MARÍA ES LA FLOR MÁS BELLA DEL JARDÍN DE LA IGLESIA
En primer lugar haré el comentario de la fiesta de la Inmaculada y después del evangelio.
EXPLICACIÓN DE LA FIESTA DE LA INMACULADA
Estamos en tiempo de Adviento, con la gran fiesta de la Inmaculada Concepción, es un tiempo de preparación para la Navidad, y la Iglesia, que es una gran pedagoga, pone ante nuestra consideración una de las fiestas más bonitas y atractivas de todo el año litúrgico.
Las lecturas de la misa de hoy nos trasladan al comienzo de la creación del mundo, con el pecado de Adán y Eva, el pecado que llamamos original. Leemos en el prefacio de este día. "En verdad es justo y necesario... darte gracias... Porque preservaste a la Virgen María de toda mancha de pecado original, para que en la plenitud de la gracia fuese digna madre de tu Hijo y comienzo e imagen de tu Iglesia, Esposa de Cristo, llena de juventud y de limpia hermosura". El pecado de nuestros primeros padres, con el que todos nacemos, se quita con el bautismo, no lo tuvo la Madre de Dios.
Pero la Iglesia no quiere que nos fijemos en el pecado, sino en el privilegio de la Inmaculada Concepción.
Podemos preguntarnos: ¿en qué consiste este privilegio que celebramos hoy? Lo diré con las mismas palabras del papa Pío IX, cuando declaró el dogma de fe de la Inmaculada Concepción. Prestad atención y escuchad lo que dice: La bienaventurada Madre de Dios fue preservada inmune de todo pecado original en el primer instante de su concepción, por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente y los méritos de Jesucristo Salvador del género humano (E.C. nº 491).
Expliquemos brevemente estas palabras. La Virgen, como toda criatura, tendría el pecado original, como nosotros. El salmista dice: En la culpa nací, pecador me concibió mi madre (Sal 50,7), pero, como para Dios Todopoderoso nada hay imposible, quiso que la Virgen María fuera concebida sin pecado, por un favor especial, en virtud de los méritos de Jesucristo.
Pongamos una comparación. Cuando se encarga a un arquitecto la construcción de un edificio, el arquitecto tienen presente para qué va a servir el edificio y prevé los servicios que debe instalar: luz, teléfono, televisor, Internet, etc.
Así mismo, Dios que echó del paraíso a nuestros padres cuando pecaron, les prometió que, de su descendencia nacería un vencedor del maligno. La que venció al maligno es María. Como dice san Ireneo: por Eva vino la muerte y por María la vida.
Al llegar la plenitud de los tiempos, Dios envió al arcángel Gabriel a una doncella, santa e inmaculada que le propuso ser madre de Jesús.
Dios tiene un gran respeto a las personas, por eso envió un arcángel para saber si María aceptaba o no ser la madre de Dios. Ella expuso sus objeciones, ya que no conocía varón, y al saber que concebiría por obra y gracia del Espíritu Santo respondió con estas admirables palabras: Aquí está la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra (Lc 1,38), y desde aquel momento María comenzó a ser la madre de Dios, en griego la teotocos. Con razón puede decir María a santa Isabel: Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi salvador, porque ha mirado la humillación de su esclava. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones (Lc 1,46-48).
Para esto hemos venido hoy al templo, para felicitar a la santísima Virgen, y decirle que es Inmaculada, y le llamamos dichosa:
Dichosos los limpios de corazón porque ellos verán a Dios (Mt 5,8).
María es santa por su gran fe y por haber cumplido siempre la voluntad de Dios, como dice san Agustín: María es más dichosa por haber recibido la fe de Cristo, que por haber concebido en su carne a Cristo (Virg. 3).
No acabaríamos nunca de hablar de la santísima Virgen María, porque a los buenos hijos les gusta hablar de sus madres, pero espero que estas breves palabras sean suficientes para acrecer nuestra devoción a la Madre de Dios y transmitirla a los demás, ya que la devoción a la santísima Virgen es prenda de salvación.
Una comparación: Mil cirios apagados no pueden encender un cirio. Un cirio encendido puede encender mil cirios. La santísima Virgen ha sido este cirio encendido que ha dado luz a mil cirios apagados en el amor a Jesús. Seamos nosotros este cirio que encienda mil cirios en el amor a nuestra madre María.
EXPLICACIÓN DEL EVANGELIO DE HOY
Navidad está cerca. En la fiesta de navidad os diré: ¡Vayamos a Belén a ver al Mesías y adorémosle!, pero hoy os digo: ¡Vamos a Nazaret, a ver a María y José, para que nos expliquen lo que ha ocurrido!
