NAVIDAD
ADORACIÓN DE LOS PASTORES

(Solo texto para imprimir)

nadal2_p.jpg (19086 bytes)Celebramos hoy el nacimiento de Jesús. Hace dos mil años que Jesús nació en Belén de Judá, y nosotros hemos venido a este templo para celebrar el aniversario. Digámosle de todo corazón: "Jesús, ¡Muchas Felicidades!"

Como los pastores fueron a Belén, nosotros también hoy queremos ir a Belén y, según las indicaciones de los ángeles, vayamos a una cueva para encontrar a María, José y el Niño Jesús recostado en un pesebre.

Este pequeño Niño es la Palabra plena de vida, es Dios que se encarna y habita entre nosotros, la Luz que ilumina la tinieblas, el Mesías, el Señor, el Príncipe de la Paz, el Hombre nuevo, el Salvador, el Hijo de Dios, la segunda persona de la Santísima Trinidad, y es también el Hijo de María.

El Dios invisible se hace visible en este Niño, es la gran prueba del amor de Dios a nosotros, como dice san Juan: Tanto amó Dios al mundo que entregó a su Hijo único (Jn 3,16). Este es nuestra fe, por eso, hoy estamos en este templo, la fe que celebramos el gran día de Navidad.

REFLEXIÓN SOBRE LA ADORACIÓN DE LOS PASTORES

En esta noche de Navidad, pongamos nuestra mirada en los pastores. Dice san Lucas: Había en aquellos campos unos pastores que pasaban la noche al raso velando sus rebaños. Un ángel del Señor se les apareció, y la gloria del Señor los envolvió con su luz. Entonces les entró un gran miedo pero el ángel les dijo: -No temáis, pues os anuncio una gran alegría, que lo será también para todo el pueblo: Os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es el Mesías, el Señor. Esto os servirá de señal: encontraréis un niño envuelto en pañales y acostado en un pesebre (Lc 2,8-12). Les dieron una señal, que lo encontrarían en un pesebre. Fueron aprisa y encontraron a María y José con el niño recostado en el pesebre, tal como lo había dicho el ángel.

¿POR QUÉ DIOS ESCOGIÓ A LOS PASTORES?

Podemos preguntarnos: ¿Por qué, si había tanta gente en Belén, todo estaba lleno, por eso José y María no encontraron sitio en la posada, (Lc 2,7), Dios escogió a los pastores para que fuesen los primeros testigos del nacimiento del Hijo de Dios?

Nuestra respuesta puede ser:

Porque eran personas sencillas y humildes. Así como Dios se fijó en la pequeñez de su esclava (Lc 1,48), como dice María, así también miró la sencillez y humildad de los pastores. No eran poderosos, ni sabios, sencillamente, eran buenos pastores.

Porque eran buenos israelitas que esperaban la venida del Mesías. Como buenos israelitas, ellos sabían que Dios había de escoger un pueblo, el de Israel, para preparar la venida del Mesías. Así lo dice Simeón, que estaba en el templo de Jerusalén, cuando María y José fueron a presentar el Niño y para la purificación de María: Ahora, Señor, según tu promesa, puedes dejar a tu siervo irse en paz. Mis ojos han visto a tu Salvador a quien has presentado ante todos los pueblos, como luz para iluminar a las naciones y gloria de tu pueblo Israel (Lc 2,29-32).

Porque velaban sus rebaños y cumplían con su deber, como buenos pastores.

Al enterarse de la gran noticia del nacimiento de Jesús, los pastores fueron aprisa a Belén, sin entretenerse, sin discutir lo que el ángel les había dicho.

Con sencillez, de acuerdo con su vida, sin exigir grandes pruebas se pusieron en camino. La única prueba que tenían es que encontrarían al Niño en un pesebre. ¡Ya tenían bastante! Habían visto a un ángel y eso era suficiente.

Con generosidad dejaron los rebaños y, a pesar de ser de noche, dijeron: -Vamos a Belén a ver qué es eso que ha sucedido y que el Señor nos ha anunciado (Lc 2,15).

Con alegría. Fácilmente podemos imaginar la alegría que tenían aquellos pastores, cuando iban a Belén, ya que todavía resonaban en sus oídos las palabras del ángel. Os anuncio una gran alegría, que será también para todo el pueblo (Lc 2,10).

Y fueron, y presentaron sus regalos al recién nacido. Mostraron su fe en aquel niño, le adoraron como Dios, acompañaron a la Virgen y a José, porque se encontraban solos, y, seguro que les darían alguna cosa propia de su oficio, aunque no lo haga constar el evangelista.

Como recompensa recibieron la sonrisa de María y de José, como buenos padres, y también la mirada de aquel Niño que es el Hijo de Dios, y gozaron de la contemplación del gran misterio de la encarnación del Hijo de Dios.

No podemos imaginarnos a unos pastores sin vida, como tenemos en las figuras del nacimiento. Eran hombres llenos de alegría y euforia y, sin duda, que besarían con mucha veneración a Jesús y pedirían poder coger en sus brazos aquel Niño, de la misma manera que lo hacemos nosotros cuando una madre nos enseña su primer hijo. Lo cogerían y le harían alguna caricia, le besarían y lo devolverían a la madre.

Los pastores volvieron con sus rebaños glorificando y alabando a Dios porque todo lo que habían visto y oído correspondía a cuanto les habían dicho (Lc 2,20), y hablaban de lo que había visto. Y cuantos escuchaban lo que decían los pastores, se quedaban admirados (Lc 2,20). Los pastores son los primeros predicadores y apóstoles de Jesucristo. ¡También lo hemos de ser nosotros en estas fiestas de Navidad!

Como el ángel llamó a los pastores, también nos llama a nosotros para que vayamos al Portal de Belén y sepamos ver en el Niño Jesús el amor de Dios, su ternura, su confiada esperanza que sólo él es capaz de darnos.

En este Niño, Dios se ha hecho uno de nosotros, esto es el mayor don que nadie hubiera podido imaginar. Un Dios encarnado. Y la palabra se hizo carne y habitó entre nosotros; y hemos visto su gloria, la gloria propia del Hijo único del Padre, lleno de gracia y de verdad (Jn 1,14).

¡Ved, aquí, a Jesús!, echado en el pesebre, acompañado del amor de María y de José. Queremos poner en sus manos nuestras ilusiones, nuestros sufrimiento, nuestros miedos, nuestro deseo de felicidad, al mundo entero, a los que lo aman y a los que no lo hacen, a los que están cerca y a los que están lejos, y, sobre todo, a los que más sufren, también a los que no le conocen para que le conozcan.

Jesús, hermano nuestro, hijo de María, hijo de Dios, caliéntanos con el fuego de tu amor, y da a todo el mundo la paz, la alegría que los ángeles cantaban diciendo: Gloria a Dios en las alturas y en la tierra paz a los hombres que gozan de su amor (Lc 2,14).

María guardaba todos estos recuerdos y los meditaba en su corazón (Lc 2,19). Nosotros también, guardémoslo en nuestro corazón y meditémoslo.

¡FELIZ NAVIDAD OS DESEO A TODOS Y A VUESTRAS FAMILIARES!