PRESENTACIÓN DEL SEÑOR


Aquel niño que veíamos en la cueva de Belén  a los cuarenta días fue presentado por sus pares en el Temple para cumplir lo que mandaba la ley de Moisés. Maria y José son cumplidores de la ley  porque obedeciendo a la ley  obedecen a Dios  Cumpliendo lo que prescribe la ley que todo hijo primero sea consagrado al Señor (Lc 2,23).

Pongamos nuestra mirada en los personajes que intervienen para sacar consecuencias prácticas para nuestra vida cristiana.

La persona de Jesús

La figura principal es el niño Jesús. San Lucas redacta una página llena de doctrina teológica. Presenta a Jesús como el Mesías de los pobres, sometido a la ley,  consagrado al servicio del su Padre, Salvador y Redentor, luz para el mundo pagano y gloria de Israel.

Jesús es el Salvador para todos los hombres de buena  voluntad, sin mirar razas, color o lengua 

Maria y José

Los padres de Jesús lo llevaron a Jerusalén para presentarlo al Señor (Lc 2, 22).

Encontramos a Maria y José, que se presentan en el Temple como una familia pobre. Los familias no pobres presentaban un cordero, las pobres un par de tórtolas o dos pichones. Jesús quiso nacer pobre y en una familia pobre.

El hijo primogénito de Maria es presentado al Señor. Jesús es una persona consagrada a Dios  y siempre  hará su voluntad.

 Simeón

Había entonces en Jerusalén un hombre que se llamaba Simeón. Era un hombre justo y piadoso que esperaba la hora en que Israel sería consolado y tener en él el Espíritu Santo (Lc 2,25).

José y Maria y el niño Jesús encontraron, allí, a Simeón, anciano venerable, que tomando al niño en sus  brazos exclamó: Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz, porque mis ojos han visto  a su Salvador, a quien has presentado a todos los puebles, luz para alumbrar a las naciones, y gloria de tu pueble Israel (Lc 2,29-30). Dios le dio la gracia de ver al Mesías, porque era un hombre honrado y piadoso  como nos ha dicho el evangelio y el Espíritu Santo habitaba en él e impulsado por el Espíritu Santo fue al Temple.

El anciano Simeón es un ejemplo para  todo cristiano. También el Espíritu Santo habita en nosotros por el bautismo. Somos templos del Espíritu Santo  y nos debemos dejar mover y guiar por el Espíritu Santo para encontrar a Dios y ver  en nuestros  hermanos la persona de Jesucristo. Tenemos que  ser hombres justos y honrados  como él lo era. Como él tomó a Jesús en  sus  brazos, nosotros lo tomamos en el nuestro corazón cuando comulgamos con fe.

La profetisa Ana


Encontramos, también, a una anciana muy simpática, que había vivido siete años casada y después  viuda hasta los ochenta y cuatro años. Nunca se movía del Temple, dedicada noche y día al culto de Dios  con ayunos y oraciones (Lc 2,37). Era una mujer religiosa, perseverante  y apóstol  Daba gracias a Dios  y hablaba del niño a todos  quienes  esperaban el tiempo que Jerusalén seria redimida (Lc 2,38). Ana lleva la noticia tan esperada. Es una evangelista, y es  sorprendente constatar como una mujer de ochenta y cuatro años sabe la novedad  y la comunica a otras personas.

Retiro a Nazaret

Cuando hubieron cumplido todo lo que mandaba la ley del Señor, volvieran a Galilea, a su  pueblo de Nazaret (Lc,2,39). Notemos que el evangelista dice que Nazaret era el pueblo de Jesús, donde había crecido y pasado su juventud.

Finalmente Maria y José se retiraron a vivir en Nazaret, donde Jesús crecía en edad, sabiduría y gracia  ante Dios  y los hombres.

Todos crecemos en edad, los años pasan, importante es crecer en sabiduría de los cosas de Dios  y en gracia delante de Dios  y de los hombres, porque ellos viendo nuestros  buenas abras glorifiquen al Padre que está en los cielos.

Que paseéis un buen día de la Presentación de Jesús.