FESTIVIDAD DE SAN PEDRO Y SAN PABLO

(29 de junio)


Biografía de San Pedro

San Pedro denominado Simón y algunas veces lo encontramos como Simeón (Hch 15,14; 2 Pe 1,1), era hijo de Juan  nacido en Betsaida, pueblo cerca del lago de Genesaret. Vivió en Cafarnaúm. Era pescador y estaba casado y tenía suegra, a quien Jesús curó. Su hermano era Andrés y tenían una barca propia (Lc 5,3). Murió en Roma.

Pedro encuentra a Jesús

Era seguidor de Juan el Baptista, como también su hermano Andrés.

Juan Baptista bautizó a Jesús y al día siguiente pasaba Jesús y Juan fijando la mirada en Jesús dijo: Mirad el Cordero de Dios. Dos de los discípulos de Juan lo siguieron y se quedaron con Jesús aquel día (Jn 1,33,-39). Uno era Andrés.

Andrés fue a encontrar a Pedro y le dijo que habían encontrado al Mesías y lo llevó a Jesús.

Jesús al verlo le dijo: Tú eres Simón, hijo de Juan, Tú te dirás Cefas, que quiere decir piedra (Jn 1,42-43).

Pedro se convierte en discípulo de Jesús

Pedro sigue a Jesús por algún tiempo. Lo acompaña a las bodas de Canà, a Judea y Jerusalén y vuelve a Galilea.

Sigue en su trabajo de pescador, pero muy pronto recibe el llamamiento del Señor para seguirlo y estar siempre con él.

Después de la pesca milagrosa Jesús dice a Pedro: No tengas miedo, de ahora en  adelante serás pescador de hombres. Ellos dejaron las barcas en tierra, lo dejaron todo y lo siguieron (Lc 5,11; Mt 4,18,22; Mc 1,16-20).

Algunos aspectos de la vida de Pedro

En la lista de los doce, cuando Jesús los llama, aparece el primero (Mt 3,14-16, Lc 6,13-14).

Pedro habla en nombre de todos en diferentes ocasiones: Mt 15.15;19-27; Lc 12, 41.

Después de  la multiplicación de los panes y de los peces, cuando muchos oyentes dejaron a Jesús, Jesús preguntó si ellos también lo querían dejar. Pedro contestó al Señor: ¿A quien iremos? Tú tienes palabras de vida eterna y nosotros creemos y sabemos que Tú eres el Santo de Dios (Jn 6, 68).

Estuvo presente en la curación de la hija de Jairo, (Mc 5,37, Lc 8,51),y en la Transfiguración de Cristo (Mt 17,1; Mc 5,37; Lc 9,28).

No quería que Jesús le lavara los pies en la última Cena (Jn 13, 1-10).

Está en la agonía de Jesús en el huerto de Getsemaní (Mt 17, 37; Mc 14,33).

Jesús, después de resucitar, se aparece a Pedro el mismo domingo de la Resurrección (Lc 24,34; 1 Cor 15,5).

Jesús se aparece a los apóstoles y les da el Espíritu Santo (Jn 20,19).

Después de su muerte, Jesús se aparece a los apóstoles en Jerusalén y los saluda diciendo: La paz sea con vosotros. Como el Padre me envió, así os envío yo a vosotros. Y tras pronunciar estas palabras, sopló sobre ellos y les dijo: Recibid el Espíritu Santo (Jn 20,19-23).

Es una escena impresionante que concreta la misión de los doce después de la resurrección. Los apóstoles se convierten en portadores del Espíritu Santo, que prosigue en ellos la misión del propio Jesucristo. De hecho, en este momento nadie podía imaginar en lo qué llegaría a convertirse algún día la persona de Jesucristo y el gran número de seguidores que tendría.

A los apóstoles les era suficiente saber que  llevaban dentro el espíritu de Cristo y debían difundir fuera de las fronteras de Israel esta paz que Él les había traído, y las novedades que les había enseñado.

Jesús también  se aparece a un grupo de discípulos y da la misión a Pedro de apacentar a sus ovejas (Jn 21,15-29).

Tras la resurrección, Jesús se aparece nuevamente Una noche, cuando Pedro y Juan y algunos otros discípulos habían ido a pescar en el lago de Tiberíades, y volviendo de pescar los ánimos no debían de ser buenos, porque las redes habían quedado vacías, es cuando, al amanecer, llegan a la orilla y  encuentran a Jesús. Los discípulos no le reconocen, a pesar de que Él les habla como buenos compañeros. El Maestro dice literalmente: Muchachos, ¿no tenéis algo de pescado? Y les aconseja: Echad la red a la derecha de la barca y encontraréis. Por alguna razón siguen el consejo y muy pronto la red está tan repleta de peces que nadie se atreve a sacarla del agua. Es el Señor, dice Juan. Pedro se tira al agua, y los discípulos lo siguen con la barquita. Habían pescado ciento cincuenta y tres peces grandes sin que la red se rompiera.

Esta historia tiene un simbolismo tan rico que no pide analizarla aquí en detalle. Es la pesca milagrosa. Los hombres habían trabajado en vano toda la noche y siendo pescadores expertos como eran, les resultaba impensable pescar cuando ya  se había hecho de día. Sin embargo, enviados por Jesús, obedecen a su palabra y vuelven a salir y entonces se les concede esta pesca tan milagrosa.

Los eruditos no han logrado desentrañar todavía, con certeza, la cifra de ciento cincuenta y tres peces  que Juan consigna con tanto cuidado. Hay quien sugiere que 153 era el número de escpecies conocidas de peces, en aquel momento. Por tanto seria un símbolo de la universalidad de la Iglesia: gente de todos los pueblos y razas. Es el símbolo de la abundancia prometida, que trasciende al momento. Demuestra lo poco capaz que es el esfuerzo humano para sacar del mar del mundo los peces  y también   convertir a las personas  para Dios. Al mismo tiempo, insinúa que siempre sucederá cosa parecida y que la Iglesia siempre podrá reunir gran cantidad de personas en esta red de Pedro, el pescador.

La escena continúa. En un fuego preparan la comida, comen juntos pescado y pan, y de pronto Jesús se dirige a Simón Pedro y le dice: Simón, hijo de Jonás ¿me amas más que éstos? Pedro, desconcertado, se limita a responder: Sí, Señor. Tú sabes que te amo. Una vez, y otra, tres veces, pregunta Jesús lo mismo a su primer apóstol y siempre recibe la misma respuesta: Sí, Señor. Tú sabes que te amo. Al final, Pedro le dice, incluso un poco enfadado: Señor, tú lo sabes todo, tú sabes que te amo. Tras este preámbulo en tres frases también, Jesús dice a Pedro: Apacienta mis corderos, y nuevamente: Apacienta mis ovejas, y al final: Apacienta mis ovejas.

Pedro recibe la gran misión de apacentar las ovejas de Jesús que somos nosotros, quienes creemos en Jesús y lo seguimos con fidelidad y amor.

Los apóstoles pescan peces gracias a Él, pero es Él quien les da de comer. Es decir, que al final el esfuerzo humano es ayudado por el mismo Cristo.

En esta festividad de san Pedro pedimos

Que nosotros sigamos a Cristo con la misma fidelidad que lo hizo san Pedro.

Que sepamos arrepentirnos de nuestros pecados como lo hizo san Pedro, que lloró amargamente sus negaciones.

Que sepamos dar nuestra vida por Jesucristo como lo hizo san Pedro.

Que sepamos ver al Papa como sucesor de san Pedro y le escuchemos.

Que paséis una buena fiesta de san  Pedro.