NAZARET
Un pueblo de Galilea, muy pequeño, de unos cincuenta habitantes, donde todos se conocen, preguntamos por la casa de Joaquín y Ana y su hija María, nos la indican y llamamos a la puerta.
María nos abre la puerta. Le decimos que no somos periodistas sino hombres y mujeres llenos de fe y amor a Dios.
María, una chica joven, guapa, inmaculada y con cara risueña, nos dice que tomemos asiento. Así lo hacemos. Y, sin que digamos nada, ella sabe para que hemos ido.
LA CASA DE MARÍA
Conversación de María con el ángel
María nos dice: Estaba en oración y se me apareció un ángel del Señor, el arcángel Gabriel, uno de los más principales. Yo me asusté, porque no había visto nunca a un ángel, pero él me dijo: No tenga miedo, María, alégrate, porque te traigo un mensaje de parte de Dios.
Nosotros le preguntamos por qué se alegra tanto, y ella nos responde que tiene motivos para ello.
Pero, sigamos con orden. Nos dice María: El ángel me dijo que estaba llena de gracia y que el Señor estaba conmigo. Entonces me tranquilicé. El ángel continuó diciéndome que Dios me había dado su gracia, y lo explicó con estas palabras: Tendrás un hijo y le pondrás por nombre Jesús.
El ángel me describió cómo sería este hijo diciéndome: Será grande y le llamarán el Hijo del Altísimo. El Señor Dios le dará el trono de David su padre, será rey del pueblo de Israel por siempre, y su reino no tendrá fin.
María continúa diciéndonos: No entendía nada de lo que decía el ángel, tener un hijo sin haber conocido un hombre. Pregunté al ángel: ¿Cómo será esto, si yo no tengo relaciones con ningún hombre? Dice literalmente el evangelista Lucas (Lc 1,34).
No había hablado nunca con ningún ángel, dice María, pero él me escuchó y tuvimos un diálogo muy bonito. Me dijo que concebiría por obra y gracia del Espíritu Santo y que el poder del Altísimo me cubriría con su sombra, y que el fruto santo que nacería se llamaría hijo de Dios.
Así que, después de esta explicación le dije que sí: -Aquí está la esclava del Señor, que me suceda según dices. Y el ángel la dejó (Lc 1,38).
María añade: Dios siempre respeta nuestra libertad y nuestra colaboración, y, aún añade, que no sabía lo que era ser la Madre de Dios, la "Theotokos".
Nos despedimos y nos vamos a la casa de José.
José al ver nuestra cara ¡ya sabía porqué íbamos! María nos había contado su alegría. José comenzó explicándonos su tristeza, diciéndonos que lo había pasado muy mal.
Palabras de José
María era mi prometida. Aún no habíamos vivido juntos, y un día me dijeron que María esperaba un hijo. No era mentira, no era un chisme del pueblo, era verdad y yo no sabía nada.
José nos dijo que después no sabía qué hacer. ¡Una chica tan maja y santa que le hubiera hecho aquella mala faena! Sabía muy bien que si la denunciaba sería apedreada, según lo mandaba la ley de Moisés.
José se decía interiormente: No puedo denunciarla, no lo haré, y se propuso deshacer en secreto el acuerdo matrimonial.
Ya lo tenía decidido cuando el ángel de Señor se me apareció en sueños, y me dijo que no temiera acoger a María en mi casa como esposa, que era cierto que esperaba un hijo, pero que lo había concebido por obra del Espíritu santo. Y cuando naciera le pondría por nombre Jesús, porque sería el salvador del pueblo.
Respiré tranquilo, nos dijo José, y enseguida me fui a casa de María. Ella me miró y, yo también me la quedé mirando Aquellas miradas fueron tan elocuentes y emotivas que, sin hablar una palabra nos entendimos. A veces una mirada vale más que mil palabras.
Le di un abrazo y le dije que ya podía venir a mi casa, no como prometida sino como esposa. Nuestra alegría fue inmensa, y desde entonces vivimos juntos.
Le preguntamos por qué María no le había dicho nada de la visita del ángel, y nos contestó con el argumento de san Agustín: Era tan grande lo que había ocurrido que no hubiera podido creerlo: la aparición de un ángel, ser la madre de Dios, concebir un hijo por obra del Espíritu santo, que sería el Mesías, y que su reino no tendría fin
San Agustín dice que san José, aunque era muy bueno, le hubiese dicho: "¡Chica, no estás bien de la cabeza, eso es un sueño!
Nos despedimos de José y le felicitamos por aceptar ser el esposo de María.
Y, nada más queridos hermanos y hermanas. Que preparemos la Navidad como la prepararon José y María.
OS DESEO PASÉIS UNA BUENA FIESTA DE LA INMACULADA CONCEPCIÓN