NAVIDAD
 

Los pastores escucharon las palabras del ángel: Os anuncio una gran alegría, que lo será también para todo el pueblo: Os ha nacido hoy, en la ciudad de David, el Salvador, que es el Mesías, el Señor. Esto os servirá de señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre (Lc 2,11-12).

Aquellos pastores llenos de gozo y alegría se encaminaron hacia Belén en busca del Mesías, el Salvador.

En esta noche santa, tú y yo, hemos de ir al templo en busca del Señor. Corporalmente estamos en este templo pero, con nuestro pensamiento, fácilmente podemos colocarnos en un rincón del portal de Belén y contemplar el gran misterio que tuvo lugar hace dos mil años.

Te invito a hacer una composición de lugar, y observar aquellas personas sencillas, como los pastores, que van llenos de alegría a Belén.

El pastor que va delante dice: - Entrad, niños, es aquí. Y aquellos pastores miran y no acaban de creer lo que ven. Adoran a Jesús y le presentan sus obsequios. Jesús se manifiesta a los pastores, personas sencillas, humildes, yo añadiría, marginadas, ya que eran personas sin cultura ni formación. La realidad es que Dios se encuentra bien entre los humildes.

Los pastores ya se han marchado. Nosotros nos levantamos y, con toda humildad y sencillez, nos acercamos a san José y le pedimos nos explique algo de lo que está sucediendo.

José, con cara risueña, nos cuenta que estaba desposado con una joven que se llama María, pero se llevó un gran disgusto. ¡María esperaba un hijo! No podía entender que aquella joven tan buena esperara un hijo. Nos dijo que pasó unos días malísimos y que no sabía qué hacer. Pero se puso en manos de Dios y el Señor le manifestó y, en sueños le dijo que no tuviera temor en acoger a María en su casa, porque ella había concebido por obra del Espíritu santo. ¡Con qué paz respiró después de saber esta buena noticia! Añadió José.

Aquel niño que ahora veis es el hijo de mi esposa María y, al mismo tiempo, Hijo de Dios.

José también nos dice que él y su esposa María buscaban alojamiento por todo Belén, pero que todas las puertas estaban cerradas para ellos, y por esto estaban en este establo.

También María quiere contarnos algo. Nos dice que está muy contenta, porque sabe que el hijo que tiene en sus brazos es el hijo de sus entrañas, que lo ha concebido por obra de Espíritu santo. Lo mira y lo remira, le toca la carita, y el Niño sonríe, le da el primer beso de madre.

Una de las cosas más bonitas que podemos ver es cuando el médico, o la comadrona, colocan al niño en brazos de la madre y ella le da el primer beso de madre.

El niño también nos quiere decir algo. No habla, pero todos sabemos el mensaje que nos trae a los hombres que amamos al Señor. Su mensaje es un mensaje de amor. Dios nos quiere, y la gran prueba de su amor es El mismo. Nos dirá san Juan: Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único (Jn 3,16). Como los padres quieren a sus hijos, todavía más nos quiere el Padre del cielo.

Este es el mensaje que Jesús nos trae, que nos amemos los unos a los otros como el nos ama (Jn 15,12).

Navidad quiere decir amor. Navidad sin amor no es Navidad.

El nuevo catecismo de la Iglesia católica nos dice que el Verbo se hizo hombre para hacernos partícipes de la naturaleza divina, y cita estas palabras de santo Tomás: El Hijo unigénito de Dios, quiere hacernos partícipes de su divinidad, tomó nuestra naturaleza humana para que, haciéndose hombre, hiciera dioses a los hombres.

Nos despedimos de María y de José, damos un beso al Niño Jesús, salimos de la cueva y nos encontramos con los ángeles que cantan: Gloria a Dios en el cielo, y en la tierra paz a los hombres que Dios ama (LC 2,14).

Parece que los ángeles nos dicen: Marcharos en paz. Y esta paz que se respira en la cueva de Belén podáis llevarla a vuestros hijos, hermanos y amigos, recodando estas palabras de Jesús: Dichosos los pacíficos porque verán a Dios (Mt 5,9).

Que la paz y el amor que nos trae Jesús habiten en vuestro corazón y que estos días sean días de felicidad porque celebramos la fiesta de la Navidad.

FELIZ NAVIDAD


Acerquémonos al Niño de Belén

con los ojos sencillos de los pastores,

con el corazón enamorado de María, la madre,

con la ternura serena de José,

porque, hoy y cada día, sea Navidad,

en el corazón de todos nosotros,

en nuestros hogares,

en el barrio y por todo el mundo.

Cada día puede ser Navidad para los hombres

si nos dejamos amar por dios,

si nos queremos como hermanos.

La Navidad de Dios

siempre es una Navidad de amor.

(Josep Codina)