SOLEMNIDAD DE SANTA MARÍA, MADRE DE DIOS - 1 de enero
OCTAVA DE LA NATIVIDAD DEL SEÑOR

(lo texto, para imprimir)

La circumcisió del Senyor.Hoy comenzamos el año, celebramos la circuncisión del Señor, la octava de Navidad, el día de la paz y, finalmente, la fiesta litúrgica de Santa María Madre de Dios.

Convocados por Jesucristo, empezamos el año en torno a su mesa. No podíamos empezar mejor este año. Independientemente de como estemos cada uno de nosotros, tanto si estamos contentos como sí estamos tristes, venir aquí, a celebrar la Eucaristía, significa saber vivir y experimentar que no estamos solos, que Jesús nos acompaña, que vive en nosotros para darnos fuerza en este año que comenzamos para continuar caminando por las vías del Evangelio.

Hoy es un día de fiesta, mi saludo en el día de hoy es: ¡Feliz año nuevo! A los hombres y mujeres de todo el mundo, os deseo que os vaya bien en todos los sentidos, personal, familiar y comunitariamente. Podríamos hacer un propósito para empezar este año: Intentar ser nosotros felices cumpliendo la voluntad de Dios, aunque nos sintamos poca cosa, siendo nosotros felices contribuimos a que los demás lo sean también, que haya menos sufrimientos a nuestro alrededor.

Manifestamos todos estos sentimientos recordando a una persona muy querida, muy próxima a todos nosotros: María, la madre de Jesús, la Madre de Dios. Por eso, nuestra reflexión será sobre esta fiesta litúrgica: La maternidad de la Madre de Dios. María es madre de Jesús como hombre y como Dios. El ángel dijo a María: -No temas, María, pues Dios te ha concedido su favor. Concebirás y darás a luz un hijo al que pondrás por nombre Jesús. El será grande, será llamada Hijo del Altísimo; el Señor Dios le dará el trono de David  , su padre, reinará sobre la estirpe de Jacob por siempre y su reino no tendrá fin" (Lc 1,30-33).

La liturgia nos lleva de nuevo al establo dónde los pastores adoraron el Niño Jesús, y contaron todo lo que les habían dicho de aquel niño, y todos quedaron maravillados (Lc 2,17-18). María, la Madre de Jesús, conservaba estos recuerdos en su corazón y los meditaba (Lc 2,19). No es difícil imaginar lo que María sentía al contemplar a Jesús recién nacido. Vosotras, madres que me escucháis, sabéis por experiencia lo que sentisteis cuando la comadrona os trajo el primero hijo y lo puso a vuestros brazos.

María sabía que Jesús era el Hijo de Dios. Se lo había dicho el ángel: -El Espíritu Santo vendrá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el que va a nacer será santo y se llamará Hijo de Dios (Lc 1,35). Aquel hijo, que era carne de su carne, era al mismo tiempo hijo de Dios.

María, también sabía cómo iba a llamar a su hijo. Jesús, que quiere decir Dios salva. Los pastores habían contado que el ángel del Señor les había dicho: Os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es el Mesías, el Señor  (Lc 2,11).

Sabía que Jesús iba ser el Salvador del mundo. Estaba contenta, a pesar de que la salvación vendría por el árbol de la cruz.

Sabía que su hijo era el más grande de los nacidos de mujer, y que su reino no tendría fin (Lc 1,33). Sabía que aquel hijo suyo no se podía comparar ni a los patriarcas, ni a ningún profeta, ni rey de la tierra.

Sabía que aquel niño era su hijo y que lo querría sobre toda otra criatura. Igualmente Jesús no ha querido a nadie tanto como a su madre María.

Sabía que su hijo sería amado de generación en generación.

Sabía que nosotros, los cristianos, amaríamos a Jesús y, también, a ella por ser la Virgen María Madre de la Iglesia.

San León Magno dice: Cuando nació Jesús, también nacimos nosotros, porque cuando nace la cabeza nacen también los miembros, y quien es madre de la cabeza es madre también de los miembros; por esto llamamos a Maria, Madre de  Dios y Madre de la Iglesia.

Muchas otras cosas sabía María como Madre de Dios, más de las que sabemos nosotros, y todas estas cosas las conservaba y meditaba en su corazón.

Como María, nosotros conservamos y meditamos las maravillas que el Señor nos ha hecho: El don de la vida, el don de la salud, el don de tener unos padres que nos quieren, el don de sentirnos queridos por muchas personas, el don de ser cristianos, el don de tener el pan de cada día, etc.

Y todas estas cosas, y muchas más podemos pedir al Señor en este año que hoy empezamos, no olvidamos de pedirle que nos de el don de la paz a nosotros, a nuestras familias y a todas las naciones.

PARA ESTE AÑO QUE HOY COMIENZA, ESPERAMOS:

* que aumente nuestra fe;

* que nuestra comunidad sea más viva y misionera;

* que vuelvan al redil los que lo han abandonado;

* que el malestar, debido a la violencia, guerras, hambre, divisiones, etc. se acabe;

*que los gobernantes encuentren caminos de diálogo para ser portadores de paz;

* que encontremos aquella paz interior que sólo Cristo nos puede dar.

PLEGARIA

Señor, dadme:

SERENIDAD para aceptar las cosas que no puedo cambiar.

VALOR por cambiar las cosas que puedo cambiar.

SABIDURÍA para ver la diferencia.

A todos os deseo: UN BUEN Y FELIZ AÑO NUEVO.