho nada de la visita del ángel, y nos contestó con el argumento de san
Agustín: Era tan grande lo que había ocurrido que no hubiera podido creerlo:
la aparición de un ángel, ser la madre de Dios, concebir un hijo por obra del
Espíritu santo, que sería el Mesías, y que su reino no tendría fin…
San Agustín dice que san José, aunque era
muy bueno, le hubiese dicho: "¡Chica, no estás bien de la cabeza, eso
es un sueño!
Nos despedimos de José y le felicitamos por aceptar ser el esposo de María.
FÁTIMA, UN MUNDO DE PAZ Y FE EN
PEQUEÑO
Recuerdo que el día trece de mayo del’año dos mil seis estaba en FÁTIMA, POR SER aniversario de la primera aparición
de la Virgen María a los pastores, Lucía, Francisco y Jacinta.
Una de las cosas más maravillosas que he visto en mi viva ha sido la solemne
misa celebrada en este santuario dedicado a la Virgen, presidida por el
cardenal de Cracovia, secretario del
papa, Juan Pablo II, y acompañado de veinticinco obispos, unos quinientos
sacerdotes y más de un millón de personas llegadas de todo el mundo.
Era admirable contemplar a toda aquella gran multitud llena de fe y amor a la
Virgen cantando con gran entusiasmo y levantando los pañuelos cuando pasaba la
imagen de la Virgen María de FÁTIMA.
Recordaba aquella mujer del’evangelio que cuando Jesús estaba predicando
levantó su voz y gritó entre la gente: Dichosos las entrañas que te llevaron
y los pechos que te criaron (Lc 11, 27) y también las
palabras de su prima Isabel: Eres bendita entre todas las mujeres y bendito
el fruto de tus entrañas (Lc 1-42).
Cada día había el rosario internacional rezado en varias lenguas y después se
hacía una solemne procesión con la imagen de la Virgen María desde la capilla
de las apariciones, por toda aquella gran plaza que hay delante del santuario, acabando ante la imagen de la
capilla cantando con gran fe y entusiasmo
Si podéis ir a FÁTIMA, id, que os gustará, aumentará vuestra fe y vuestro amor
a la Virgen María y ella ’estará contenta y vosotros también.