Misa funeral de un niño bautizado
(sólo texto, para imprimir)

Introducción

Evangelio (Mc 10,13,16).

Hermanos nos hemos reunido en esta casa de oración acompañando a una familia dolorosamente afectada por la muerte de un niño, niño/a....... Este niño que por el bautizo fue llamado a la familia de los hijos de Dios, ha llegado, en poco tiempo, el término de su camino, señalado con la señal de la cruz.

Ahora, nosotros lo encomendaremos a la Iglesia del cielo, con objeto de que el Señor lo reciba en su Reino y para que no falte la paz y la esperanza especialmente a sus padres.

Este eucaristía que vamos a celebrar es diferente de las otras.

La casulla del celebrando es blanca y no morada, la palabra de Dios es sobre la actitud del Jesús y los niños, y su comentario no es sobre la misericordia de Dios y el perdón del pecados. Todo es diferente.

Contemplación de la persona de Jesús

Escuchamos el evangelio de san Marcos sobre la actitud de Jesús y los niños: Algunos presentaron a Jesús unos niños para que les impusiera las manos, pero los discípulos los regañaban. Al verlo Jesús se indignó y les dijo: “ Dejad que los niños se acerquen a mí y no lo impidáis; porque, de los que son así es el reino de los cielos Yo os aseguro que quien no recibe el reino de Dios como un niño, no entrará en él. Y abrazándolos y poniendo las manos sobre ellos, los bendecía (Mc 10,13).

Este Jesús, que es el Hijo de Dios, y siendo tan grande, abraza a los niños, que son muy pequeños, cuando  le son presentados, los bendice y les impone las manos.

Ellos son la imagen de la pureza, de la sinceridad y de la verdad que resplandecen en Dios.

Este Jesús también en el día de hoy, padres que me escucháis, abraza a vuestro hijo, que es hijo de Dios por el bautismo que vosotros deseasteis y que el sacerdote le echó las aguas bautismales.

Jesús no le perdona los pecados porque no tiene. Ha conservado la gracia bautismal recibida en el bautismo y lo premia estando a su lado en el cielo.

Somos ciudadanos del cielo

Como ciudadanos del cielo podemos vivir en este mundo, tan bonito, tan digno de ser amado, pese al mal que hay, pero no es nuestro lugar definitivo. Somos ciudadanos del cielo. O dicho de otra manera nuestra casa solariega es la casa del Padre.

Nos consuela y nos estimula pensar que lo que hay en la otra banda del umbral de la muerte no es la nada, ni la disolución. El más allá es el lugar de la ciudadanía, por lo tanto un lugar en  que cada cual se encuentra como en su casa, el lugar dónde transformado nuestro pobre cuerpo por obra del Espíritu, somos configurados en el cuerpo glorioso de Cristo. Nuestra verdadera patria es el cielo.

La mirada amorosa de Dios nos acoge y viéndolo tal y como es, lo podemos amar sin ninguna rémora y con todas nuestras fuerzas.

Dios ha llamado a vuestro hijo

El Señor, según los planes de su providencia, ha querido llamar a este niño, que, por el bautismo, ya había sido contado entre los hijos adoptivos de Dios.

Este niño que ha muerto, resucitará y vivirá una vida nueva y sin fin. Dice san Pablo : Por siempre estaremos con el Señor (1Tes 4,17).

Palabras a los padres

Vosotros padres habéis colaborado con magnanimidad en el plan de la creación. Este cuerpo tan pequeño ha sido  revestido del alma que es inmortal, que es hereditaria de la vida eterna, y es grande.

Vosotros padres habéis tenido cuidado, con mucho amor, de vuestro hijo, lo habéis asistido, consolado y habéis estado siempre a su lado. con mucho sacrificio. Lo mejor que habéis podido hacer en vuestra vida es dar la vida a vuestro hijo y acompañarlo en todo momento.

Como que sois padres cristianos y creéis en Jesucristo y en la vida eterna, pensad que vuestra separación será temporal, puesto que estamos seguros que está en el cielo dónde lo volveréis a encontrar, lo veréis y disfrutareis de su compañía si continuáis amando a Jesucristo y ponéis en práctica el mandato del amor que Él nos ha dado: Amaos los unos a los otros como Yo os he estimado (Jn 15,12).

Que Maria, la Virgen María, que vio morir a su hijo, Jesús, en la cruz os asista, consuele y ayude a vivir intensamente una vida cristiana para poder reuniros con vuestro hijo que está en el cielo.

Os digo, en nombre del Señor, que en el cielo, tenéis un intercesor delante de Dios.