MISA DEL DÍA DE NAVIDAD

  INTRUDUCCIÓN

En la mayoría de las casas cristianas se suele poner un belén o nacimiento para celebrar y vivir mejor estas fiestas navideñas. A veces, sin reflexionar demasiado, contemplamos a este niño, hijo de María, dejándonos llevar por la ternura que inspira un niño envuelto en pañales, y que traducimos en cantos, cenas, comidas y palabras agradables de felicitación: ¡FELIZ NAVIDAD!

Todo esto es bonito pero también es accidental. Lo más importante es la contemplación del misterio de Navidad como Palabra. Entendemos por Palabra a la segunda persona de la Trinidad, es decir, al Hijo que se hace hombre por amor hacia nosotros.

El evangelio de hoy nos dice, de una manera teológica y brevemente, qué es Navidad: La Palabra era Dios… Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros (Jn 1,1; 14).

Todos sabemos qué es la palabra humana. La palabra es el don precioso mediante el cual nos comunicamos. Es el don por el que conocemos lo que pensamos, qué es lo que nos mueve y motiva nuestros actos. La palabra es la expresión del pensamiento.

Con la palabra manifestamos a los demás nuestro amor, nuestra admiración, respeto o menosprecio. Con la palabra destruimos o construimos, demostramos el grado de madurez y, mediante ella, podemos manifestar nuestra felicidad o nuestro dolor. Se podrían decir muchas más cosas sobre la palabra humana. Y todo eso y más, lo podemos aplicar a Jesús que es la Palabra hecha hombre.

Centremos ahora, nuestra atención en lo que nos dice el evangelio que acabamos de leer y escuchar. Es un evangelio maravilloso, teológico y lleno de doctrina, del que intentaré daros algunas ideas para que os sirvan en vuestra vida cristiana.

La Palabra se hizo carne (Jn 1,14).

Este Niño que contemplamos en el cueva de Belén y la Palabra hecha hombre, es la segunda persona de la Trinidad. Jesús nace para plantar, para siempre, su tienda entre los hombres. Jesús no estuvo solamente en este mundo treinta y tres años, sino que permanece entre nosotros para siempre en el sacrificio de la Eucaristía, en la comunión y en sagrario, para que nosotros le adoremos y le visitemos como nuestro Maestro, Señor y Amigo.

ALGUNAS CUALIDADES DE ESTA PALABRA

San Juan escribe: Al principio ya existía la Palabra. La Palabra estaba junto a Dios y la Palabra era Dios (Jn 1,1).

Esta cita nos recuerda las primeras palabras del Génesis.

San Juan afirma que la Palabra, que es Jesús encarnado, es Dios, y como Dios, ya existía antes de la creación del mundo.

Creemos firmemente que Jesús es Dios. Esta es la razón fundamental por la que millones de personas han seguido, siguen y seguirán dando su vida por Jesús.

Todo fue hecho por ella y sin ella no se hizo nada de cuanto llegó a existir (Jn 1,3).

Todo fue creado por ella. Por las cosas creadas podemos llegar al Creador. Si admiramos este mundo creado, y del que nosotros disfrutamos, lo debemos a Dios, que por medio de la Palabra lo creó. Esta Palabra es Jesús, el Hijo de María que hoy contemplamos llenos de gozo y alegría en la cueva de Belén.

La Palabra era la luz verdadera, que con su venida al mundo ilumina a todo hombre (Jn 1,9). Jesús es la luz que ilumina las tinieblas del mundo, es el que nos revela a Dios. Jesús, con su Palabra, nos da a conocer al Padre, su persona es la revelación del Padre, porque quien ve a Jesús ve al Padre. El Hijo único, que es Dios y está en el seno del Padre, nos lo ha dado a conocer (Jn 1,18). Jesús vino al mundo para revelarnos los secretos de Dios.

A cuantos la recibieron, a todos aquellos que crean en su nombre, les dio poder para ser hijos de Dios (Jn 1,12).

Jesús se encarnó para que nosotros fuésemos hijos de Dios. Cuando los apóstoles pidieron a Jesús que les enseñase a orar, las primeras palabras que salieron de los labios de Jesús fueron: Padre nuestro que estás en el cielo (Mt 6,9), y san Pablo deduce la consecuencia, si somos hijos, somos herederos del cielo: Si somos hijos también somos herederos (Rm 8,17).

Aquí, durante la Eucaristía, tenemos la ocasión de penetrar en el misterio de Cristo, como Palabra de Dios.

Siempre que nos reunimos para celebrar la Eucaristía hemos de descubrir que el pan y el vino, convertidos en cuerpo y sangre de Cristo, es la Palabra, que se ha hecho carne por amor nuestro, como lo dice muy bien san Juan en el evangelio de hoy.

Señor Jesús, os doy mis más expresivas gracias por haber venido al mundo, darme a conocer algunas cosas del cielo y cómo que, en verdad, soy hijo de Dios.

¡Gracias, Jesús!

QUE PASÉIS UN BUEN DOMINGO