TRANSFIGURACIÓN DEL SEÑOR

Introducción

Hoy es un día importante.: La Transfiguración del Señor.

Jesús se lleva a sus discípulos más íntimos  a la montaña del Tabor y allí revela su divinidad.

La montaña alta dónde subió Jesús es el Tabor, que, según la tradición, se remonta al siglo cuarto, es de quinientos sesenta y dos metros de altura sobre el nivel del mar Mediterráneo.

Cristo se transfigura delante de sus discípulos para darles fuerza y para que no se desanimen ante su eminente pasión, que ya estaba próxima.

Antecedentes

Jesús había revelado su pasión, muerte y resurrección, ya les había dicho a los discípulos: -Es necesario que el Hijo del hombre sufra mucho, que sea rechazado por los ancianos, por los jefes de los sacerdotes y por los maestros de la ley, que lo maten y que resucite al tercer día (Lc 9,22).

Los discípulos no podían comprender porqué Jesús iba a ser entregado a los sacerdotes y maestros de la ley, condenado a muerte y después resucitar.

San Lucas, en los Hechos de los Apóstoles, dice que Jesús dijo a los discípulos de Emaús: ¿No era preciso que el Mesías sufriera todo esto para entrar en su gloria? (Lc 24,26).

Jesús orando se transfigura

Jesús tomó consigo a Pedro, a Juan y a Santiago y subió al monte para orar (Lc 9 28) Lucas es el evangelista que más veces nos dice que Jesús oraba. A Jesús le gustaba rezar en lo alto de la montaña, signo de encuentro, entre el cielo de Dios y la tierra de los hombres.

Jesús se transfiguró cuando oraba, también nosotros, si oramos bien, nos transfiguramos como Cristo.

El Señor quiere mostrar su divinidad, y lo hace en el Tabor

Mientras oraba, cambió el aspecto de su rostro y sus vestidos se volvieron de una blancura resplandeciente. En esto aparecieron conversando con él dos hombres. Eran Moisés y Elías que resplandecientes de gloria, hablaban del éxodo que Jesús había de consumar en Jerusalén (Lc 9,29-32).

Moisés y Elías personifican, respectivamente, la Ley y los Profetas. Es decir, toda la esperanza en acción que Dios comunicó al pueblo de Israel preparando la venida del Mesías. Hoy, vienen para acabar su diálogo, hablan con Jesús y desaparecen. Han cumplido su misión.

San Lucas, voz en la montaña de la Transfiguración, como un nuevo Sinaí.

La montaña del Tabor nos recuerda otra montaña, la del Calvario. En esta montaña el Señor dará su vida por nosotros.

Reacción de Pedro

Pedro y sus compañeros, aunque estaban cargados de sueño, se mantuvieron despiertos y vieron la gloria de Jesús y a los que estaban con él. Cuando éstos se retiraban, Pedro dijo a Jesús: -Maestro, ¡qué bien estamos aquí! Vamos a hacer tres tiendas: Una para ti, otra para Moisés y otra para Elías (Lc 9,32-33).

Pedro, cuando envejeció, recordó esta escena y las palabras del Padre: El recibió, en efecto, honor y gloria de Dios "Este es mi Hijo amado, en quien me complazco" (2 Pe, 17).Tanto la escena como las palabras del Padre, Pedro las tenía muy grabadas en su corazón.

Mensaje del Padre

El mensaje del Padre es que escuchemos verdaderamente a Jesús. –Este es mi Hijo elegido; escuchadlo (Lc 9,35).

Pedro escuchó siempre a Jesús y le siguió hasta la muerte.

Pedro no dejará nunca a Jesús, a pesar de haberlo visto crucificar. Su seguimiento también le llevaría hasta morir en una cruz.

La razón fundamental por la cual Pedro no dejará nunca a Jesús, es porque lo quiere de verdad. Cuando el Señor le pregunta si le ama, él sinceramente le responde: -Señor, tu lo sabes todo. Tu sabes que te amo (Jn 21,17).

Pedro, junto a Jesús, se irá transfigurando, perfeccionando, puliendo, y será el discípulo mayor, a pesar de sus pecados e imperfecciones.

En la oración que hemos escuchado al empezar la Eucaristía, hemos rogado diciendo: Señor, Padre santo, tú que no has mandado escuchar a tu Hijo, el predilecto, alimenta nuestro espíritu con tu palabra; así, con mirada limpia, contemplaremos gozosos la gloria de tu rostro.

Nosotros, como Pedro, también hemos de escuchar siempre al Maestro y seguirle durante toda nuestra vida, y si nos lo pidiera, dar la vida por Él.

Mientras sonaba la voz, Jesús se quedó solo (Lc 9,36)

Los apóstoles vieron a Jesús solo, pero de distinta manera, habían captado su divinidad. También nosotros, al acabar esta celebración, podemos ver a Jesús como lo vieron Pedro, Juan y Santiago.

Contemplemos a Jesús, para que podamos repetir aquellas palabras tan bonitas de san Pablo: Ya no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí (Gal 2,20).

El cristiano contempla mucho al Señor, y sabe que Jesús siempre está dispuesto a ayudarle, como hizo con Pedro y sus discípulos cuando los vio desanimados.

Jesús también, está siempre a nuestro lado para ayudarnos, aunque alguna vez parezca que no nos escucha y creamos que está lejos.

Sí hermanos y hermanas que me escucháis, Jesús siempre está a nuestro lado.

Oración

Señor, te pedimos que al acabar esta eucaristía podamos repetir las palabras de Pedro: Maestro, ¡qué bien hemos estado en esta Eucaristía!

¡Adiós!

QUE PASÉIS UN BUEN DÍA DE LA TRANSFIGURACIÓN.